Por Gabriel Bauducco
El Siglo de Torreón
MÉXICO, DF.- Mítico, mutante, mentiroso Joaquín. Un señor Sabina que escribe canciones y que se ha hecho famoso cantando cuestiones íntimas y retorcidas. Joaquín Sabina, un caballero español. Amargado muchas veces. Algunas otras un soñador.
Decenas de discos, millones de copias vendidas y él, como si nada. Como si siguiera con los ojos puestos en la estratosfera de sus delirios adolescentes, cuando se subió a un tren desde Jaén para apostarle a la vida en Madrid.
Es de esos que anda siempre acompañado de una muchacha unos cuántos años más joven que él. De los que se toman la vida como les vine, de frente al toro y sin capote, porque, a lo mejor, es que no sabe hacerlo de otra manera. A lo mejor es que Joaquín Sabina no ha encontrado la manera de sobrevivir elegantemente siendo un inadaptado social, aunque el término le cause mucha gracia.
-Cigarros negros y alcohol, ¿cuándo piensas morirte? ¡Te voy a enterrar!
Por favor, un poco de coherencia. Prometiste morir a los sesenta años, faltan apenas seis.
“Sí, pero me paso la vida rompiendo mis promesas. Y, a esta altura, no voy a convertirme en un hombre serio”.
-(Joaquín Sabina había empezado su día a las cinco de la tarde. Era la media noche, tenía un vaso de gin en las manos y fumaba como un volcán. Joaquín estaba pálido, casi verde, de nunca ver el sol).
“Es verdad que fumo negros, es verdad que bebo whisky, es verdad que salgo por las noches... eso me parece la cosa más normal del mundo a la que tengo perfecto derecho.
Pero todo eso, plasmado en los medios de comunicación, se transforma en una caricatura de mí mismo. No es cierto que llego todos los días a las seis de la mañana despierto. Imagina, es agotador estar siempre de orgías, muy aburrido. ¿No te parece?”.
-No sé cómo es estar siempre de orgías.
“Ah... no sabes lo que te pierdes”.
-¿No te cansas de lanzar opiniones sesudas?
“Pues claro, pero también me la paso haciendo bromas crueles sobre mí mismo. Realmente, que alguien encuentre entre todo lo que yo digo, alguna cosa que parezca ejemplar, a mí me resulta francamente increíble. Es terrible.
No digo que no sea un poco culpable de alimentar esas cosas, pero... cuando uno cuenta detalles que pertenecen a su vida, todo se vuelve fantástico. Mucha gente vive de noche, como los serenos y las prostitutas”.
-Hablando de prostitutas... usted se quejó de que cobran demasiado caro, ¿estuvo informándose?
“No, hombre. ¡Estuve arruinándome!. He gastado un dineral”.
-¿Es demasiado impertinente que un joven de 30 años te dé un consejo?
(Lo piensa) “Es demasiado impertinente”.
-No importa, te lo doy igual: no gastes ese dinero, porque hay un montón de mujeres dispuestas a pasar la noche contigo, por puro placer, sin necesidad de que les pagues.
“Es que yo soy un caballero español. Si no les pago, no logro excitarme con ellas. Es un trato noble. Y la única relación decente que hay entre un hombre y una mujer se consigue pagando”.
-Me desilusionas.
“Bueno, hombre... Si tienes 30 años, pues, ya es hora... Mira, yo a las mujeres les pago, pero, de vez en cuando, encuentro alguna con un absurdo sentido de la dignidad, y me devuelve el dinero en la mesa de noche. Entonces yo me pongo muy contento, porque ya tengo un dinerito más para gastarme con otra que no tenga dignidad.
Todos los artistas se enojan cuando alguien les dice: ‘¿no te das cuenta de que las chicas van contigo sólo por la fama y el dinero?’. Yo contesto: ‘naturalmente, y me ha costado mucho esfuerzo conseguirlo’”.
-Te tomaron una foto besando al músico argentino Fito Páez en la boca, antes de la pelea entre ambos, por supuesto... ¿haces eso muy seguido?
“De ni ninguna manera, sólo cuando hay un fotógrafo cerca. De otro modo no lo hago ni bajo tortura”.
-¿Es que no le gustan los hombres?
