Gracias a la invención humana de la medición del tiempo, terminó un año más. Terminó como terminan todos para los que en ello creemos, con una época muy singular que llamamos adviento. Época muy hermosa ciertamente pero contradictoria, ya que a muchos, aunque la vivamos intensamente, nos da gusto cuando acaba; será que es de mucha carga de todo tipo, sobre todo en estos tiempos en los cuales las cosas valen más que las personas.
Su fin es el inicio de un nuevo año. Frente a este acontecimiento, a muchos nos invade la esperanza.
La esperanza es un concepto difícil de analizar. Los estudiosos señalan que esta dificultad deriva de la complejidad de su objeto, ya que se trata de un bien a) que no vemos, b) futuro e incierto, c) arduamente deseado, y d) posible de alcanzar a través del esfuerzo.
Sea como sea, aunque no la podamos definir con claridad sino tan sólo sentir, nos sentimos esperanzados cada año que comienza, tanto en proyectos personales como colectivos.
Para los mexicanos, entre los proyectos colectivos, está el bienestar del país. Todos estamos esperanzados “esperando” que alguien lo haga posible para todos nosotros, sin reflexionar que de esta forma nunca será posible.
Por este tipo de esperanza que con gran simplicidad manejamos, en la cual dejamos a un lado el elemento del esfuerzo, a Fox le ha ido como le ha ido. No lo compadezco ni lo disculpo, porque él mismo se encargó de alentarla con el discurso del cambio por el cambio, (tan sólo de partidos políticos), promoviendo el voto útil.
Yo soy una fiel creyente de la cultura del cambio, pero como tarea de todos los mexicanos. El cambio radica en cada uno de nosotros, en el manejo de nuestras propias actitudes, mismas que debemos cuidar y cambiar si es necesario, ajustándolas siempre a la realidad. ¿A cuál realidad? A la que a cada quien le toque vivir, o haya escogido vivir. A las parejas, ser parejas; a los padres de familia, ser verdaderos padres de familia; a las amas de casa, ser verdaderas amas de casa; a los hijos pequeños, ser hijos pequeños y vivir en el amor y en el regocijo; a los hijos estudiantes ser buenos estudiantes; a los maestros, ser maestros comprometidos; los profesionistas, trabajadores, gobernantes, burócratas, y así hasta el infinito porque actividades hay miles, hacer cada quién lo suyo pero con todo su ser y con compromiso. ¿Compromiso con quién? Con el bienestar del país, que tanto anhelamos, ya que es la única forma de obtenerlo.
Si reflexionamos con detenimiento, en todas y cada una de las actividades que realizamos cada día, se requiere para todas ellas un esfuerzo; la calidad del esfuerzo es lo que va a diferenciar en resultados, cada una de estas actividades.
Es tal la cadena del esfuerzo, que hasta para sonreír se requiere, porque estamos enseñados a sonreír únicamente a los que amamos; estamos enseñados por regla general, a no interesarnos por el otro, sobre todo si es diferente. De ello deriva que no nos involucremos en el trabajo comunitario, complemento esencial de nuestro trabajo personal diario, para lograr el bienestar de la ciudad y el país en que vivimos.
En los países más civilizados y con mayor bienestar, en encuestas que se han llevado a cabo buscando sus causas, una constante se ha encontrado. En estos países, el ochenta por ciento de la población participa en trabajo comunitario en su tiempo libre: en las escuelas de los hijos, en centros de estudio y capacitación, en las iglesias, en la seguridad del barrio en el cual se vive, en hospitales, en bibliotecas, en guarderías, etc. etc.
En países como el nuestro, las cifras de estas encuestas nos indican que muy pocos trabajan por los demás en forma gratuita, y que aún más pocos se interesan por los problemas comunitarios y mucho menos en trabajar para evitarlos. ¿Se imagina usted si cada profesionista de nuestro país, se comprometiera a lo largo de su vida profesional, a alfabetizar tan sólo a dos compatriotas analfabetas? El efecto sería sensacional, y por supuesto se traduciría en bienestar para nuestro país y para todos nosotros.
Ojalá este año sea mejor para todos, y ojalá y todos seamos mejores para nuestro país.
¡Feliz año nuevo!