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Jueves de Corpus/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Justicia lenta no es justicia.” Anónimo

Hoy se cumplen 32 años de la matanza del jueves de Corpus: el ataque brutal que el grupo conocido como los Halcones llevó a cabo en la zona de San Cosme, en la ciudad de México, en contra de una manifestación que había salido del casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional.

Si bien es mucho ya lo que conocemos de lo ocurrido ese día, aún permanecen sin respuesta dos preguntas clave: ¿quien ordenó la agresión? y ¿para qué? Una conversación ayer con Jesús Martín del Campo, subtesorero del actual gobierno Distrito Federal, quien participó en la manifestación del diez de junio y perdió en ella a un hermano, Eduardo, me ha ayudado a ordenar la información y a llenar los huecos.

Sabemos que los hechos del jueves de Corpus sí fueron una matanza. El ex presidente Luis Echeverría señaló en varias ocasiones en los últimos años que nadie podía citar siquiera un nombre de alguna persona fallecida en la represión de esa manifestación estudiantil. Martín del Campo afirma que él y otros interesados han logrado reunir los nombres de cuando menos 37 de las víctimas, incluyendo a su propio hermano.

Sabemos también que quienes perpetraron el ataque, los Halcones, eran un grupo de choque organizado en la Subdirección de Servicios Generales del entonces llamado Departamento del Distrito Federal. Según las declaraciones formales disponibles, este grupo se formó en la capital en 1966 o 1967 como una organización para enfrentar a grupos sediciosos. En 1971 el subdirector de servicios generales del gobierno capitalino, quien tenía el control operativo del grupo, era el coronel Manuel Díaz Escobar. Los Halcones estaban dados de alta en la nómina gubernamental como personal de servicio en parques y jardines. Pero sus funciones reales no tenían nada que ver con estos propósitos.

El propio director de servicios generales en ese entonces, José Antonio González Aleu, ha declarado que consultó con el regente de la ciudad, Alfonso Martínez Domínguez, al respecto de ese grupo. El regente, según cuenta González Aleu, le respondió que no indagara más sobre ese grupo, ya que su control se mantenía directamente desde Los Pinos.

Las declaraciones disponibles señalan que a los Halcones se les dio la instrucción de dispersar la manifestación -no la de matar a los participantes— esa tarde lluviosa del diez de junio. La marcha tenía como propósito ostensible ofrecer una expresión de solidaridad con los estudiantes de la Universidad de Nuevo León que se oponían a una nueva ley orgánica impuesta por el gobierno estatal. Sin embargo, dado que la marcha se llevaba a cabo en los primeros meses del gobierno de Echeverría, y poco después de que éste había liberado a los presos del 68 que aún quedaban en Lecumberri. Parecía también una forma de medirle el temple al nuevo gobierno y de poner a prueba sus promesas de democratización.

En algún punto las órdenes de dispersar a la manifestación se convirtieron en una matanza. Los Halcones al parecer deberían haber estado armados solamente con varas de bambú, pero algunos llevaban armas de fuego y empezaron a disparar en contra de los manifestantes. La represión pronto se convirtió en abierta cacería. Los Halcones no sólo persiguieron a grupos de estudiantes durante horas, sino que incluso ingresaron al hospital Rubén Leñero para llevarse a los heridos, presuntamente para rematarlos.

El presidente Luis Echeverría se declaró indignado en un principio ante la matanza y prometió una investigación sobre lo ocurrido. Martínez Domínguez fue destituido o renunció a su cargo como regente de la ciudad de México, con lo cual el presidente implícitamente le echaba la culpa de lo sucedido. Pero la investigación formal que prometió con tanta indignación nunca tuvo lugar. Tuvieron que pasar tres décadas para que el actual gobierno de la república, por orden expresa de la Suprema Corte de Justicia que consideró una denuncia de Martín del Campo y otros, empezara una investigación formal bajo la fiscalía especial que encabeza Ignacio Carrillo Prieto.

Echeverría y Martínez Domínguez se han culpado mutuamente de lo ocurrido el diez de junio de 1971. Todo parece indicar, de hecho, que la matanza fue producto de una disputa entre los dos. Lo que es inaceptable es que las vidas de una treintena de jóvenes se hayan perdido por un pleito que hoy ya nadie recuerda.

DEFLACIÓN

La buena noticia es que México parece haber derrotado el problema de la inflación. La mala es que ahora tenemos deflación. Los precios al consumidor bajaron 0.32 por ciento este pasado mes de mayo. La deflación es un producto de la debilidad de la economía. Y resulta más difícil de vencer que la inflación. Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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