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Jaque mate/Mujeres y votos

Sergio Sarmiento

“La Providencia hizo

a la mujer para un estado

de dependencia

y consecuentemente

de sumisión”.

Dr. James Fordyce, 1776

Es difícil pensar que hace apenas 50 años se le permitió por primera vez a las mujeres votar en nuestro país. El hecho de que teníamos una Constitución que reconocía la igualdad jurídica de todas las personas no fue suficiente para impedir que se violaran de manera abierta y sistemática los derechos políticos de más de la mitad de nuestra población. Pero no nos sorprendamos mucho. Aun hoy hay grupos políticos, supuestamente progresistas, que bajo el disfraz de los usos y costumbres pretenden despojar a las mujeres indígenas del derecho al voto.

El concepto de la mujer como un ser inferior -si bien no es universal- sí ha prevalecido en muchas culturas a lo largo de los siglos. En 1891 la encíclica Rerum novarum del Papa católico León XIII señalaba que, “por naturaleza, la mujer está hecha para el trabajo del hogar, y es el que se adapta mejor para preservar su modestia y para promover la buena educación de los hijos y el bienestar de la familia”. En muchos países del mundo, incluyendo uno tan supuestamente avanzado como Inglaterra, la mujer no tenía derecho a la propiedad a fines del siglo XIX y principios del XX. Aun cuando heredara bienes de su padre, en el momento del matrimonio todos pasaban a ser de su marido. Si por alguna razón se registraba un divorcio, la propiedad quedaba de forma permanente en manos del esposo.

En la Grecia clásica y en la Roma republicana, sociedades que en la antigüedad se distinguían por tener sistemas democráticos, las mujeres no tenían derecho a votar o a participar en los asuntos de la comunidad. Con el restablecimiento de los sistemas democráticos en Estados Unidos y Europa occidental a fines del XVIII y principios del XIX, se mantuvo el criterio de que el sufragio era un privilegio masculino. En contra del voto de la mujer siempre se esgrimían los mismos argumentos: Dios había hecho a las mujeres distintas de los hombres; ellas no tenían la inteligencia, la preparación o la vocación para votar; el voto tendría un efecto negativo en su función como madres y esposas.

El primer país que le dio el voto a la mujer en elecciones nacionales fue Nueva Zelanda en 1893. Le siguieron Australia en 1902, Finlandia en 1906 y Noruega en 1913. El Reino Unido lo hizo (aunque en un principio sólo a las mayores de 30 años) en 1918 y los Estados Unidos en 1920. Francia no le concedió el voto a la mujer sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial. México lo hizo en 1953 y Suiza en 1971. En muchos países, particularmente los árabes, se sigue negando a las mujeres el derecho al sufragio.

A simple vista parecería que en México ha quedado atrás el debate sobre el voto femenino. Las mujeres no sólo ejercen el derecho al sufragio de manera masiva sino que con frecuencia se convierten en dirigentes políticas.

En muchas comunidades indígenas, sin embargo, se le sigue negando a la mujer el derecho a participar en los procesos de elección de sus gobernantes locales. Algunos grupos supuestamente progresistas argumentan que estas prácticas deben aceptarse porque son parte de unos usos y costumbres que se han preservado desde hace siglos. No se percatan de que este razonamiento es fundamentalmente el mismo que durante siglos mantuvieron los conservadores que se negaban a darle el voto a las mujeres.

El voto no es un derecho secundario o incidental por el que no valga la pena preocuparse. La libre y secreta elección de los gobernantes es un derecho fundamental para darle legitimidad a un Gobierno de cualquier nivel. Negárselo a una persona por ser mujer, o por ser mujer indígena, es una de las peores violaciones a que se pueden realizar contra los derechos individuales.

Qué bueno que toda la clase política mexicana está festejando hoy el cincuentenario de un logro político que, aunque valioso, llegó tardíamente a nuestro país. No permitamos que se ensucie la celebración aceptando que se despoje de ese derecho a las mujeres más desfavorecidas, más olvidadas, de nuestra sociedad.

Cachorros

En el béisbol soy fanático de los Cachorros de Chicago. No es un equipo ganador. Usualmente estamos en el fondo de las tablas peleando por el penúltimo lugar. La última vez que ganamos la Serie Mundial fue en 1908. En el 2000 repartimos camisetas que decían: “Cualquier equipo puede tener un mal... siglo.” Nuestra cultura de la derrota es tan acendrada que, tras estar tres carreras arriba en la octava entrada del sexto juego de campeonato de la Liga Nacional, nos las arreglamos para recibir 17 carreras en 10 entradas y perder dos juegos consecutivos en casa. Será el año que viene... o el próximo siglo.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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