"Los partidos trataban de hacer de él un político, cuando no era más que un gran mexicano". Justo Sierra (escribiendo sobre Vicente Guerrero)
Es verdad que el secretario de Gobernación, Santiago Creel, es un admirador de Juárez y a menudo se ha retratado junto a un retrato de él que se encuentra en su oficina. Pero Creel es un panista singular. Pertenece a ese pequeño grupo de panistas que se identifican con el liberalismo y no con el conservadurismo moralista.
Me parece que es un buen momento para recordar a Benito Juárez. No quiero caer en patrioterismos de escuela de primaria. Ni me interesa recitar la historia lastimera del pastorcito indígena de Guelatao que se levantó por su esfuerzo personal hasta convertirse en presidente de la República. Pero sí creo que estos son tiempos en que vale recordar a uno de los estadistas más importantes de nuestra historia.
Juárez era un liberal, un verdadero liberal. Esta es una realidad incómoda para muchos de nuestros políticos que ahora rechazan el liberalismo. Pero eso no significa que se atrevan a cuestionarlo. Incluso en el actual gobierno, que procede de un partido, el PAN, que tradicionalmente ha sido crítico de Juárez por su papel en la expropiación de los bienes de la Iglesia, el rechazo se ha trocado en la pleitesía habitual para los próceres.
Es verdad que el secretario de Gobernación, Santiago Creel, es un admirador de Juárez y a menudo se ha retratado junto a un retrato de él que se encuentra en su oficina. Pero Creel es un panista singular. Pertenece a ese pequeño grupo de panistas que se identifican con el liberalismo y no con el conservadurismo moralista.
En un momento en que el gobierno de Fox pretende asumir una política de intervención en los asuntos internos de otros países, ahora que participamos activamente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que votamos en contra de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos, el recuerdo de Juárez resulta indispensable. El nuevo dogma de nuestra élite diplomática sostiene que el principio de no intervención en los asuntos internos de otros pueblos fue una invención de un PRI tan avergonzado de sus abusos que evitaba cuestionar a otros países para que ellos a su vez no señalaran nuestras faltas. Ha sido tan poca la cultura de los miembros de nuestro actual gobierno que nunca se dieron cuenta de que Juárez, con su principio de que el respeto al derecho ajeno es la paz, vivió mucho antes de la creación del PRI. El liberalismo de Juárez no se manifestaba solamente en el campo de la política exterior. Juárez era, por ejemplo, un decidido defensor del libre comercio y de la libertad económica en general.
Además, el único indígena que ha llegado a la Presidencia de la República en casi 180 años de régimen republicano estaba absolutamente convencido de que la manera de rescatar a los indígenas de su aislamiento y pobreza era a través de su integración en la sociedad mexicana de su tiempo. Nada de preservar los usos y costumbres o de mantener las tierras en propiedad comunal. Para su progreso los indígenas debían tener instrucción de calidad, entrar de lleno en el mercado y contar con derechos plenos de propiedad.
No hay duda de que la experiencia personal de Juárez fue crucial en el desarrollo de estos puntos de vista. A pesar de la discriminación contra los indígenas, él pudo abrirse paso en la sociedad mexicana de su tiempo porque las circunstancias le hicieron abandonar la trampa de los usos y costumbres y el aislamiento en la comunidad. A Juárez no se le podía convencer de que los indios no tenían la capacidad de instruirse y destacar en la sociedad mexicana por su propio esfuerzo. Si él había podido hacerlo, ¿por qué los demás no?
Hoy quienes se dicen progresistas, quienes se adhieren a los dogmas de nuestra izquierda, quienes le rezan todas las mañanas a Marcos, el profeta del indigenismo criollo, han retomado las posiciones de los conservadores decimonónicos que Juárez tanto combatió. Quieren encerrar nuevamente a los indios en reservaciones. Quieren atarlos a la propiedad colectiva de la tierra. Y buscan despojarlos del derecho a elegir a sus gobernantes locales a través del sufragio libre y secreto. Claro que Juárez era un realista en la política. Conocía perfectamente