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?La catástrofe que nos amenaza?

alfonso luqiín calvo

La situación económica del país no mejora. Por el contrario, se acentúa el despido de cientos o miles de trabajadores en las diferentes ramas de la producción, y se suman a estos, los jóvenes que año con año se incorporan al mercado de trabajo y que actualmente carecen de opciones de empleo. Añádase a esto también, el subempleo de muchísimos mexicanos.

En el lado de las empresas las cosas tampoco son nada fáciles. Los exportadores se enfrentan a mercados mundiales severamente deprimidos y resulta prácticamente imposible aumentar en forma significativa las exportaciones, su competitividad, basada más que nada en una mano de obra relativamente barata y en las devaluaciones de la moneda se vio dañada por el encarecimiento relativo de la primera y por el largo período de sobre valuación del peso. Los considerables pasivos en dólares acumulados por la gran mayoría de las grandes corporaciones las colocan en riesgos significativos ante la caída de las ventas y el riesgo, cada vez más eminente, de sucesivas depreciaciones de nuestra moneda.

Por el lado del gobierno, si bien el elevado precio del petróleo ha servido para paliar la delicada situación, es innegable que el excesivo crecimiento de la economía informal y la evasión, aunadas al bajo crecimiento de la actividad económica, han debilitado las finanzas públicas al grado de que empieza a resultar prácticamente imposible que el Estado asuma eficientemente muchas de sus responsabilidades sociales.

Agobiados por la falta de empleo, la falta de acción gubernamental para reactivar el gasto público y la cada vez mayor amenaza de quiebra o cierre parcial de las empresas, la economía mexicana se aferra, como náufrago a una tabla, a la tan ansiada recuperación de la economía norteamericana. Sin embargo, y a pesar de que muchos no quieren, o no pueden, darse cuenta aún, dicha recuperación es apenas la suficiente como para mantener a flote al debilitado gobierno de Bush, y difícilmente podrá representar para nosotros la alternativa de crecimiento ?inducido? que muchos esperan.

Ahora se empieza a observar de una forma cada vez más clara, lo que hace poco constituía apenas una hipótesis de nuestro trabajo. Que es de importancia decisiva analizar la naturaleza de la propia recuperación económica norteamericana, para dilucidar los efectos que tendrá sobre nuestra economía. Porque bien puede ser que los efectos negativos sean superiores a los supuestos efectos positivos. Veamos la cosa mas de cerca.

Se acepta como una verdad absoluta que si la economía de los Estados Unidos se recupera, la nuestra también lo hará. Si la inversión productiva en aquella nación o el gasto de sus consumidores se incrementa lo suficiente, esto significará un crecimiento de nuestras exportaciones y el retorno de tasas aceptables de crecimiento desde el punto de vista económico. No importaría que, al aumentar el ritmo de actividad económica, aumentarán también las importaciones, fenómeno harto conocido en un país como el nuestro gracias a nuestra enorme dependencia tecnológica, estás últimas, las importaciones, significan de todas formas mayores empleos y mayores oportunidades de negocios, ya que necesitan ser transportadas, descargadas, etc.

Sin embargo, qué sucede si la mayor ?inversión? en los Estados Unidos se lleva a cabo a través de un mayor gasto público, principalmente basado en una economía vinculada al sector militar. El impacto que ello puede significar para nuestro comercio exterior es prácticamente nulo. De la misma manera, qué sucede cuando el gobierno norteamericano incurre en un déficit fiscal creciente, calculado en casi 500 mil millones de dólares para el próximo año. Más temprano que tarde, esto significará que necesitarán recursos para financiar dicho déficit con lo que las tasas de interés deberán subir. De hecho, este fenómeno está ya en marcha y, sin duda alguna, la elevación de las tasas de interés de largo plazo ?aún no alcanza a impactar a las de corto plazo, pero lo hará-, debe ser considerada una de las causas principales de la depreciación reciente de nuestra moneda.

Como vemos, de consolidarse la recuperación norteamericana sobre la base de un creciente gasto militar, mayor déficit fiscal, menor disponibilidad de capitales para las naciones llamadas ?emergentes? (como México), y si asumimos el hecho de que en materia de mano de obra y modernización, naciones como China, por ejemplo, nos llevan una ventaja inalcanzable, entonces, debemos llegar a la conclusión de que la recuperación económica norteamericana deberá traducirse en una mayor depreciación del peso, mayor desempleo y, finalmente, en una quiebra de empresas, que se sumaría a la quiebra técnica del Estado.

Bonito es, sin duda, el panorama que enfrentamos. Y es de este negro panorama de donde se desprende la decisión política de salvar al actual gobierno sexenal, enajenando los últimos activos que le quedan a la nación. Por lo demás, y al exaltar el autoempleo, este gobierno nos ha dicho que nos rasquemos con nuestras propias uñas.

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alfonsoluquin@msn.com

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