La dilación es una vieja tradición militar, como mantener las botas brillantes. F. Ángeles
-No hay hora que no se llegue y tiempo que no se cumpla- reza un refrán popular, sólo que en México parece ser que como el bíblico Josué cuando mandó detener el sol, en nuestro país también se detuvo, pero el tiempo y hasta el oscurantismo se apoderó de los encargados de hacer justicia a tanto oprobio que recibimos por parte de la oligarquía que entre usufructos y fatuidades menoscaba al pueblo. Los asesinos del 2 de octubre de 1968 nadie los ha tocado ni con el rocío de una margarita silvestre. Hace 35 años en la masacre acaecida la noche de Tlatelolco, alguien fue o fueron culpables, (muchos de ellos ya fallecidos) los vivos aún libres, lo mismo pasa con los que el Jueves de Corpus en 1971, otra canallada y los de la Guerra Sucia entre 1970 hasta los años ochenta en los regímenes de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo.
La Comisión de la Verdad, fiscalía especial nombrada por el presidente Fox para investigar crímenes del 1968 y demás canalladas por ex funcionarios y ex militares, es una causa perdida y además desbalagada entre millones de fojas y artículos. La prueba es que a dos años ni un ápice se ha avanzado. Conociendo las trabas que existen y lo engorroso que resulta el investigar lo más probable es que como hace 35 años sea cosa “archivada” y sólo una corta historia en los libros de texto, un recuadro en una página y nada qué recordar, mucho menos celebrar luto en su día. Para colmo ahora aseguran muchos priistas del viejo régimen que en ese entonces el (su) gobierno tuvo razón. Aún deambulan por ahí algunos generales y ex funcionarios retirados pero viviendo de las prebendas que esa noche de Aquelarre con sacrificio de inocentes les brindó mejores puestos.
Si la noche de Tlatelolco (1968) y el Jueves de Corpus tres años después (1971), fueron acciones relampagueantes, un día, unas horas y limpieza total, la sangre derramada es tinta indeleble y parteaguas en la historia de México. Alguien por ahí tuvo que prepararlas, con el consentimiento del mero jefe, de eso no hay duda y si la Fiscalía Especial no quiere llegar, ese es otro cantar. Antes del 1968 ya se gestaba otra fogata en México, la de Madera, Chihuahua el 23 de Septiembre de 1966 y fue cruelmente exterminada, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez en la sierra de Guerrero y Michoacán, la guerrilla urbana con grupos o ligas, la principal 23 de Septiembre. So pretexto de exterminar a los guerrilleros comunistas, muchos militares y agentes de seguridad nacional le dieron gusto a sus instintos carroñeros y como jefes intelectuales fueron Luis Echeverría Álvarez presidente de la Republica en ese entonces y Mario Moya Palencia, este último el brazo fuerte y ejecutor del jefe con guayabera. Miguel Nazar Haro en ese entonces jefe de la Federal de Seguridad Nacional y quien formó la inquisidora Brigada Blanca, con derecho para penetrar entre la Judicial federal, la estatal y al mismo Campo Militar Número Uno, donde eran llevados los jóvenes para su interrogatorio -los que tenían suerte-, los más a casas de seguridad y desaparecidos, masacrados o arrojados desde un avión al mar en un costal o amarrados de pies y manos. Y ahora nos asombramos de Atila y sus Hunos, o de Rodolfo Fierro el lugarteniente de Villa.
Así como han desfilado muchos multihomicidas ante la corte de Baltasar Garzón en España es saludable que los protagonistas y principales autores intelectuales y materiales de esos crímenes contra nuestros paisanos y hermanos no queden sin castigo... es preciso que nuestra cancillería proponga una extradición para aquel país (España) y sean juzgados por los crímenes que cometieron contra inocentes... no es que se dude de los jueces y las comisiones encargadas o de las fiscalías especiales para el caso... pero... pero... como están las cosas en México y, si no se le puede quitar el fuero a un Diputado o un Senador menos llegará el día en que los verdaderos criminales de Tlatelolco y otros crímenes de Estado pisen una cárcel... Comentarios;
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