“No, es que me molesta su nariz”.
-¿Nada más que su nariz?
“No vamos a hablar de eso ahora”.
-¿Será mucho pedir que hablemos un rato en serio?
“Entiéndeme, es que me siento muy humillado. En este preciso instante otros cantantes son entrevistados por mujeres guapas... y yo por ti”.
-¿Es que tan feo te parezco?
“No es eso, es que no hay ningún fotógrafo cerca, así es que a ti no te voy a besar”.
-¡Joaquín, un poco de cordura! La gente va a pensar que se trata de una charla de borrachos.
“Es bueno que la gente se lleve una visión acertada de la realidad”.
Como un reptil
-Sabina, ¿te hartas de ti mismo?
“De mi caricatura. Uno tiene que hacer negocios consigo mismo para seguir viviendo y yo negocio conmigo para no odiarme demasiado. Pero aún no aprendí a controlar lo que digo para que cuando salga escrito no suene mucho más ridículo todavía”.
-¿Sirve de algo que yo prometa cuidar tus dichos?
“También yo prometí cuidarme y... mira como estoy”.
-¿Arruinado, quieres decir?
“Eso lo has dicho tú”.
-¿Naciste el 12 de febrero de 1949?
“Mejor pasemos a la siguiente pregunta”.
-Hablemos de tu vanidad, entonces.
“El hecho es simple: mi terapia, mi modo de supervivencia, es el humor, no la guerra”.
-¿Para escapar de qué?
“Bueno... para burlarme de un mundo ridículo en el que yo estoy incluido ridículamente. Es imposible que uno pueda tomarse en serio que tu estés entrevistándome, pensado que lo que yo diga es publicable. En ese sentido yo tengo muy poco respeto por ti, pero mucho menos por mí y por esta situación. Así es que prefiero divertirme”.
-Pero no aplicas el humor sólo para reírte de la ridiculez del mundo, sino también de la tuya.
“Es que yo no quiero convertirme en un miserable: eso es el que se burla de los demás y no de él mismo. Yo tengo serios motivos para burlarme de mí, porque me conozco”.
-Reconocerás al menos que estás altamente entrenado en el oficio de dar entrevistas.
“Inevitablemente. Hace un rato yo pensaba, hablando en serio...”.
-También yo quiero hablar en serio.
“Pues bueno, mi vocación es escribir canciones y cantarlas en público. Pero parece que ese oficio incluye tener que dar entrevistas. Tal vez yo no sea tan valiente como para rechazarlas a todas”.
-O tal vez, en realidad, te guste no hacerlo.
“Tal vez. Yo me divierto en las entrevistas porque, como público, me parece mucho más interesante una entrevista como ésta que una con la rigidez de un político”.
-¿Quién dijo que no resulta interesante hablar de tus profundidades, por qué no de tus miedos?
“¿Tú quieres que hablemos de Páez (ríe)?”.
-¿Qué temes de Fito?
“Es que tú no lo conoces... Tengo que vengarme (ríe otra vez). Él ha de estar con una chica súper guapa y yo contigo, que estas sin afeitar”.
-No vas a lograr que me ponga siliconas en el pecho.
“No, claro, por favor. Si lo único que me ilusiona de ti es que no estás operado”.
-Joaquín, ¿cómo se llama la madre de tus hijas?
“Se llama Isabel (lo dice y, de golpe, se frena)... Oye, tú que te quejas de que no te hablo en serio... Esta es la primera vez que digo su nombre en una entrevista, porque siempre me lo han preguntado como hurgando, no con naturalidad. Bueno, así se llama y la quiero mucho, somos íntimos amigos, pero de verdad. Y mis hijas se llaman Carmela, de trece años, y Rocío, de 11”.
-¿Y eres un buen papá?
“No, claro que no. Soy apenas un caballero español”.
-¿Será que te ocupas mucho de divertirte y sólo de eso?
“Yo he defraudado siempre a todo el mundo, esto es en serio”.
-¿Y te pesa?
“Sí, soy un caballero, pero con complejo de culpa. Mi autoestima es semejante a la de (Franz) Kafka. En un zoológico yo no desentonaría entre los reptiles. A propósito. Esta última frase la he repetido no menos de siete veces hoy día. Por favor no la quites de la nota, para que el resto de los periodistas se den cuenta de que, en realidad, les estuve tomando el pelo a todos”.
