“Echad los prejuicios por la puerta; volverán a entrar por la ventana”.
Federico II el Grande
Si yo hubiera sido californiano no habría votado por Arnold Schwarzenegger para gobernador. No es un hombre que tenga experiencia en administración pública ni al que se le perciban ideas sólidas en muchos campos. Por otra parte, si bien no me queda duda de que Gray Davis fue un mal gobernador de California, no estoy de acuerdo con esa democracia de referéndum que algunos han impulsado —incluso en México— y que hace imposible que un gobernante pueda tomar decisiones difíciles por temor a ser desplazado del cargo.
Hay una gran distancia, sin embargo, entre las posiciones de Schwarzenegger sobre distintos temas y la caricatura que muchos medios de comunicación en nuestro país han pintado de él, especialmente en el tema de la inmigración. Si esa caricatura fuera real, de hecho, sería difícil entender por qué el 30 por ciento de los votantes hispanos le dieron su apoyo a Schwarzenegger a pesar de que un mexicano-estadounidense, Cruz Bustamante, era también candidato.
La verdad es que las posiciones de Schwarzenegger no son ni cercanamente tan reaccionarias o antiinmigrantes como las que han presentado los medios mexicanos. El inmigrante austriaco fisicoculturista convertido en actor y ahora transformado en político ha declarado en varias ocasiones que, como inmigrante, está a favor de la inmigración, que él considera indispensable para el crecimiento económico de California. Ha propuesto, de hecho, que el gobierno federal —al que le compete este tema— busque alguna manera de legalizar a los millones de inmigrantes indocumentados que actualmente se encuentran en Estados Unidos. En este tema, de hecho, la posición de Schwarzenegger es completamente contraria a la de los viejos conservadores.
La sonada oposición de Schwarzenegger a la iniciativa 60 del Senado de California (SB 60), que permite a los inmigrantes indocumentados obtener licencias de conducir con el único respaldo de la matrícula consular, surge más de una cuestión de seguridad que de una actitud antiinmigrante. El argumento de Schwarzenegger es que estas licencias de conducir no tendrían los mismos elementos de seguridad que las que se expiden al resto de los californianos. Las licencias de conducir normales en California y buena parte de Estados Unidos se otorgan una vez que se han sacado huellas dactilares y éstas se incorporan a una base de datos para impedir que se expidan licencias falsas. El argumento de Schwarzenegger y de muchos expertos en seguridad, es que las licencias dadas al amparo de la SB 60 no podrían someterse a los mismos escrutinios de seguridad que las licencias normales.
Schwarzenegger se opuso hace años a la iniciativa 160 que negaba a los inmigrantes ilegales el acceso a servicios gratuitos de educación y de salud. Uno podrá estar a favor o en desacuerdo con esta medida, pero el argumento de los millones de californianos que votaron por esta iniciativa —que fue posteriormente considerada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia— no dejaba de tener un sustento. El razonamiento era que los contribuyentes de California no tenían por qué pagar por unos servicios que se debían dar gratuitamente a un grupo de personas debido al fracaso del gobierno federal para aplicar las leyes de migración.
Curiosamente, son los conservadores los que podrían encontrar que las posiciones de Schwarzenegger les resultan más inaceptables. El gobernador electo, por ejemplo, defiende el uso de la marihuana para propósitos medicinales. Su posición de que el gobierno debe registrar la posesión de ciertas armas de asalto es considerada anatema por las organizaciones conservadoras estadounidenses. También lo es su negativa a descartar un aumento de impuestos como forma de resolver la crisis presupuestaria heredada del gobierno de Gray Davis. El punto en que Schwarzenegger más difiere de los conservadores, sin embargo, es el de defensa del derecho de la mujer a decidir si debe o no tener un aborto.
Uno podrá estar de acuerdo o no con las posiciones de Schwarzenegger. Yo en lo personal habría votado en contra de la destitución del gobernador Davis porque pienso que la democracia plebiscitaria es sumamente peligrosa. Pero si va uno a apoyar o a cuestionar a algún político es mejor hacerlo por lo que realmente propone y hace y no por la caricatura que de él presentan los medios de comunicación.
Maria
En el plano de las anécdotas, quizá la principal razón por la que yo nunca habría votado por Schwarzenegger es por su declaración de 1998 a la revista Playboy en el sentido de que nunca dejaría que su esposa, la guapa y brillante Maria Shriver, usara pantalones.
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