Tal vez cuando Usted lea este escrito, la guerra de los E.U. contra Iraq ya esté peleándose en Bagdad, capital de un país con más de 6000 años de historia, escenario de las primeras civilizaciones urbanas como Akkad, Babilonia, Asiria y Caldea, ubicada en la región mesopotámica en la que la propia Biblia situara al paraíso, que ha sido invadida por pueblos “bárbaros” como sus huestes salvajes, como las de los hititas, mitanos, persas, mongoles y ahora los marines de Bush.
Toda guerra carece de justificación moral, palabras dichas por un secretario de Estado inglés que acto seguido presentara su renuncia, en una manifestación de congruencia personal entre lo que se piensa, se dice y se hace, con la conciencia y virilidad de simple ser humano que lucha por lo que cree.
La invasión de los E.U. a Iraq presenta como en toda manifestación de barbarie, el lado dramático de la guerra, especialmente ésta, que en vivo y a todo color nos muestra el irracional manejo de los recursos tecnológicos y científicos, que por más que tratemos de analizar y comprender, mas nunca aceptar, nos deja con la cruda enseñanza de que todos, incluidos Usted y yo, saldremos derrotados.
El primero de ellos será el propio dictador Saddam Hussein, que de una u otra forma deberá entregar el poder, terminando así más de 24 años de gobierno tiránico para los iraquíes. Otro gran derrotado es el pueblo de Iraq, que ya de por sí ha pagado, con años de anterioridad, el costo de la falta de oportunidades traducidas en hambre, enfermedad, ignorancia y falta de expectativas de una vida con los satisfactores mínimos necesarios. A la fecha los tecnólogos de las estadísticas y la computación llevan contabilizados alrededor de 750 civiles muertos, muchos de ellos niños y ancianos, más 2,500 presos militares, pagos de armas utilizadas, materiales bélicos, destrucción y daños, a un costo de cerca de 75 mil millones de dólares.
La tierra y las ciudades también serán dañadas, llevándose entre sus demoliciones y ruinas mucho de la historia del mundo de la Mesopotamia, de la zona que el evangelista describiera como la tierra de Adán y Eva, entre los ríos Tigris y Éufrates; el territorio de la antigua cultura persa y árabe que promovieran el arte y la ciencia, de cuyos frutos aún gozamos con el manejo de los números, la cultura gastronómica incluidos los dulces y pasteles, la poesía romántica y la literatura. ¿Quién podría olvidar los cuentos de “Las Mil y una Noches” oídos antes de dormir durante su niñez?
Los vecinos territoriales (más o menos 150 millones de personas) también perderán: Arabia Saudita, Kuwait, Jordania, Siria, Líbano y Egipto, que de nueva cuenta habrán de encontrar maneras de renegociar sus relaciones de vida, sus creencias políticas, su manera de interpretar las ordenanzas de Alá recibidas a través de Mahoma y hasta sus relaciones de negocios. Caso aparte es el pueblo judío, calculado en cerca de seis millones de seres humanos, que deberá dar un paso atrás en los terrenos invadidos y permitir, de alguna manera y como parte de una nueva negociación, que los palestinos recuperen algo de su patria y puedan trabajar en reconstruir sus vidas en paz y en territorio propio.
Europa tampoco es ganadora; con Francia y Alemania en graves diferencias conceptuales sobre lo justo e injusto, lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, en disputa con Inglaterra, España y Portugal, que al apoyar la invasión rompieron la armonía de un tratado común europeo, que busca mejoras para todos los países que la componen. Ni qué decir de los gobernantes europeos que apoyaron la guerra sin tomar en cuenta a sus gobernados, que envolvieron a sus partidos políticos en una gran oleada de desprestigio, teniendo ante sí la tarea de recuperar su calidad de relación nacional e internacional y su presencia moral ante los que se declararon defensores de la paz.
Un gran perdedor es George W. Bush, el presidente del país más poderoso del mundo, que ha recibido la grave censura moral de casi todos los habitantes del planeta, con epítetos por debajo de la media humana mental (dicen que posee un coeficiente de inteligencia de 91, siendo lo normal entre 90 y 110), de salvaje materialista, radical fanático religioso, alcohólico (el alcoholismo es una enfermedad incurable por definición), etc. Ni qué decir de su Partido Republicano, que ya busca soluciones de contraofensiva por el desprestigio, pérdida de seguidores y baja imagen internacional, que para algunos observadores les costará en términos de puestos públicos políticos y en mucho de su avance en la sociedad norteamericana, en los últimos años.
El pueblo de E.U. también pierde mucho, en conceptos de aplicación de justicia, defensa de la verdad y ejercicio de la democracia. De nuevo aparecen las acusaciones de la doble moral vivida por el cristianismo norteamericano y se hace evidente la desinformación que padecen, su desinterés y hasta ignorancia de la realidad cultural mundial. Cada día más personas (centenas de miles), en más ciudades (por casi todo el territorio nacional), descubren el engaño sufrido, que les generó su error de apreciación de las causas reales de la guerra, manifestando públicamente su descontento y aprendiendo a sentir en su propia carne lo que es la represión a la libertad de manifestarse.
También perdemos los “vecinos y socios” Canadá y México; los primeros con las amenazas de represalias posteriores; nosotros, con el temor y la preocupación de sabernos “culpables” de no apoyar la guerra promovida por el “gigante”, que pudiera pasarnos una factura costosa. Ha sido muy importante la enseñanza por la pérdida de la dignidad y la mala interpretación de los valores humanos de algunos líderes mexicanos, que entregaron la dignidad y el derecho a la libre opinión y voto, renunciando a la correcta interpretación de la justicia y la razón, lo que les dejó desnudos ante la crítica mexicana por sostener, por encima de los valores trascendentes, la satisfacción de las necesidades materiales y la simple alimentación del campo de “las ganas corpóreas”.
También pierden las grandes cadenas norteamericanas de información, que poco a poco ceden ante el peso de la verdad y no pueden seguir ocultando que... “ los malos no son tan malos ni los buenos son tan buenos”..., evidenciando su falta de veracidad y neutralidad en el ejercicio de la profesión. De nada les ha servido el bombardeo militar al edificio de comunicación de la “competencia”, que aun y todo sigue transmitiendo.
Perdemos todos los países del Tercer Mundo, que habremos de pagar el costo de esa guerra al seguir comprando productos de importación, ahora a mayor precio.
Pierde el mundo la credibilidad a su mayor organización política y social, a una Organización de las Naciones Unidas que queda evidenciada por su ineficiencia y falta de recursos para detener la agresión de los países que tienen el poder del dinero y de las armas para hacerlo, por encima de leyes, reglas y políticas dictadas en conjunto.
También pierde la democracia, que como forma de vida hemos seleccionado todos los seres humanos del mundo occidental, que ahora queda limitada a simples definiciones, aplicables a la conveniencia, según los intereses de los estados más fuertes.
A pesar de todo, como dijera Galileo Galilei cuando fue obligado por la fuerza a retractarse de sus ideas científicas: “Y sin embargo se mueve”, así nosotros deberemos enfrentar este nuevo mundo luchando por nuestros valores trascendentes (Bien, Verdad, Bondad), culturales (orden social, familia) y humanos (derecho a la vida, alimentación, vestido, salud), buscando alcanzar mayor riqueza espiritual, calidad de vida familiar y social, con mayor compromiso con los demás, porque finalmente: “La verdad nos hará libres”. ydarwich@ual.mx