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La guerra de Dios/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Cada hombre piensa que Dios está de su lado. Los ricos y los poderosos saben que así es”. Jean Anouilh

He escuchado y leído con demasiada frecuencia el argumento de que Estados Unidos está emprendiendo su guerra contra Saddam Hussein para apoderarse del petróleo iraquí. Es una de esas explicaciones que se presentan como dogma y que nadie se atreve a cuestionar, especialmente porque “evidencian” la maldad del gobierno estadounidense que ha ordenado la guerra.

La verdad, sin embargo, es que no hay ninguna indicación de que ése sea el propósito del ataque contra Iraq. La razón fundamental de la guerra bien puede ser más sencilla, pero al mismo tiempo más inquietante. George W. Bush se ha lanzado a derrocar el gobierno de Saddam Hussein porque está convencido de que ésa es su obligación moral. El hecho de que Bush sea un “cristiano renacido”, un born-again Christian, parece ser uno de los factores cruciales en las decisiones que está tomando como presidente.

Estados Unidos no se ha quedado, por lo menos no en años recientes, con los recursos naturales de los países en los que ha intervenido militarmente. Nunca hubo un intento, por ejemplo, de controlar los yacimientos naturales de Afganistán. El control de los pozos petroleros de Iraq, si es que éstos sobreviven la guerra, tendría beneficios relativamente reducidos para Estados Unidos en comparación con el costo de una guerra que puede ascender a 120 mil millones de dólares o más.

Hay suficiente petróleo en el mundo como para asegurar que lanzarse a una guerra contra Iraq para conseguir unos pozos en un territorio hostil sea una mala decisión económica. Pero además el gobierno de Estados Unidos está consciente de que si deja sin ingresos petroleros al régimen iraquí que surja después de la guerra lo único que logrará será sembrar las semillas de una inestabilidad económica y política que después obligaría a otra costosa intervención militar.

No, si somos sensatos, nos daremos cuenta que la razón de la guerra no es el petróleo. Tampoco es el desarme de Iraq, como lo ha sugerido Estados Unidos, porque el proceso de inspección de las Naciones Unidas era, aunque tardado, más eficaz para asegurar ese propósito que una guerra, la cual obligará a un gobierno desesperado a recurrir precisamente al uso de esas armas si es que las tiene.

La verdadera razón sólo se vislumbra cuando nos damos cuenta de que Bush es un “cristiano renacido”. Desde su adolescencia hasta cumplir los 40 años, George W. Bush fue un típico junior malcriado de una familia poderosa. Él mismo ha reconocido sus excesos de comportamiento y en la bebida, aunque se ha negado a responder preguntas sobre si utilizó o no drogas prohibidas.

La conversión de Bush tuvo lugar aparentemente en 1985, cuando contaba con 40 años de edad y su padre era vicepresidente de los Estados Unidos. Un encuentro con el reverendo Bill Graham, un pastor fundamentalista de gran influencia política en los Estados Unidos, inició el proceso. Y el joven anteriormente disipado se convirtió con rapidez en un cristiano de firmes convicciones.

Esta conversión religiosa, este renacimiento al cristianismo, le dio sin duda dirección a la vida de Bush. Le permitió ganar el gobierno del Estado de Texas en 1994 y 1998 y conseguir la presidencia del país que su padre había tenido de 1989 a 1992.

Como otros cristianos renacidos y fundamentalistas, Bush basa muchas de sus decisiones en consideraciones éticas y religiosas, más que en las meramente pragmáticas y busca guiarse por una verdad superior revelada directamente por Dios. Esto explicaría porqué no quiso darles tiempo suficiente a los inspectores de las Naciones Unidas para terminar su trabajo en Iraq. El objetivo fundamental no era lograr el desarme de Iraq, sino castigar a un gobernante que, en palabras del propio Bush, pertenece a un “eje del mal”.

En la simplificación maniquea usual en los medios de comunicación mexicanos es más fácil entender que el interés de Estados Unidos en Iraq es apoderarse de los pozos petroleros. Esta codicia es atractiva como explicación de la guerra porque es indicativa de perversidad. Y ojalá que fuera así, ya que las guerras por dinero se pueden resolver con dinero.

Pero la voluntad que lleva a la guerra, me temo, es mucho más profunda y difícil de detener. Es una convicción religiosa. Y la historia nos dice que las peores guerras son aquéllas en que se invoca el nombre de Dios, ante el cual ninguna razón tiene validez.

Déficit

La guerra contra Iraq no está incluida en el presupuesto del gobierno de Estados Unidos. Esto significa que el ya enorme déficit presupuestario estadounidense se disparará. Las consecuencias de esta irresponsabilidad fiscal se notarán gradualmente en toda la economía del mundo.

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