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Jaque mate/Tecnoagricultura

Sergio Sarmiento

“Solamente quien construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”.

Friedrich Nietzsche

Un milagro parece haber surgido en Pastejé, en el municipio de Jocotitlán, estado de México. No es solamente el hecho de que se estén cultivando ahí tomates en un clima húmedo y frío, que de ninguna manera parecería apropiado para ello, sino que se esté logrando una producción de 65 kilogramos por metro cuadrado cuando el promedio tradicional es de sólo cinco.

La diferencia está en la forma de producción. En Pastejé no se cultiva el tomate a cielo abierto como en Sinaloa o en otras regiones calurosas y secas del país. El trabajo se hace en unos gigantescos invernaderos en que las plantas crecen en un ambiente controlado y se nutren directamente a través de riego por goteo.

El proyecto de la empresa Bionatur está apenas en construcción, pero ya cuenta con dos invernaderos biológicos —de 10 hectáreas cada uno— en producción. Un tercero está terminado y recibirá sus primeras plantas en los próximos días. El proyecto contempla la construcción para 2005 de 200 hectáreas de invernaderos biológicos con 12 adicionales de empaque, vialidades, acequias y zonas de servicio.

Esta empresa es una coinversión de 35 por ciento del grupo español Bionatur y de 65 por ciento de Carlos Peralta. La tecnología que se emplea ha sido desarrollada en buena medida en Europa —particularmente en los Países Bajos (Holanda)— donde la falta de terreno y las condiciones del clima han obligado al cultivo de hortalizas en invernadero.

El proceso de producción en invernadero biológico es radicalmente distinto al de aire libre. El cultivo se realiza a mano por mujeres que parecen estar llevando a cabo una operación quirúrgica. Las semillas plantadas se colocan para su germinación en un criadero o semillero. Cuando los retoños están listos se trasladan a los invernaderos de producción. En los invernaderos se mantiene un control constante sobre las condiciones de temperatura, humedad e intensidad solar. Una irrigación constante y dosificada lleva los nutrientes necesarios a las plantas en un proceso conocido como hidroponía. Todos los factores de la producción se controlan a través de un sistema de computadoras.

El aislamiento de las plantas en los invernaderos se mantiene con estricta disciplina. No hay huecos para que entren bacterias del exterior. Nadie puede entrar al área de cultivo si no se desinfecta los zapatos. Esto hace que no se requieran pesticidas en el proceso de producción y garantiza un producto más saludable.

El proceso está diseñado para devolver a los mantos freáticos una parte importante del agua que se extrae. La irrigación no solamente se dosifica sino que el cultivo en invernadero disminuye radicalmente la evaporación. El agua que no es absorbida por los cultivos, se recicla. Además, los techos de los invernaderos sirven como instrumentos de recolección de lluvia, la cual es canalizada a unas balsas o acequias. Parte del agua de lluvia se emplea para la irrigación, una vez que se asegura que su PH y la conductividad eléctrica son las adecuadas para la producción. A través de pozos de reabsorción se utiliza también el agua de lluvia para reabastecer los mantos freáticos.

Los invernaderos cuentan con su propia área de empaque. Esto permite una operación más eficiente y genera empleos adicionales en la propia zona rural. En la planta se cargan los camiones —con amortiguación especial para evitar que el producto se magulle— que llevan directamente el producto a los mercados nacionales y de exportación. El proceso está diseñado de tal manera que los tomates recolectados pueden estar en 48 horas en Chicago o Los Ángeles. Cuando las 200 hectáreas de invernadero estén ya en producción, en el 2005, se calcula que las instalaciones le darán empleo a unas 2,500 personas. Se trata en muchos casos de empleos agrícolas, pero con mayor especialización y menor dureza que el tradicional trabajo en el campo. En un país como México, donde la legislación limita formalmente la propiedad privada de la tierra, contar con métodos intensivos de producción es esencial. Los invernaderos biológicos son un ejemplo de que el campo mexicano tiene futuro, pero un futuro que requiere ver adelante e invertir en nueva tecnología en lugar de tratar de regresar al pasado.

Fertinal

El lector Fabio Covarrubias Piffer escribe al respecto de mi artículo “Fertinal vs. ING”: “Quiero que sepa que los fraudes y la falta de ética profesional de ING provocaron la pérdida de 4,000 empleos directos, 60,000 indirectos y un daño continuo a 6 millones de campesinos que tienen que pagar más caro el fertilizante... Estamos seguros de que su ego le impedirá aceptar la verdad.”

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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