“Siempre la mala paz es mejor que la mejor guerra”.
Cicerón
Nueva York.- El gobierno de los Estados Unidos ha decidido lanzar una ofensiva de relaciones públicas para convencer a los ciudadanos estadounidenses y al mundo en general de la necesidad de tomar medidas militares en contra del gobierno de Iraq. El secretario de Estado Colin Powell, quien había sido considerado hasta hace poco el integrante más pacifista, o cuando menos moderado, en el gabinete de George W. Bush, ha tenido sorprendentemente el papel principal en este esfuerzo. No sólo fue él el encargado de llevar el mensaje de la necesidad de la guerra a los empresarios del Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, sino que presentó las pruebas ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que los organismos de inteligencia estadounidenses han recabado sobre los supuestos programas de armas de destrucción masiva de Iraq. Powell ha sido en los últimos días, además, el principal vocero gubernamental en programas de televisión y entrevistas de prensa que tienen como objetivo convencer al gran público de la necesidad de la guerra.
El escepticismo, sin embargo, sigue prevaleciendo en buena parte del mundo. En la Gran Bretaña, donde el primer ministro laborista Tony Blair ha apostado buena parte de su capital político a la guerra, las encuestas de opinión le son cada vez más desfavorables. En España, el presidente del gobierno José María Aznar, del Partido Popular, enfrenta un fenómeno similar, y por primera vez en años la intención de voto se inclina por el Partido Socialista, el cual mantiene su rechazo a la guerra. El presidente francés Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schröeder han logrado, mientras tanto, fortalecer sus posiciones políticas internas gracias a su resistencia a la guerra.
Incluso dentro de los Estados Unidos se ha generado un cambio gradual en la actitud de la gente. La memoria de los atentados del 11 de septiembre de 2001 sigue presente entre los estadounidenses, pero la gente no ve que haya una relación clara entre ellos y el régimen iraquí de Saddam Hussein. Más de la mitad de los estadounidenses se sigue mostrando partidarios de la guerra, pero el número baja drásticamente cuando se plantea la posibilidad de que las fuerzas armadas estadounidenses actúen sin el respaldo de las Naciones Unidas.
México se encuentra, de alguna manera, entre la espada y la pared. No hay ninguna duda de que la mayor parte de la población mexicana se opone a un ataque a Iraq. El propio gobierno mexicano, después de una actitud inicial favorable a Estados Unidos, se ha vuelto cada vez más cauto en el tema. El propio presidente Fox ha declarado que México se opone a una acción bélica que no esté avalada por las Naciones Unidas. Y las dudas del gobierno mexicano sobre la justificación de este ataque se han vuelto cada vez más evidentes.
Desafortunadamente para nuestro país, sin embargo, nosotros mismos nos hemos colocado en una situación muy difícil. A nadie le habría importado la posición de México en este tema —como nunca le ha importado a la comunidad internacional— de no ser por nuestra participación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero el voto que ejerzamos en el Consejo tendrá consecuencias enormes para nuestro país.
Si votamos en contra de la guerra, como podría sugerirlo la posición que el presidente Fox ha tomado en los últimos tiempos, el gobierno de los Estados Unidos, que ha lanzado un mensaje en el sentido de que los países del mundo son o amigos o enemigos, nos colocará dentro del grupo de los enemigos. Y esto puede tener consecuencias muy negativas debido a la importancia de nuestra relación económica con la Unión Americana. Un voto a favor de la guerra, con la actual falta de pruebas sobre el supuesto programa de armas de Iraq, sería repudiado por el pueblo mexicano y debilitaría al Presidente en vísperas de las elecciones del próximo seis de julio. Una abstención sería considerada como una traición por los estadounidenses y como una muestra de cobardía por las fuerzas políticas internas.
Lo peor de todo es que México no habría tenido que estar en esta situación. Nadie nos obligó a entrar al Consejo de Seguridad. Nosotros mismos luchamos por hacerlo. Ahora tenemos que pagar las consecuencias de la miopía de la que hicimos gala en un intento por satisfacer la vanidad de nuestros funcionarios públicos.
Materiales desaparecidos
Las mejores pruebas de Estados Unidos contra Iraq son negativas. ¿Qué hizo Iraq con los miles de litros de materiales químicos y biológicos para armas que supuestamente tenía en la década de 1990? Iraq nunca ha explicado qué pasó con ellos. La gran pregunta es si esta omisión es suficiente para justificar una guerra.