EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

La esperanza nunca muere

José Santiago Healy

Vicente Fox y George W. Bush compartirán hoy el pan y la sal en una comida de altos vuelos en Nueva York con motivo del inicio de la asamblea anual de las Naciones Unidas.

Como es común en estas circunstancias han surgido en México nuevas esperanzas de que en la conversación de hoy Fox convenza a Bush de reabrir las pláticas para alcanzar un acuerdo migratorio.

Pero el mandatario mexicano necesitará una voz demasiado persuasiva y convincente para lograr que el huésped principal de la Casa Blanca regrese al tono amigable y cordial que tuvo con Fox hace dos años en Washington, precisamente cuatro días antes del fatídico Septiembre 11 que transformó radicalmente las relaciones entre los dos países.

En aquella histórica cumbre los mandatarios fueron todo sonrisas y de acuerdo a la parte oficial “renovaron su compromiso de forjar planteamientos nuevos y realistas para que la migración sea segura, ordenada, legal y digna”.

Todavía no terminaba de secarse la tinta de las firmas de los comunicados oficiales cuando el estruendo de los aviones que chocaron contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington retumbaron por todo el mundo.

Por extrañas razones Fox no reaccionó a tiempo en sus muestras de solidaridad con Estados Unidos y con su “amigo” George W. Bush lo que se interpretó negativamente por el gobierno yanqui.

Luego vendrían las desastrosas posturas de México en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en donde prácticamente se le dio la espalda a Estados Unidos con la falaz idea de mantener la tradicional política exterior de no intervención y libre autodeterminación de los pueblos.

Un experto en diplomacia como lo es Jeffrey Davidow, el ex embajador de Estados Unidos, explicó en una ocasión que México tenía una salida muy digna que le habría permitido mantener su independencia sin afectar la entonces magnífica relación con su socio y vecino del Norte.

Bastaba que México condicionara su postura a la decisión que tomaran las cinco grandes potencias y nada habría pasado. Como nunca hubo un acuerdo el gobierno mexicano habría evitado la posición beligerante contra Estados Unidos que sostuvo el embajador Adolfo Aguilar Zínser y que provocó un encontronazo entre ambos países.

Por ello Bush no será hoy el amigo afectuoso de Fox que fue en años pasados tanto en Guanajuato como en Washington. Tampoco estará muy interesado en darle hilo a la propuesta migratoria cuando lo cierto es que los norteamericanos siguen concentrados en combatir el terrorismo a cualquier costo.

Fox tendrá que recordarle a Bush que de los nueve millones de ilegales que existen en Norteamérica más de la mitad son mexicanos y que sin papeles, identificación ni permisos se convierten en una amenaza extra para la seguridad de la población norteamericana.

Con la copa de vino en mano el guanajuatense le dirá a su homólogo texano que si legaliza los casi cinco millones de migrantes mexicanos el fisco norteamericano será fortalecido y además podrán recortarse los abultados presupuestos que se destinan a la frontera del sur.

Bush intentará cambiar de plática y seguramente hará referencia a las dificultades que ha encontrado Estados Unidos para poner orden en Iraq, en donde la resistencia de las fuerzas de Hussein han resultado más aguerridas de lo esperado.

Aprovechará el momento para pedirle a Fox que refuerce sus controles en las fronteras y en los litorales con el fin de evitar que México sea utilizado como trampolín por los sádicos miembros de Al Qaeda y su líder Osama bin Laden.

El presidente mexicano será prudente y dejará que Bush se desahogue y comente todas las dificultades que ha enfrentado alrededor del tema de violencia y terrorismo.

Ya entrados en el postre, Fox volverá la carga y le insistirá a Bush en que retome las pláticas sobre el tema migratorio. “Mira George, si tú nos ayudas en empujar un acuerdo favorable para los migrantes mexicanos yo ampliaré las facilidades para la inversión y el comercio con tu país”.

— ¿Incluirás la venta de Pemex?, preguntará rápidamente Bush.

— Por ahora no puedo llegar tan lejos, pero podemos plantear esta idea más adelante, responderá un Fox interesado en lograr el más mínimo avance.

El mexicano agregará que la integración económica entre México y Estados Unidos es una poderosa realidad y que un acuerdo laboral multiplicará las oportunidades en ambos lados de la frontera.

También le dirá que la mayoría de los trabajadores que cruzan ilegalmente vienen contratados por empleadores norteamericanos. De ellos mueren innecesariamente más de 300 al año por la persecución que sufren, reiterará Fox.

Sin detenerse el mexicano comentará que un acuerdo migratorio será la mejor solución para impulsar a México y transformarlo en diez o veinte años en un país desarrollado. “Los paisanos envían 9 mil millones de dólares a México cada año y mandarán muchos más cuando los dejen trabajar legalmente en tu país, George”.

“Así pasó con España y con otros países europeos que primero exportaron mano de obra y luego se convirtieron en países autosuficientes. Ándale George, ya no la pienses”, insistirá el mandatario mexicano.

En un gesto diplomático, Bush prometerá plantear a sus asesores la propuesta de Fox pero expresará sus reservas. “Ya sabes Vicente, seguimos muy preocupados por el terrorismo y necesitamos apresar a todos los miembros de Al Qaeda. Por cierto, ¿cuándo cambias a tu embajador de Naciones Unidas? Parece que no simpatiza con nuestro país”.

No te preocupes George, llegando a México lo veo con mi canciller, pero no te olvides del tema migratorio.

Se despedirán cordialmente y cada quién volverá a lo suyo. Por las filtraciones que nunca faltan, Fox será obligado a los días siguientes a declarar que su gobierno no venderá Pemex y que ningún embajador será removido por presiones de otros países.

Bush se topará en la oficina oval con un Consejo de Seguridad que exigirá aprobar un mayor gasto para las deportaciones laterales y cuando saque a colación el acuerdo migratorio sus asesores le dirán que es imposible abrir las fronteras ahora y menos con un país como México que no colabora en las Naciones Unidas y que no está dispuesto a vender Pemex.

El autor es licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana con maestría en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de San Diego. Comentarios a josahealy@hotmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 51200

elsiglo.mx