“Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia...”
Isaías (30:20)
La lluvia es uno de esos milagros que, por ocurrir cotidianamente, han perdido su capacidad de asombrarnos. El que la energía del sol pueda evaporar el agua y llevarla a los cielos, donde los vientos la trasladan a otros lugares hasta que al enfriarse se convierte en lluvia que brinda vida, es un proceso realmente maravilloso. Ninguna ingeniería inventada por el nombre podría ser tan ingeniosa y al mismo tiempo tan eficiente.
Pero la lluvia por sí sola no va a llevarnos el agua a nuestros hogares en el momento que la queramos. Esto lo sabemos muy bien los mexicanos. Durante años buena parte del centro y del norte de nuestro país han estado sometidos a una sequía agobiante. Este verano, en cambio, las lluvias están ahogando a una porción muy extensa del territorio nacional.
A pesar de todos los problemas y males que genera, particularmente en las grandes ciudades y en los asentamientos irregulares construidos en colinas sujetas a deslaves, las lluvias no dejan de traer beneficios importantes a las zonas rurales. Los temporales nutren los ríos y las lagunas; riegan y hacen que fructifiquen los cultivos y la flora natural; llenan las presas que, en muchos lugares, se encontraban a principios de este año casi o totalmente vacías. Buena parte de las aguas que caen en la tierra, por otra parte, se filtran al subsuelo y reestablecen los mantos freáticos que en buena parte de nuestro México se encuentran ya sobre explotados.
La experiencia nos dice que los beneficios de estas lluvias durarán relativamente poco tiempo. En unas cuantas semanas más acabará la temporada de lluvias en el altiplano central del país. Se iniciará así el período de secas que se extenderá hasta mayo o junio del año que viene. Las quejas que hoy se oyen sobre el exceso de lluvias se transformarán en la tradicional angustia ante la falta de humedad.
Es tal la cantidad de lluvia que ha caído en el país en las últimas semanas, sin embargo, que si fuésemos razonablemente organizados podríamos estarla cultivando -sí, cultivando-para su utilización en la temporada de estío. Esto, en realidad, no es tan difícil. De alguna manera lo hacemos constantemente con las presas, las cuales capturan el agua de ríos y lluvias cuando ésta es abundante para irla liberando después, en tiempos de escasez, con el fin de permitir la agricultura de irrigación.
Lo que es un crimen es permitir que el agua que está cayendo a toneladas en estas semanas se desperdicie de manera impune. En las ciudades, el agua simplemente se va al drenaje en donde se mezcla con aguas negras y se echa a perder para muchos posibles usos. Como si eso no fuera suficiente, en el caso de la ciudad de México se gastan enormes cantidades de energía para sacar esa agua del valle de México a través de un oneroso proceso de bombeo.
Aunque la lluvia debidamente tratada sería suficiente para cubrir buena parte de las necesidades de agua de las ciudades, en México seguimos manteniendo un esquema perverso para su uso. El agua la desviamos a las ciudades de distantes cuencas hidrológicas, causando en el proceso severos daños ambientales, como el que se ha ocasionado al lago de Chapala, en Jalisco, que ha perdido ya buena parte de su volumen. Esa agua se desperdicia, sin embargo, en las ciudades, por falta de inversión en infraestructura y porque se regala o se distribuye a un precio que no refleja ni lejanamente el costo real de conducción y tratamiento.
Los mexicanos no podemos seguir manteniendo esta absurda situación. La falta de agua es y será uno de los principales problemas de nuestro país en este siglo XXI. Desperdiciarla de la manera irresponsable en que lo estamos haciendo es cerrar las puertas a un futuro mejor.
Lo peor de todo es que las soluciones están disponibles. No se trata, por supuesto, de seguir aumentando los volúmenes de agua que las ciudades se roban cotidianamente de las cuencas hidrológicas. La cosecha de lluvia, aunada a una política realista de precios que modere el consumo y obligue a nueva inversión en nueva infraestructura, permitiría que este recurso natural, que de manera casi milagrosa se redistribuye a través de las lluvias por la superficie del planeta, siguiera siendo una fuente de bebida, salud, limpieza e irrigación para nosotros y para las generaciones futuras de nuestro país.
Desafuero
De los 36 dictámenes que dejaron pendientes las comisiones de la 58ª legislatura, 35 se devolvieron a comisiones como proyectos para revisión como marca el procedimiento parlamentario. Sólo uno pasó al pleno de inmediato: el desafuero del senador priista Ricardo Aldana, acusado de participar en el Pemexgate.
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