“La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud”.
François de La Rochefoucauld
Detrás de la tragedia de Victoria, Texas, en que 18 indocumentados murieron asfixiados en el compartimiento de carga de un trailer, hay una realidad innegable: Miles de mexicanos buscan cotidianamente abandonar el territorio nacional, aun a riesgo de su propia vida, para tratar de alcanzar una vida más digna al norte de la frontera.
Algunos funcionarios y políticos mexicanos han tratado como siempre de aprovechar esta terrible tragedia para defender sus posiciones. La culpa de todo, dicen, la tiene Estados Unidos porque este país se ha negado a negociar un pacto migratorio con México. Pero esta actitud, hay que decirlo, es absolutamente hipócrita.
El único responsable de la tragedia de Victoria, como de muchas otras tragedias similares de las que nunca sabemos porque no son tan dramáticas, es el sistema político y económico de nuestro país, el cual no ha logrado generar un número suficiente de empleos para convencer a nuestros compatriotas de permanecer en nuestro país.
No hay testimonio más contundente del gran fracaso económico de México como la expulsión forzada de estos compatriotas. A casi un siglo del inicio de la Revolución Mexicana, y después de décadas en que se han aplicado en el país supuestas políticas de redistribución de la riqueza, México está aquejado de una pobreza realmente inaceptable. Según cifras oficiales, el 53 por ciento de las familias mexicanas vive en la pobreza, mientras que el 24 por ciento —una de cada cuatro— sufre una miseria bajo la cual no puede siquiera alimentar a sus hijos. No sorprende que tantos mexicanos estén dispuestos a arriesgar la vida para buscar una vida más digna en Estados Unidos.
Nuestros políticos dicen que la tragedia de Victoria demuestra que Estados Unidos debería haber ya aceptado un pacto migratorio con México como el que tenemos con Canadá, el cual permite que cada año un grupo relativamente pequeño de trabajadores mexicanos vaya a trabajar en los campos de labranza de Canadá, con documentos y un sueldo adecuado para ellos, pero por el que los canadienses no estarían dispuestos a trabajar. Estos trabajadores regresan a México después de la cosecha y no se quedan a vivir en Canadá.
Sin embargo, este pacto funciona por la lejanía física de Canadá y México y por el hecho de que involucra a un número relativamente pequeño de trabajadores. Un acuerdo similar entre Estados Unidos y México sería sin duda beneficioso para ambos países, pero no resolvería el problema real generado por el hecho de que son millones los mexicanos que quieren trabajar en la Unión Americana. La única manera real de evitar tragedias como la de Victoria, Texas, es lograr que en México se alcance una prosperidad suficiente para que nuestros trabajadores no tengan ya que escapar a la miseria emigrando a otro país.
Los políticos no pueden argumentar que la pobreza en México no es culpa suya. No hay necesidad de inventar el hilo negro. La única manera de generar prosperidad —la que han aplicado los pocos países que han logrado rescatar a su población de la pobreza— es tener inversión que promueva la creación de empleos. Pero nosotros seguimos prohibiendo o restringiendo la inversión en campos tan diversos como el petróleo, la petroquímica básica y la electricidad.
Me queda claro que el presidente Fox, con dos años y medio en el cargo, no es personalmente responsable del ancestral problema de pobreza de nuestro país. Pero también es cierto que la economía mexicana lleva estancada dos años mientras que las de otros países, como China y Corea del sur, siguen creciendo a buen ritmo a pesar de la debilidad económica de Estados Unidos. La verdad es que si México hubiera realizado ya una verdadera reforma fiscal; abierto el petróleo, la petroquímica, la refinación y la electricidad a la inversión privada; realizado una verdadera reforma agraria que le diera derechos cabales de propiedad a los ejidatarios; promulgado una más moderna ley laboral; e impedido que grupos políticos detuvieran inversiones como la del aeropuerto de la ciudad de México, el club de golf de Tepoztlán o el puerto de cruceros de Playa del Carmen, nuestra economía estaría creciendo a un ritmo varias veces superior. Y ese crecimiento estaría generando los empleos que quizá les habrían permitido a los mártires de Victoria permanecer en nuestro país.
Canales
El secretario de economía Fernando Canales Clariond es el único funcionario federal que está teniendo el valor de ir en contra de la corriente para reconocer que, en este siglo XXI, México ya no puede darse el lujo de limitar la inversión en el sector energético.
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