SANTA ELENA DE UAIRÉN, Venezuela, (AP).- Cuando el director Steven Spielberg diseñó su película "Parque Jurásico" debió inspirarse en imágenes de amplias llanuras verdes, interrumpidas por bosquecillos y surcadas por ríos que dan paso a grandes saltos de agua.
Esos paisajes no son empero ficticios, puesto que en el sur de Venezuela, en la frontera con Brasil y Guyana, se encuentra esa joya paisajística conocida como el Parque Nacional Canaima, el sexto más grande del mundo, que presenta todos esos elementos en la vida real.
En la región sureste del parque está la Gran Sabana, llamada en lengua indígena "wek-ta" y "taipun", vocablos que para sus habitantes originarios, los indios pemones, significan respectivamente "lugar de los cerros" y "lugar de la sabana".
Esta altiplanicie está conformada por 40 elevaciones con paredes desprovistas de vegetación, conocidas como "tepuyes", y nueve ríos que bañan una extensión de 35.000 kilómetros cuadrados.
El monumento natural conocido como Piedra de la Virgen, constituido por una pared de roca negra de unos 70 metros de altura con una curiosa mancha blanca que asemeja la imagen de una virgen, representa la puerta de entrada a la Gran Sabana.
Allí se inicia una subida hacia la región montañosa de La Escalera y la Sierra de Lema por una serpenteante carretera bordeada por frondosos árboles, arbustos y helechos, así como pequeñas cascadas que surgen a mediados de año, durante la temporada de lluvia. Al oeste del cerro Venamo se divisa la verdosa altiplanicie del parque, situado a unos 1.300 metros sobre el nivel del mar.
La Gran Sabana está conformada por extensas llanuras, que se ven interrumpidas por pequeños bosques de helechos, bromelias, orquídeas, palmas y arbustos con florestas de hasta cinco metros de altura.
Las especialistas Omaira Hokche y Leyda Rodríguez, del Instituto Botánico de Venezuela, que han realizado numerosas investigaciones en la zona, señalaron que los estudios geológicos han demostrado que los tipos de suelo, rocas y minerales que se concentran en el parque se remontan a los orígenes del planeta.
Hokche precisó que es común encontrar en la zona los helechos arborescentes, un tipo de planta que existió en la época prehistórica. Hacia el lado noreste del parque está el salto Chinak-merú, conocido también como Salto Aponwao, de unos 100 metros de altura. La intensa bruma y el sonido que desprende la imponente caída del Aponwao generan una energía que hacen de la visita una experiencia inolvidable.
Los indios de la zona acostumbran a alzar los brazos al llegar a la parte baja del salto para rendir pleitesía a los dioses del lugar y pedir que los cargue de energía para emprender sus arduas tareas.
Por esa misma región se encuentra la misión de sacerdotes capuchinos de Kavanayen, la más grande de la zona, que fue fundada en 1942 y asiste a una comunidad de unos 400 indios pemones. Desde allí puede llegarse hasta el salto Karuay-meru. En la región central del parque está el salto Kamá-meru, de unos 70 metros de altura, que resulta impresionante y uno de los más llamativos de la zona.
Al levantar la vista hacia el sureste pueden divisarse en la distancia las murallas de piedra de los tepuyes, que por su inmensidad y características son consideradas por los indios de la zona como residencias de los dioses.
Dos de los majestuosos macizos que puede distinguirse a primera vista son el Ilú-tepui y la esbelta torre del Tramén-tepui, que miden 2.500 metros y 2.700 metros de altura, respectivamente.
Cerca de ellos están el Karaurín-tepui, cuya cumbre está cubierta de bosques, y el Wadacapiapu que se asemeja a un gran dedo, de más de 2.000 metros de alto, que se levanta hacia el cielo. Les siguen el Yuruaní-tepui, el Kukenán, y el más grande de todos: el Roraima, de unos 2.723 metros de altura.
Desde diciembre de 1884, fecha en la que los naturalistas ingleses Everhard Im Thurn y Harry Perkins pisaron por primera vez la cima de Roraima, centenares de expediciones científicas han visitado los tepuyes para investigar su vegetación y formaciones geológicas, únicas en el mundo que se remontan a la prehistoria.
En las cercanías del poblado Santa Elena de Uairén, que está a unos 600 kilómetros al sur de Caracas, se encuentra la Quebrada de Jaspe, cuyo fondo está conformado por un material semiprecioso mezcla de cuarzo cristalino y sílice amorfo llamado jaspe.
Dependiendo de la luminosidad del sol y la corriente del río Kaku-parú, en el fondo de la Quebrada de Jaspe se forma una paleta de rojos de todas las tonalidades que deslumbran a los visitantes.