En el pasado mes de febrero tuve la oportunidad de asistir a la XIX Asamblea de AMIESIC, Asociación Mexicana de Instituciones de Educación Superior de Inspiración Cristiana. A ella acudimos representantes de las Universidades de México, que nos reunimos para reflexionar, dialogar y tratar de encontrar respuesta a la cada vez más urgente necesidad de formar integralmente a las nuevas generaciones.
En ella, Carlos Mendoza Álvarez, dominico joven, sobresaliente en el estudio de la teología desde la perspectiva de la modernidad, impartió una conferencia magistral cuyo mensaje central fue: “El papel de la Universidad en el diálogo, fe y cultura”.
Durante la reunión dedicamos tiempo suficiente para reconocer y revalorar los principios fundamentales de la educación superior, a fin de permanecer vigentes como educadores del mundo actual y entre otros temas que se discutieron fueron: El cambio de la función de la Universidad, que se presenta como otra, de entre varias, alternativa para sumar sus puntos de vista a las distintas corrientes de enseñanza que los seres humanos recibimos en los centros productivos, organizaciones sociales y los medios de comunicación; la transformación de los procesos educativos, que han pasado de la tradición doctrinal a la educación experiencial, que a últimas fechas enfrenta los retos de la educación digital; también se revisó la realidad de un mundo globalizado donde el educador es un facilitador y el alumno debe tener una participación activa, impulsora de sus propios esfuerzos, para adquirir información que le sirva en seleccionar temas y generar conocimiento de familiaridad y dominio; discutimos la necesidad de ofrecer sistemas educativos multiculturales, multirreligiosos y totalmente abiertos a las diferentes corrientes del pensamiento, incluido el creyente no cristiano y otras muchas reflexiones sobre la necesidad de encontrar medios de actualizar y agilizar la participación en la formación de hombres y mujeres de bien, lo que nos hacen tener grandes y buenas expectativas para el futuro.
Al mismo evento asistió Monseñor Rosendo Viesca, Arzobispo de Puebla, responsable de la Comisión de Cultura del Episcopado Mexicano. Su participación fue definitoria del pensamiento actual de la Iglesia Católica y dijo, entre otras cosas, que... “a veces no estamos tan cercanos como deberíamos estar a las universidades”... y esta declaración me da nuevas esperanzas sobre las posibilidades de cambio y actualización de la educación superior impartida por los distintos grupos y asociaciones religiosas, que evidencia un verdadero cambio de actitud hacia la realidad del mundo postmoderno.
Lo que me quedó muy claro fue la unánime conclusión de todos los asistentes, en relación a la conciencia de educadores universitarios, que se mueve en el entorno de un nuevo orden mundial que incluye la rejerarquización de valores trascendentes, sociales y humanos.
El interés de la Asociación me pareció muy legítimo. Reconocen que aceptan el reto de hacer el trabajo del profesor-facilitador que comprende las necesidades de los jóvenes, el compromiso de ayudarles a encontrar sus propios caminos y sus verdades, aunque sea pagando los costos razonables de sus propios errores, ofreciéndoles la cercanía de los mentores que les deberán aconsejar cuando así lo soliciten y ayudarles a que encuentren respuestas y aclaren dudas, respetando su libertad de ser, pensar y hacerse a sí mismos.
Trataron el tema de la verdad (a través del servicio), reconociendo el reto de aceptar la multiculturalidad y multirreligiosidad al interior de las Universidades. Inclusive la postura de las tradicionalistas quedó comprometida a la apertura, aún cuando sea limitada en su influencia. Esta actitud en particular representa un cambio importante, que deberán considerar y tomar en cuenta los grupos radicales.
Quedó asentado un grato ejemplo para educadores de otras religiones, inclusive las cristianas radicales que aún no quieren iniciar un diálogo entre corrientes de opinión, aceptando pagar los costos en términos de su propia función evangelizadora y educadora, que cada día enfrenta mayores dificultades para sumar seguidores.
Esta es una muy buena respuesta a las corrientes del materialismo y del individualismo que han florecido en el mundo de la sensualidad, al consumismo y al egoísmo. Aun para los que se declaran ateos, puesto que representa una revisión de la jerarquización de los valores sociales y humanos, que tanto debemos pregonar y defender para los jóvenes.
Les comparto otros pensamientos: “La humanidad vive un tiempo de modernidad que tiene un sentido humanista”, frase esperanzadora que se pronunció con tono de fuerte compromiso y en oposición a los pesimistas que sienten perder la fe en el ser humano.
“La verdad yo no la poseo, sólo tengo una parte y juntos debemos buscarla”, expresión de humildad y propuesta de apertura al diálogo entre pensadores.
“Permitamos que los demás busquen su propia verdad, que finalmente, si yo la poseo (en tono seguro y afirmativo) habremos de llegar juntos a ella, aunque por diferentes caminos” dijo otro de los participantes dejando constancia de paciencia, comprensión y hasta tolerancia.
Las conclusiones desembocaron en diferentes propuestas de trabajo conjunto, todas orientadas a favorecer el proceso de educación de las nuevas generaciones. Esperemos a ver los cambios en los planes y programas de estudio.
A nosotros nos queda la invitación para mantenernos atentos a los avances que ellos tengan en su trabajo, siempre reconociendo que la familia es el primer centro educativo y formativo de los seres humanos y que nuestro compromiso es participar en todas las actividades para insistir en cambiar al mundo. También representa un esfuerzo importante para combatir los antivalores, a través de la promoción entre los universitarios de los trascendentes y religiosos, cuyo beneficio social y personal no distinguen entre creyentes y ateos, todos seres humanos, de una religión u otra.
Lo invito a que repiense el tema, sin la menor duda de que nos dejará beneficios en términos de calidad de vida social; para los cristianos está la reflexión escrita en los textos bíblicos, que habla de la productividad humana; que no vaya a sucedernos aquello de lo enseñado en la parábola de la higuera estéril. ydarwich@ual.mx