Madrid, España.- Juliette Binoche se descalza. No pide permiso. La moderna imagen de la charme, la dulzura triste hecha actriz, la francesa oscarizada (El Paciente Inglés, 1996), la musa de Lancome, está cansada. Parece que algo le estorba, que la inquietud le mata, que se ahoga… “El cine es angustiante”. La protagonista de Los Amantes del Pont-Neuf (1991) no encuentra su sitio en la butaca de la suite del hotel María Cristina de San Sebastián en ningún momento.
Y no es que esté distraída. Es que Juliette necesita escapar.
Necesita una comedia. “Había entrado en una cierta repetición de mi trabajo con los filmes de época. Necesitaba algo más actual. Esa angustia al encasillamiento me hacía buscar una comedia”. La ha encontrado en Jet Lag, filme en el que aparece en pantalla con Jean Reno, actor con el que comparte casi la totalidad del metraje mano a mano: “El deseo de Jean de mostrar sentimientos, enamorarse y llorar, se juntó con mis ganas de componer un personaje nuevo. Nuestras necesidades nos han reencontrado”.
Necesidad, necesidad, necesidad. Binoche, nacida en París hace 39 años, ha declinado esta palabra más de una docena de veces en la entrevista. Ella lo ha querido. Éstas son las necesidades de una actriz que no parecía requerir nada más allá del aire de languidez que parece respirar:
Hacer teatro cada tres o cuatro años: “El teatro humaniza. Teatro, aquí, hoy, ahora y para siempre”.
Rodar en Europa: “Jamás he rodado en EU, aunque haya hecho películas americanas, como El Paciente Inglés o Chocolate. No es algo pretendido, debe de ser mi inconsciente, pero sí es verdad que he rechazado muchas ofertas en Hollywood”.
Tomarse años sabáticos como el que tuvo tras Chocolate (1999) para tener a su hijo. “No puedo meterme en la rueda y ya está. Necesito tiempo para saborear lo que hago”.
Trabajar a las órdenes de mujeres. “Era muy difícil encontrar una comedia con cierta finura y mucha gracia, y que tuviese un papel femenino de cierta envergadura. En Francia tenemos a Josiane Balasko, y en EU, a Meg Ryan y Julia Roberts. He tenido la suerte de encontrar a (la directora) Daniele Thomson, que saca mucho partido de los papeles femeninos en comedia, sin su sensibilidad no podría haber hecho esta película”.
Hacer cine sobre el destino. Trágico o no. “Creo que hay cosas que están escritas, pero también se puede trabajar la vida propia con esa fe de que podemos cambiar algunas cosas”. ¿Ustedes también la notan un poco mística?
Renovarse (“Ante el deber de vivir, el deseo es algo que siempre vuelve”) y huir de vez en cuando. Su relación con el teléfono móvil, elemento imprescindible en Jet Lag (“hay que tomar distancia hacia ese aparatejo tan útil, pero tan peligroso que puede llegar a esclavizarte, puede acabar con la telepatía y con parte de la imaginación: ¿Dónde estará fulanito? Antes se imaginaba, ahora se llama y listos) y con la fama (“huyo, huyo, huyo”) son complicadas.
Nadar: en tres de sus últimas películas (Azul, Código desconocido y Jet Lag), Juliette Binoche nada sin parar. “Asocio el agua a la libertad”.
Seguir trabajando. Binoche está preparando tres películas: ya ha terminado Picasso at the Lapin Agile, filme de Fred Schepisi (Last Orders) en el que Ryan Philippe interpreta a Picasso, y donde la Juliette comparte protagonismo con Kevin Kline y Steve Martin. Además, acaba de rodar la nueva película de John Boorman (Excalibur), junto a Samuel L. Jackson; y ha aceptado trabajar en The Assumption , de Richard Eyre (Iris), en la que parece confirmado que también estará Javier Bardem.
Todos estos proyectos los afronta con una nueva actitud hacia el trabajo: “Ahora soy más consciente de que supone un juego entre deber y deseo.
En el presente momento, quiero (¿o ha dicho “necesito”?) mantener la conexión con los actores con los que trabajo”, concluye Juliette Binoche, antes de calzarse, romper el misterio y salir a enfrentarse a sus propias, múltiples, liberadoras, exquisitas necesidades.