París (EFE).- Una antigua enfermera de un servicio de pacientes terminales del hospital de Mantes-la-Jolie, al este de París, se sienta desde hoy en el banquillo por siete asesinatos de enfermos, en un juicio en el que flota el debate sobre la eutanasia.
Christine Malevre, de 33 años, se enfrenta a una posible pena de cadena perpetua si los magistrados del Tribunal de lo Criminal de Yvelines, en Versalles, la declaran culpable de la muerte de siete pacientes que fallecieron entre febrero de 1997 y mayo de 1998 cuando estaban internados en el servicio de neuro-neumología.
La alerta sobre el comportamiento de Malevre la dio el mismo director del establecimiento hospitalario, que en esa última fecha denunció ante el tribunal de Versalles sus sospechas de una "eutanasia activa", y al mismo tiempo cambió a la enfermera que llevaba desde 1995 trabajando en el mismo servicio.
En un primer momento, se despertó un movimiento de simpatía por la enfermera, que llegó a reconocer haber dado muerte a cinco, luego a 10, a 20 y hasta a 30 enfermos que, aseguró, se lo habían pedido para acabar con sus sufrimientos.
El entonces secretario de Estado de Sanidad, Bernard Kouchner, tras recordar que la eutanasia era ilegal, dijo sentir "compasión" por una mujer para la que no quería que se sintiera "perdida, como algunos enfermos aislados, encerrados en servicios donde se mira cómo se mueren".
Su aparición en un programa de televisión, donde se quejaba de que se le estuviera impidiendo ejercer su oficio, coincidió con el apoyo que recibió de comités de enfermeros y de la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente, que reforzaron su imagen de víctima.
Pero esa impresión duró poco: los familiares de enfermos terminales muertos en el hospital de Mantes-la-Jolie empezaron a plantear, en forma de denuncias contra Malevre, las dudas que tenían sobre el desenlace final del historial clínico de sus parientes.
Precisamente, en una de las muertes por las que está inculpada, la enfermera ha admitido que cometió un error al administrar demasiado deprisa una importante dosis de morfina, pero sólo después de que el paciente, que tenía un cáncer de laringe, le hubiera dicho un día: "señorita, haga algo, hay que acabar".
Falso, replican dos enfermeras del mismo servicio de neuro-neumología y la mujer del fallecido, que no estaba en estado de haber pedido nada, según su testimonio.
A esas declaraciones se sumaron los análisis psicológicos a que fue sometida Malevre tras un breve periodo de detención provisional de ocho días, y que la describían como una persona "con una cierta megalomanía", y que parecía proyectar "su propio sufrimiento" sobre los demás.
Un estudio judicial en el servicio donde trabajaba mostró que "la proporción de muertes durante su presencia era entre 2,5 y 4 veces superior a la que se daba durante el tiempo de trabajo de los otros" colegas del servicio del hospital.
La primera sesión del juicio se dedicó a la lectura de la acusación, y a recordar la vida de la que fue conocida como "el ángel de la muerte", lo que se hizo con la audición de 13 testigos que prestarán declaración sobre la personalidad de la acusada.
Al margen de la contundencia de las pruebas acusatorias, y de la verdad o falsedad del consentimiento de los pacientes para acabar con su vida, el "caso Malevre" coincidió con un debate en Francia sobre la eutanasia entre el cuerpo médico.
El Comité Nacional de Etica emitió un dictamen en marzo de 2000 en que por primera vez asumía que "una demanda de asistencia a una muerte consentida o una demanda de eutanasia activa" no es ilícita, y constituye incluso "el último espacio de libertad a que tiene derecho el hombre".
Partiendo de la constatación de que casi el 70% de las muertes se producen en los hospitales, el comité no pedía una despenalización de la eutanasia, pero sí que "las eventuales decisiones de actos eutanásicos no deberían presentarse como actos solitarios y más o menos arbitrarios".
El actual ministro de Sanidad, Francois Mattei, insistía el mes pasado en que la legalización de la eutanasia "es una mala respuesta al sufrimiento, la soledad y el abandono" y subrayaba su voluntad de reforzar los medios de los servicios de cuidados paliativos.