Los priistas andan que no les cabe el alma en el cuerpo, agarrados de la gamarra tratando de encontrarle la cuadratura al círculo. Los unos piden a los otros que si no les gusta el circo pueden irse, tomando sus bártulos, pues la puerta está abierta. Los disidentes contestan celebrando la toma de protesta de una reducida camada de nuevos candidatos. La verdad es que los encarrilados en estos asuntos de la política de ahora en adelante se les podrá ver moqueteándose hasta con su propia sombra. En las calurosas noches de este verano apenas duermen. Se oye cómo les rechinan los dientes, igual que si trajeran lombrices en el estómago, con las mandíbulas apretadas. Durante el día se muestran cansados, abatidos por los lúgubres delirios de la noche anterior, en que siniestros personajes los amordazan mientras alguien, cuya cara no alcanzan a distinguir, se sienta en una silla de alto respaldo. Es entonces que empiezan a resollar con fuerza, sintiendo que se ahogan con su propia saliva.
En cada entidad federativa hay, cuando menos, un hombre que sueña. Con ojos entreabiertos, gracias al somnífero ingerido, empiezan a tomar forma las figuras oníricas. Le dan la noticia esperada. Tal como lo presentía es él quien encabezará el esfuerzo de los priistas para volver a Los Pinos. Sus pensamientos se agolpan en su cerebro de los que resaltan trascendentales preguntas ¿dónde empezaré mi campaña? ¿cuál debe ser el lema? ¿cuál es el héroe nacional? Eso sí, se dice, llegando a Palacio Nacional les leeré la cartilla a esta bola de buenos para nada, no señores de aquí en adelante andarán derechitos. Se acabaron las tonterías, yo pondré orden, conmigo no se juega. De pronto el sueño se convierte en pesadilla; sus espías en el DF le comunican que un numeroso grupo de hombres de negocios, junto a otros, cuyo reino no es de este mundo, además de señores trajeados de verde olivo y un misterioso personaje que viste como tejano, habla como tejano y camina como tejano, de lo que se colige que debe ser tejano, están reunidos desde hace una semana en un lujoso hotel de la ciudad. El que los convocó, dicen los informantes, habría regresado al país de incógnito, para lo cual le bastó con ponerse una peluca de Brozo, el payaso tenebroso.
Los obreros están listos para lanzar la candidatura, CTM. Los campesinos secundarán, CNC. El sector popular se les unirá; conocido como la CNOP -organismo donde lo mismo se da cabida a un humilde vendedor de aguas frescas que a un multimillonario, de los que salen en la revista Forbes-. El PRI con su cara, recién lavada, cargando un saco de viejas marrullerías, amargas experiencias y probadas triquiñuelas, se manifiesta dispuesto a recibir “la cargada” -nombre que se les da desde tiempo inmemorial a los que esperan que les digan cómo se llama el escogido para pintar su nombre en las mantas-. Luego retumbarán en las paredes los improvisados coros: Fulano, amigo, el pueblo está contigo. Ocurre lo de siempre, al PRI no le es dado cambiar, así nació y, si los manes del destino lo permiten, así morirá. En el PRI no hay democracia que valga. No nació el partido para esos trotes. Y la gente se pregunta ¿qué caso tiene que estén peleando? ¿Es que no conocen que su destino está escrito de antemano?
En lo que ese instituto político lleva de vida jamás hubo un atisbo de que las bases decidieran quién sería su candidato, ni siquiera para policía de barandilla. Los gobernadores cismáticos lo saben. Algunos se empecinan en taparse los oídos. Es el aire viciado de siempre, sólo que a nivel nacional ¿la ambición los ciega, para no ver lo que está a la vista? ¿es la megalomanía que los hace verse más grandes de lo que realmente son? ¿La superstición se apoderó de sus espíritus pretendiendo que con palabras mágicas y potajes empíricos alejarán a sus enemigos? ¿Les quisieron llamar bestias cuando se les dijo que, con su actitud, estaban pateando el pesebre? ¿Estarán, para beneplácito de los mexicanos, dispuestos a torcerle el pescuezo a la mítica gallina de los huevos de oro?