El danzón tiene raíces europeas y sus orígenes formales se encuentran en la isla de Cuba, pero es en México donde alcanzó sus máximos niveles de popularidad y donde se sigue practicando. Por eso quizá Los tiempos del Salón México, una obra de teatro plena de nostalgia y ritmo que se está escenificando en el teatro Ramiro Jiménez de la ciudad de México, nos ofrece a los mexicanos un embrujo tan notable.
Producida por Carlos Peniche y Ramiro Jiménez, la obra esboza una trama sencilla en el México de los cuarenta. Su escenario es el legendario Salón México del centro de la capital, en el cual se mueven padrotes y ficheras, jóvenes ingenuas y ricas mujeres manipuladoras, "bailadores" de danzón y soñadores.
El libreto de Alejandro Orive —también responsable de la dirección escénica— y de Carlos Daniel González tiene elementos que recuerdan la clásica cinta de Emilio “El Indio” Fernández, Salón México, cuyo guión fue escrito por el propio Fernández y por Mauricio Magdaleno. Ahí están, por ejemplo, el consabido concurso de baile y el robo del premio. El desarrollo, sin embargo, es completamente distinto al de aquella cinta clásica de 1948 que protagonizaron Marga López y Miguel Inclán o al de la nueva versión de 1994 que dirigió José Luis García Agraz con la actuación de María Rojo y Edith González.
Los tiempos del Salón México surge del libro homónimo que en el 2002 presentara Carlos Peniche con un texto de Mónica Lavín. Este bello libro incluye reflexiones y recuerdos de la propia Lavín y de personajes como José Luis Cuevas, María Rojo, Paco Ignacio Taibo y Tongolele. Algunas de las anécdotas del han servido ahora para proporcionarle viñetas a la obra.
En un tiempo en que el teatro en México se vuelve a veces amargo y difícil, Los tiempos del Salón México es una obra encantadora. Su argumento sencillo, con héroes y villanos fácilmente reconocibles, con generosa dotación de lugares comunes, recuerda los éxitos de la época de oro del cine mexicano. Quizá esto genere el desprecio de los intelectuales, pero promueve el placer de los espectadores y demuestra porqué en los cuarenta no se requerían subsidios e institutos gubernamentales para que la gente acudiera gustosa al cine. El argumento de la obra, como en las comedias musicales o en las películas de rumberas, se va punteando con cuadros de baile presentados bajo la dirección artística y coreografía de una incansable Beatriz Cecilia, la cual también interpreta el papel principal: De una mujer rica, esposa de un político importante, que acude por las noches a un antro popular en busca de compañía y de baile. Samantha Salgado es la joven ingenua que llega del campo a la ciudad y se enfrenta a las tentaciones de su vida nocturna. Eugenio Montessoro es encantadoramente perverso en su papel del Dandy, el padrote que enamora a las mujeres sólo para desecharlas cuando una nueva le llama la atención. Roberto Sen le presta su potente voz al maestro de ceremonias, indispensable en el género cabaretero, mientras que el joven Jorge Lau es el mesero cojo enamorado de la ingenua provinciana pero condenado a presenciar sus aventuras desde lejos. Guadalupe Quintal interpreta en Pita a un personaje maravilloso y misterioso: Filósofa de cantina, jugadora de cartas y perenne observadora de todo lo que acontece en el Salón México.
Los danzones, bailados tanto por los actores como por un coro excelente, son el elemento que le da unidad a toda la obra. A veces podría pensarse que, como en la clásica película El baile de Ettore Scola, no se requeriría de nada más para narrar la historia. A pesar de la precariedad usual del teatro mexicano, en un momento hay en esta obra más de 30 participantes en escena, entre actores, bailadores y los músicos de la Danzonera Dimas. El esfuerzo de producción es monumental.
En la obra se ofrece un homenaje a las grandes parejas del pasado. En la función especial para la prensa participaron tres veteranas parejas que dieron una lección del arte sutil del danzón. Pero también había en el coro bailadores de poco más de 20 años que despliegan ya con habilidad extraordinaria la magia del danzón.
Quizá por ello, porque sigue habiendo jóvenes que se enamoran del arte de bailar sobre un ladrillo, el danzón no ha desaparecido de México pese al paso del tiempo. Y tal vez por eso mismo queda uno con tan buen sabor de boca tras ver Los tiempos del Salón México.
Subvaluado
El famoso índice Big Mac de la revista británica The Economist establece que, el pasado 22 de abril, con un tipo de cambio de 10.53, el peso mexicano se encontraba subvaluado en 19 por ciento frente al dólar.
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