Algo de irresponsable ensoñación ha rodeado al régimen de Vicente Fox. Crecer al siete por ciento, acabar con el EZ en minutos son hoy lugares comunes de la burla y de la crítica que sin embargo siguen delatando algo más que ingenuidad.
Una lectura muy superficial de la realidad ha sido la equívoca brújula del régimen. Las que fueran propuestas centrales hace sólo treinta meses hoy se miran como bromas de mal gusto: nueva constitución, explosión de “changarros”, renegociación del TLC, reforma del estado, Plan Puebla-Panamá, relación personal con Bush, —se acuerdan de la visita al rancho— macro acuerdo migratorio con Estados Unidos. La lista de vanas ilusiones que guiaron a la gestión desnudan una preocupante distancia cuando no desapego o incluso negación de la realidad. El triunfo sobre el priismo en el 2000 provocó una borrachera de poder que marcó los primeros tres años. Pero, ¿qué habrá por fin acabado este síndrome o seguimos en las mismas?
Las elecciones debieron servir como balde de agua fría. O el régimen despierta ahora o el juicio histórico sobre los costos de la vanidosa ensoñación puede ser terrible. El EZ sigue allí y ahora reclama una suerte de soberanía territorial incompatible con cualquier estado que se respete a sí mismo. La insistencia en los “changarros” habla más de un acto de soberbia, de insensibilidad para aceptar lo evidente: la estrategia es un fracaso. El Plan Puebla-Panamá se desmorona. La relación con Estados Unidos y entre los dos presidentes, está evidentemente dañada. El desempleo llega a niveles alarmantes. El país no crece por problemas internos y hemos perdido un tiempo valiosísimo por estar colgados de la fútil esperanza de que todo dependía del crecimiento de nuestros vecinos. La inseguridad sigue instalada cómodamente mientras los miembros del gabinete mantienen maniatado a su Secretario de Seguridad. El incidente de Nogales es para poner los pelos de punta. Por donde se le vea los inversionistas están dejando sentir desde hace meses su desencanto. Los índices de productividad empeoran. China silenciosa e incontenible nos desplaza. La terca realidad se impone pero el régimen no quiere despertar.
Por supuesto que la lista de problemas siempre será agobiante y enumerarlos en poco ayuda a la solución. Pero lo que hoy preocupa a muchos es la actitud gubernamental ante los mismos. Si se ratifica la ensoñación como método de trabajo las posibles soluciones nunca llegarán. Ensoñación es creer que impulsando desde la presidencia desde ahora a un miembro del gabinete como precandidato el PAN ganará la elección del 2006. ensoñación es creer que una popularidad alta del presidente garantiza un final feliz. Ensoñación es eludir los problemas internos de coordinación y jefatura.
Los problemas terrenales están allí. ¿Por qué sale Leticia Navarro si su desempeño y conocimiento del área eran un haber? ¿Cuál será el costo de aprendizaje del nuevo titular? Problemas terrenales hay muchos. Si el presidente no coordina las prioridades entre el Procurador, el Secretario de Seguridad y los legisladores de su partido, para desatorar el proyecto de ley que desde hace más de un año duerme en el Legislativo difícilmente el asunto se encaminará a una posible solución. Si el presidente y su equipo no asumen los costos de la reforma laboral los inversionistas cada día tendrán menos atractivos. Si el presidente no asume que en su tercer año de gobierno no hay todavía una política eficaz de apoyo a pequeñas y medianas empresas y ratifica como discurso su crítica al estado “neoliberal”, pues ésta no surgirá por generación espontánea. ¿Qué más debe ocurrir para que el régimen despierte?
Si el equipo gobernante se ofusca en garantizar la continuidad panista en la presidencia como gran prioridad, lo más probable es que la acumulación de problemas provoque un reclamo generalizado de eficacia que bien podría favorecer al PRI. Salir de la ensoñación es admitir que Marcos está allí y merece respuesta, que los “atencos” no pueden continuar burlándose del país, que a los inversionistas la inconsistencia profesional del régimen les preocupa más que su filiación no priista, que el asunto del gas no termina por encontrar salida, que el sector energético está en una grave crisis, que la baja recaudación cancela los trabajos de infraestructura que el país requiere. Salir de la ensoñación exige dejar actitudes populistas como promover el voto de los mexicanos en el exterior.
¿Es acaso un asunto prioritario? Dejar la ensoñación es elaborar una estrategia nacional para contender con el boquete financiero de las pensiones. Enterrar de una vez por todas la inútil ensoñación es ya no seguirse burlando del sentido común con el “chambanet”.
La duda que corroe a muchos es si el régimen tiene la capacidad para poder relanzar con seriedad dos o tres estrategias sólidas. Los escépticos afirman que es imposible que algo similar salga de Los Pinos. Apuestan entonces que la bancada panista asuma una conducción mínima de los asuntos de fondo del país. Afirman que si el panismo se quiere salvar a sí mismo tiene que trascender a Vicente Fox y su equipo. Al dar el banderazo de salida a la sucesión el Presidente Fox se hizo presa de una dinámica que le resta poder en los próximos meses que son cruciales. Acercar la elección del 2006 lo único que hace es alentar que los asuntos de fondo que son impopulares sean de nuevo relegados por cálculos políticos. El presidente tiene que estar dispuesto a sacrificar lo que sea necesario para mover al país.
¿Qué ganaron al evadir temas difíciles para conquistar votos en el 2003?
Hace un mes el elector le envió un mensaje muy claro al gobierno: el carácter democrático no basta. Los mexicanos quieren eficacia venga de donde venga. Si para eso es necesario que el PRI regrese están dispuestos a hacerlo.
Salir de la ensoñación es admitir ese pragmatismo como parte de la cultura política de los mexicanos. Basta de chabacanerías: el desempleo agobia, la inseguridad atormenta, el mundo va muy rápido y de nuevo nos estamos quedando atrás. Si quieren ganar en el 2006 organícense, sean serios, despierten.