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Jaque mate/Tiro por la culata

Sergio Sarmiento

“La gente no busca razones sino excusas para hacer lo que quiere.”

W. Somerset Maugham

George Bush ha demostrado ser un verdadero populista en el campo de la economía. En menos de tres años ha cambiado el superávit fiscal que heredó de su predecesor Bill Clinton en el mayor déficit de presupuesto de la historia de su país. En matera agrícola su acto más importante fue aumentar los subsidios ya generosos que reciben las grandes empresas agrícolas estadounidenses. Y en el campo del comercio internacional, su medida más significativa ha sido el establecimiento de aranceles punitivos a las importaciones de acero a los Estados Unidos.

Los costos del populismo no son evidentes de inmediato. Los daños que Bush le ha hecho a la economía de su país y a la del mundo con el monumental déficit de presupuesto y con el aumento de los subsidios agrícolas no se advierten todavía en toda su intensidad. Pero ya queda claro el daño que se le ha hecho a la economía de Estados Unidos -por no hablar de las de otros países del mundo- con el punitivo arancel para la importación de acero.

Efectivamente, el año pasado el presidente Bush ordenó la imposición de un fuerte arancel a la importación de acero a la Unión Americana. La medida, contraria a la supuesta filosofía de libre comercio de Bush, era una respuesta a las presiones de los dueños de la industria del acero en Estados Unidos. La decisión, por supuesto, no se podía presentar de esta manera al gran público, por lo que se afirmó que el arancel proteccionista tenía como propósito proteger los empleos de los trabajadores estadounidenses.

Como suele ocurrir con las medidas proteccionistas, sin embargo, el resultado ha sido exactamente contrario a lo que se pretendía. Un informe de la Comisión Internacional de Comercio en Estados Unidos señala que, si bien el arancel logró el objetivo de fortalecer las utilidades de las empresas acereras estadounidenses, ya que permitió que aumentaran los precios locales del acero en alrededor de un 30 por ciento, ha tenido como consecuencia una pérdida neta de empleos en la Unión Americana.

Las empresas acereras estadounidenses, muchas de las cuales tienen tecnología obsoleta, no han hecho más que aumentar el uso de su capacidad ya instalada para enfrentar la nueva demanda. El número de empleos generados en la industria siderúrgica por el arancel es de alrededor de 16,000, a los cuales se les pueden añadir unos 30,000 más de proveedores de estas empresas. Pero en cambio la industria manufacturera estadounidense ha perdido alrededor de 200,000 empleos, ya que las fábricas de productos terminados que utilizan acero -automóviles, línea blanca, herramientas y muchísimos más- no pueden ya competir con los productores extranjeros que tienen acceso a un acero más barato.

El impacto ha sido especialmente fuerte en las empresas pequeñas y medianas. Las grandes empresas simplemente han sacado del país una parte de la producción. No han podido recurrir a sus plantas en México, ya que nuestro país se vio obligado a aplicar también el arancel proteccionista a cambio de que éste no se aplicara al acero mexicano, pero sí lo han hecho con las instalaciones que tienen en China.

Uno podría pensar que Bush y sus asesores económicos se habrían dado cuenta desde un principio que es absurdo aplicar un impuesto proteccionista a un producto que es parte de una cadena de producción. Y la verdad es que sí hubo voces que señalaron oportunamente lo que ocurriría. El Consejo de Asesores Económicos del presidente Bush, entonces presidido por R. Glenn Hubbard, le entregó al presidente un detallado análisis de las consecuencias económicas del arancel que pronosticaba las pérdidas de empleos. Sin embargo, el presidente Bush, para quedar bien con las empresas siderúrgicas, no cambió su plan.

El daño ya está hecho y es difícil saber qué tanto puede ser revertido. Si bien el impuesto se puede derogar -y según un artículo del Washington Post de este pasado 19 de septiembre a esto se inclina el gabinete- ya muchas de las empresas que han trasladado su producción a China no la regresarán.

Pero si el impuesto no se elimine toda la industria fabricante de productos finales de acero terminará por desaparecer en los Estados Unidos. Y así no habrá ya quien compre el acero que los burócratas de Washington trataron de proteger.

Fructosa

No veamos con demasiada condescendencia a los funcionarios del gobierno de Bush. Lo que ellos hicieron en el caso del acero lo hicieron igual nuestros legisladores en la fructosa. Al imponerle un impuesto prohibitivo a este edulcorante, han golpeado duramente la competitividad de nuestra industria de productos alimenticios terminados.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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