“La silla presidencial, La Silla del Águila, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos la República Mexicana”.
Xavier Zaragoza “Séneca”, La Silla del Águila (Carlos Fuentes)
México vota en contra de la posición de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Washington toma represalias y, a través de su control sobre los satélites de comunicaciones, interrumpe todas las comunicaciones electrónicas de nuestro país. Los mexicanos se quedan así sin teléfonos, televisión, radio o internet en un momento de grave inestabilidad política y con el Presidente enfermo. Una de las consecuencias secundarias, sin embargo, es el renacimiento de la comunicación epistolar perdida por años en el país. No, esta descripción no se refiere a lo que pueda suceder en México en unos cuantos días con la votación del Consejo de Seguridad sobre Iraq. Se trata del escenario de La Silla del Águila (Alfaguara), la nueva novela de Carlos Fuentes, una obra escrita antes de que empezara a dibujarse la actual compleja situación política nacional e internacional.
Fuentes ofrece una ágil narración en que se combinan los problemas políticos del país —en un año 2020 en el que México parece no haber avanzado nada frente a las corruptelas, maniobras y traiciones políticas que hoy marcan nuestra vida pública— con un estudio psicológico de una amplia serie de personajes interesantes y contrastantes.
El eje de la novela es María del Rosario Galván, mujer brillante y ambiciosa que no tiene objeciones para usar su poder de seducción o su cuerpo como forma de ejercer influencia política. Lorenzo Terán es un abúlico presidente de la República que, inclinado a la teoría de dejar que los problemas se arreglen por sí solos, mete al país en un conflicto con Estados Unidos al ejercer su primer gesto de independencia, pero en el Consejo de Seguridad.
Bernal Herrera, el secretario de Gobernación, elude responsabilidades con la intención de promover sus posibilidades de llegar a la Presidencia de la República. Tácito de la Canal, el lambiscón jefe de Gabinete, actúa también con el propósito de alcanzar La Silla del Águila. César León es un ex presidente de la República que quiere regresar al poder. Jesús Ricardo Magón, un anarquista rebelde que acepta cortarse el pelo e ingresar al gobierno con el sueño de cambiar el país pero termina traicionando sus principios. Nicolás Valdivia es un misterioso y brillante joven a quien la influyente María del Rosario Galván le promete: “Yo seré tuya cuando seas presidente de México. Y te lo aseguro: Yo te haré presidente de México”.
Carlos Fuentes aprovecha el colapso de las comunicaciones electrónicas para construir su narrativa a base de cartas y cintas grabadas que van bosquejando el drama de un país que, pese a los 18 años de distancia que tiene frente al nuestro, sigue siendo tan similar al de hoy en las actitudes de los políticos como lo es el México de hoy frente al que vivimos hace 18 años.
La Silla del Águila está llena de personajes típicos, caricaturizados, de la vida política nacional. El secretario de Estado empeñado en enriquecerse, la esposa del político que intriga con el propósito de promover a su marido, el presidente del Congreso que cree ser un gran manipulador y termina siendo manipulado él mismo.
Algunas personajes están tomados de nuestra historia política reciente. El “anciano del portal” es un ex presidente con corbata de moño o guayabera que prodiga frases hechas de supuesta sabiduría política en el Café de la Parroquia de Veracruz; en otras palabras, Adolfo Ruiz Cortines. Tomás Moctezuma Moro —con su nombre inspirado en Tomás Moro, el santo patrón de los políticos— no es otro que la imagen popular, casi mítica, de Luis Donaldo Colosio.
Fuentes construye una obra de varios niveles. La trama se mueve con la rapidez de un thriller político en el que poco a poco se va armando un complejo rompecabezas. María del Rosario Galván, uno de los personajes femeninos más intrincados en toda la obra de Fuentes, es una mujer de gran carácter con la que algunas lectoras se identifican pero que otras desprecian con toda el alma.
Cuando empecé a leer La Silla del Águila me irritó el tono sarcástico. Después de algunas páginas, sin embargo, me acostumbré a la ironía y me dejé atrapar por la trama. Decenas de veces, sin embargo, me detuve a preguntar qué brujo de Catemaco le dio a Fuentes el poder visionario que le permitió adelantarse a tantos aspectos de la historia política que hoy estamos viviendo en nuestro país.
El Ganador
Con el PRI debilitado por el Pemexgate y el PAN golpeado por los Amigos de Fox, el gran ganador es el PRD, si es que los perredistas no vuelven a caer en sus pleitos internos.