Lo que los políticos dicen... y lo que no deberían decir.
Seguimos, pues, con el formato de las tres clasificaciones que utiliza la Dirección de Comunicación Social de la Presidencia de la Nación, para catalogar amablemente a los columnistas del país. ¿Tiene usted (querido/a-cómplice-lector/a) idea de en cuál de las categorías nos pondrán esta semana? ¿O será que como no hablaremos de la pareja presidencial ni siquiera se molestarán en calificarnos?
Moderado
Bonito espectáculo al que asistimos esta semana con la extradición de Ricardo Miguel Cavallo. ¿Se acuerda de él, ese muchacho argentino que vino a darnos lecciones de camuflaje? Un tipo a todo dar, ¿no le parece? Desenfadado, encantador. Tan desenfadado es, que le importaba casi nada su pasado... ¡que hasta llegó a la dirección del Renave! ¿Es que se había olvidado de la época en la que –entre 1976 y 1983- se trepaba a un Falcon verde sin placas para recorrer las calles de Buenos Aires “cazando subversivos”? ¿No es una maravilla? Así es como debe redimirse la gente, creo yo. Hoy darle rienda suelta a sus más bajos instintos: secuestrar dos que tres personas, despojarlas de sus bienes y sus hijos, hacerles la vida un infierno y... pasado mañana, tomarse un avión, mudarse de país y de nombre, llegar a otra patria y hacerla de funcionario ejemplar. ¡Debemos agradecerle los 20 años que se pasó aquí sirviendo México con sus ideas y dotes organizativas!
Radical
Pero... eso, sí, por dónde no nada Dios... anda Baltasar Garzón (ese juez español que al parecer logrará juzgarlo y condenarlo). Logró hacerlo capturar en Cancún, hace un tiempo y le costó bastante conseguir llevarlo hasta la justicia española, pero ya lo consiguió. Por más que Cavallo dijera, una y otra vez, que lo estaban confundiendo con otra persona y que lograría demostrar que no tenía nada que ver con ninguno de los crímenes de lo que se le acusa.
Cavallo, como usted sabe, un poco desmemoriado, parecía haberse olvidado de su pasado de secuestrador-asesino-torturador-hijo-de-su-madre.
Antes de salir del reclusorio para llevarlo al aeropuerto, le practicaron un examen médico (no tenía nada más que una gastritis, a esta altura crónica). Y ya en el hangar de la PGR, con el personal de seguridad español que esperaba para llevárselo, volvieron a examinarlo. Y nada. Todo en orden. Pues qué bueno. Sano como está, tendrá que pagar su deuda con la sociedad. Ya para subirlo al avión privado en el que partió rumbo a Madrid, le colocaron un chaleco antibalas para evitar que algún fanático le diera lo que algunos consideran un bien merecido tiro. Pero mejor así. Según parece, la justicia española podría condenarlo a la excitante cifra de... ¡3 ó 4 mil años de cárcel!
Detractoz
Ahora bien, las preguntas que no nos hemos hecho todavía son: ¿cómo es posible que un hombre con un pasado como ése llegue hasta donde llegó? ¿Es que el Gobierno no se dedica a investigar esas cosas? ¿Es que no se supone que los hombres que sirven a la nación son “íntegros, honestos, intachables” y todos esos calificativos que a menudo se dicen? ¿Cómo es que alguien extranjero llega a la dirección del Renave sin que el Estado se dedique primero a averiguar su historia en el país de donde viene? No es que haya que desatar de repente una campaña xenofóbica, en contra de cualquier foráneo que pise suelo mexicano. No, para nada, paremos ya con eso... pero no estaría nada mal investigar un poco más.
Y, por cierto, acerca de esa bonita y romántica exageración de los 3 ó 4 mil años de cárcel... no se haga ilusiones, estimado cómplice. No será posible. Porque el gobierno de José María Aznar derogó hace unos cuantos meses esa posibilidad, e instauró un nuevo régimen por el que ningún preso puede cumplir más de treinta años de prisión. ¿Así o más tibio el tal Aznar?
www.geocities.com/bauduccogabriel
labocadelpez@tutopia.com