Un ser inconsolable
-¿Es demasiado pusilánime hablar de drogas diciendo “no hay que drogarse”?
“Mira, cuando leí en el diario que la Organización Mundial de la Salud había descubierto que la marihuana era menos nociva que el tabaco y que el alcohol y que no lo había publicado... yo fumo ‘canutos’ desde hace mucho años. Y nunca pensé que iba a solidarizarme con Andrés Calamaro si lo metían preso por decir que tenía ganas de drogarse en un recital, pero... desde luego, que nos metan a todos, porque es absolutamente ridículo.
Lo que hay que hacer es decirles a las madres: ‘no se preocupe usted si su hijo fuma marihuana, preocúpese usted un poquito si su hijo ‘esnifa’ coca los fines de semana, preocúpese un poquito más si lo hace todos los días, preocúpese muchísimo si se pincha’. Pero englobar las drogas me parece una infamia”.
-Y entonces, ¿qué hay que hacer?
“Pues no lo sé. Lo que sí tengo claro es que esto no se arregla con hipocresía. Había un canto de la hinchada de Boca Juniors de Argentina que, cuando (Diego) Maradona tenía problemas con las drogas, decía: ‘Diego no se drogó, Diego no se drogó. Antidoping a Menem, la p... madre que lo parió’. Yo no podía creer que dijeran que Diego no se había drogado. Pero luego siguieron: ‘Diego sí se drogó, Diego sí se drogó. Vamo’ a drogarno’ todos, la p... madre que lo parió’. Y eso me pareció un buen equilibrio”.
-Cosa extraña el equilibrio. Se supone que si uno es equilibrado, debe agradecerlo a los padres, por las enseñanzas que le dieron.
“Se supone, pero yo no estoy seguro de eso. Sobre todo tratándose de mis padres”.
-Tus papás: ¿Cómo se llamaban, qué hacían, que te dieron?
“Mi padre Jerónimo y mi madre Adela. Él era comisario de policía y ella era... madre. Y me dieron... ganas de huir, lo juro. Aunque es cierto que mi padre me dio más cosas. Escribía una poesía muy mala pero métricamente correcta y eso me dio mucho gusto. Y mi madre... no estoy seguro, pero creo que mi carácter se parece mucho al de ella. Cuando yo tenía apenas seis o siete días de nacido estaba muerto de hambre y le pedía teta a mi madre. Pero ella me contestó: hijo, es mejor que seamos sólo buenos amigos”.
-¿Les debes algo?
“Sólo el glorioso momento en el que estuvieron en la cama y por el que yo nací. Aunque, conociéndolos, pienso que no debe haber sido tan glorioso. Te das cuenta por qué soy un ser inconsolable. Mi madre se acostaba con un policía, que era mi padre. Y, encima, ahora tengo un hermano que también lo es”.
-¿Cómo se llama?
“Caín”.
-Estás bromeando.
“Claro, se llama Paco, es mayor que yo”.
-¿Por qué siempre estás huyendo de la realidad con tanto chiste inoportuno?
“Porque me da la gana”.
-Dijiste que tu vida sería siempre mucho mejor sobre un escenario que fuera del él, ¿por qué?
“Porque sobre el escenario pasan cosas increíbles. Y, aunque no lo creas, tiene poderes curativos. Imagínate que alguna vez he pisado uno, muriendo de un dolor de muelas. Y al empezar el show se me pasaba. Pero en el mismo segundo que terminaba volvía el dolor. El escenario es un planeta distinto que no tiene las leyes de la vida y te puede durar un segundo o la eternidad completa”.
-¿Por qué cuando tienes ganas de llorar te encierras en el baño?
“Porque un caballero español nunca llora en público”.
-Eso es una estupidez.
“Sí, ¿y qué?”.
-¿Qué te hace llorar?
“Un caballero español nunca cuenta por qué razones llora”.
-¿Jugamos un rato a que dejas de ser un caballero español y te conviertes en un humano normal?
“No, porque eso implicaría sentir mucho dolor y... no estoy dispuesto”.