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Jaque mate/Tasa única

Sergio Sarmiento

“Hay que ser lo suficientemente sensato como para hacer tonterías de cuando en cuando”.

Oscar Wilde

Bertie Ahern, primer ministro de Irlanda, me decía en una entrevista este 15 de enero que su país cobraba en otros tiempos un 40 por ciento de Impuesto Sobre la Renta a las empresas. Como ministro de Finanzas, sin embargo, él mismo bajó este gravamen a 12.5 por ciento, pero un 12.5 por ciento sin excepciones, deducciones o exenciones. El resultado fue un aumento de 400 por ciento en la recaudación y el inicio del milagro económico irlandés.

Los mexicanos no podemos darnos el lujo de no prestarle atención a esta decisión crucial en la historia de uno de los países de mayor éxito económico en el mundo, un país que -como lo señalaba en mi columna de ayer- dejó la pobreza y alcanzó la prosperidad en una sola generación.

La idea de que los países pueden alcanzar prosperidad o justicia social con impuestos excesivamente altos es simplemente falsa. Recordemos el experimento del Reino Unido con tasas de impuestos de más del 90 por ciento en los años sesenta y setenta. El único resultado fue hundir al país que había sido el más próspero del mundo en una prolongada declinación que no terminó hasta que, en la década de los ochenta, se redujo una vez más el Impuesto Sobre la Renta.

El primer ministro irlandés Ahern señala que en la economía moderna los gobernantes deben aprender a distinguir entre la tasa nominal de un impuesto y el rendimiento que se puede obtener de él. Y si con un 12.5 por ciento sin excepciones se obtiene cuatro veces más, y además se genera mayor crecimiento económico, ¿por qué no hacerlo? En México se ha hecho un gran escándalo por el hecho de que hemos reducido la tasa máxima del Impuesto Sobre la Renta de 35 al 34 por ciento. La verdad, sin embargo, es que esta tasa es excesivamente alta para competir con países como Irlanda, China, Corea del Sur y Hong Kong. Y no sólo es alta, y hace que se desmotive la inversión productiva que podría generar empleos y prosperidad, sino que además recauda un risible ocho por ciento del Producto Interno Bruto.

Si de verdad nos interesamos en la recaudación y en generar prosperidad para los mexicanos, tenemos que cambiar de manera radical nuestro sistema fiscal. La estructura actual, con tasas que ascienden progresivamente hasta llegar al 34 por ciento y con excepciones, tratos preferenciales, deducciones y exenciones, ni ha generado inversión y prosperidad ni ha promovido una mayor equidad en la distribución de la riqueza. El sistema es tan complejo y tan injusto que los grandes empresarios pueden siempre encontrar formas de disminuir su carga fiscal porque cuentan con mejores contadores y abogados. Al final son los causantes cautivos, los trabajadores y la clase media, los que terminan cargando la mayor parte del peso.

Veamos el caso irlandés, entendamos las razones de su éxito y construyamos un sistema más sencillo y más eficiente. El Impuesto Sobre la Renta debe tener una tasa única y aplicarse sin excepciones, exenciones o deducciones. La tasa debe ser suficientemente baja como para ser competitiva y atraer inversión, que es la única manera de generar prosperidad.

Si estas condiciones se dan, los ciudadanos comunes y corrientes serán los más beneficiados al tener más empleos y mejores ingresos. El único grupo que se vería afectado -como lo dice el propio Ahern, contador de profesión- serían los ejércitos de contadores y de abogados que hoy dedican buena parte de su tiempo a buscar beneficios fiscales para sus patrones.

Por supuesto, lo ideal sería que esta simplificación se aplicara no sólo al Impuesto Sobre la Renta sino a todo el resto del sistema fiscal. De nada sirve tener una tasa única en renta, si el impuesto al valor agregado es también complejo, poco competitivo y además recauda únicamente el tres por ciento del producto interno.

He escuchado muchos argumentos que nos dicen que debemos mantener nuestro actual sistema fiscal. Que los burócratas, los editores de libros, los autores o los agricultores merecen exenciones. Que debe haber muchas tasas para que el impuesto sea progresivo.

Pero la experiencia de Irlanda y de otros países nos dice exactamente lo contrario. Si queremos tener una economía más próspera y más justa, tenemos que hacer una simplificación radical de nuestro sistema fiscal.

Electricidad

La buena noticia es que bajan algunas tarifas de electricidad. La mala es que la medida tiene propósitos electorales y es artificial. En lugar de reducir los costos reales, invirtiendo en nuevas plantas generadoras de electricidad, se manipulan los precios en un sistema monopólico. Y se hace una distinción entre mexicanos de primera y de segunda: a unos se les cobra una tarifa y a los otros, otra.

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