Ecclesia de Eucharistia: La Iglesia Vive de la Eucaristía, es el título de la más reciente Carta Encíclica de Juan Pablo II, firmada el Jueves Santo reciente, precisamente como una continuidad de esas cartas encendidas que cada año ha dirigido el Santo Padre primordialmente a todos los sacerdotes de la Iglesia católica, pero en esta ocasión dándole una importancia primordial por tratarse del vigésimo quinto año de su pontificado.
En esta Encíclica el Papa despliega sus enormes dotes de filósofo, teólogo, poeta, pero sobre todo sacerdote y pastor de las almas, sin embargo encontró poco eco en muchos de los medios informativos, aun a pesar de que el Jueves Santo no sea un día que se caracterice por ser pródigo en noticias. Fue triste ver que hubo diarios o noticieros de televisión del jueves o viernes de la Semana Santa que no hicieron alusión al hecho, no sé si por que les pasó de desapercibida o por continuar en muchos casos con esa pretensión de silenciar todo lo importante que diga el Papa, dando paso solamente a referencias anecdóticas de su personalidad o por supuesto a críticas agudas contra su persona o sus ideas.
Ecclesia de Eucharistia, es un documento con introducción, seis capítulos y un apartado de conclusiones en el que Juan Pablo II va bordando la manifestación de su enorme piedad personal y aprecio a lo que es el gran misterio pascual y gran misterio eucarístico, que como él mismo dice ha podido ser expresada y vivida profundamente desde en el Cenáculo, en Jerusalén, durante el Año Santo 2000 hasta en grandes solemnidades multimillonarias como la que recientemente acaba de celebrar en pleno centro de Madrid, y hasta aquellas otras Misas de su juventud sacerdotal, celebradas en la quietud del campo o de la montaña polonesa haciendo que su celebración fuese planetaria porque tenía al cielo como cúpula.
Hay párrafos verdaderamente poéticos donde Karol Wojtyla saca de lo más hondo de su corazón el sentimiento vivo de fe que profesa por el misterio eucarístico: El misterio de todo un Dios que asume las humildes formas de pan sin levadura y vino para transformarlas en Su Cuerpo y en Su Sangre y quedarse con los hombres hasta el fin de los tiempos.
Pero también la Encíclica es todo un tratado filosófico teológico en torno al misterio del sacrificio que realiza Jesucristo, no sólo en sentido propio: Entregándose a quien comulga para poderse alimentar de Él; sino también como explica el Papa, en sentido específico puesto que cada vez que el sacerdote consagrado lleva a cabo la transubstanciación, Cristo vuelve a entregarse al Padre en un sacrificio perfecto, esta vez de manera incruenta, perpetuando el sacrificio del Calvario.
Por eso la Eclesialidad de la Eucaristía, porque de ese modo se hace posible esa frase de Cristo a sus discípulos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” puesto que se queda en las formas eucarísticas: “ayer hoy y siempre” que dijera San Pablo. Parte importante de la Encíclica es la referida al decoro con que tiene que llevarse a cabo la celebración, recordándonos el Papa entre otras muchas cosas que un católico no puede acercarse a comulgar si se encuentra en pecado grave, actualizando las palabras de San Pablo de que está “comiendo y bebiendo su propia condenación”.