“La Constitución General de la República prohíbe que nos asociemos al capital
extranjero, pero fuera de México
lo podemos hacer y Pemex lo está
haciendo con algunas de sus sucursales que ya tiene en Texas para refinar”.
Vicente Fox
Quizá el peor enemigo que tiene el presidente de México se llama Vicente Fox. La declaración que cito en el epígrafe de este artículo la hizo el Presidente la noche del miércoles 27 de septiembre en Nueva York, en una reunión con la Asociación de Política Exterior, un grupo de empresarios estadounidenses.
La reunión debió haber sido privada, esto es, debió haberse llevado a cabo sin la presencia de reporteros. El grueso del equipo de periodistas que acompañaba al Presidente en la gira de Nueva York ya se había retirado del recinto cuando se inició la reunión. Pero alguien pudo grabar las palabras del Presidente que este pasado viernes se convirtieron en encabezado de primera plana de varios periódicos. Decir que Pemex se irá del país si no se llevan a cabo las reformas estructurales que permitan una mayor inversión privada en la industria petrolera se antoja como una amenaza insensata.
Pemex no es una empresa privada: no puede hacer simplemente lo que más le convenga a sus accionistas (que somos, supuestamente, todos los mexicanos). El gobierno controla su consejo de administración y toma las decisiones fundamentales de la empresa. Por eso la amenaza de que Pemex se irá del país puede ser interpretada como un simple berrinche. Las palabras del Presidente fueron ciertamente una gran irresponsabilidad. El gobernante tiene obligación de sopesar cuidadosamente sus palabras, aun cuando piense que la prensa no está presente. Las declaraciones de un mandatario tienen vida propia y deben, por lo tanto, usarse con extremo cuidado. Es inevitable que en alguna ocasión el Presidente pueda expresar alguna idea que genere problemas o pueda ser tomado fuera de contexto. Pero el problema surge cuando se mete constantemente en líos porque habla sin cuidado. Y lo peor de todo es que en esta discusión el Presidente tiene razón.
Pemex ha tenido ya que salir del país para llevar a cabo procesos que en México no se permiten a la inversión privada, no sólo a la extranjera. El caso más notable es el de la refinería de Deer Park, en las afueras de Houston, Texas, que Pemex estableció en sociedad con la empresa Shell. Cuando en 1993 se inició este proyecto Pemex necesitaba urgentemente una planta que pudiera refinar petróleo crudo pesado para producir gasolina sin plomo.
Lo lógico habría sido llevar a cabo la inversión en México, generando empleos en nuestro país; pero la legislación impedía contar con un necesario socio que aportara capital y tecnología.
Pemex finalmente compró la mitad de Deer Park y renovó la refinería en un proyecto conjunto con Shell que es hoy la sexta refinería de Estados Unidos. Pemex tiene una cantidad relativamente limitada de dinero para financiar su expansión. Su endeudamiento, por otra parte, es ya excesivamente alto, por lo que no conviene seguirlo elevando. Pemex ha tomado la sensata decisión de concentrar la mayor parte de su capital disponible en extracción de petróleo crudo: ahí es donde la rentabilidad es mayor y donde mayor urgencia hay para encontrar y desarrollar nuevas reservas que impidan que el país se quede sin petróleo.
La refinación es un buen negocio, por lo que no deberían suspenderse las inversiones en este campo, pero no es ni tan rentable ni tan urgente.
De ahí que en este caso en particular el Presidente tenga razón. Si la legislación no abre las puertas a la inversión privada en refinación, o Pemex tendrá que ir fuera del país a buscar las coinversiones necesarias o, peor aún, México tendrá que seguir importando gasolina de empresas extranjeras. Lo importante aquí, sin embargo, no es qué se dice sino cómo se dice. Plantear simplemente que Pemex se irá de México si no se llevan a cabo las reformas, aunque el Presidente pueda argumentar que sus palabras fueron tomadas fuera de contexto, es asegurar que las resistencias a las reformas se multipliquen.
El error es particularmente serio si las palabras provienen del Presidente de la República. Vicente Fox tiene que recordar en algún momento el prudente dicho español: “Nunca te arrepentirás de la palabra que no digas”.
Gas
Lo que ocurre en gasolina sucede también en gas natural. Pemex no puede distraer sus escasos recursos del petróleo crudo al gas natural. Lo lógico es desarrollar los yacimientos con inversión privada. De lo contrario, seguiremos importando gas natural y generando empleos en Estados Unidos, paradójica consecuencia de una política que se pretende nacionalista. Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com