Hace unos días un alto funcionario de la administración, me compartió sus temores por el regreso de Carlos Salinas a la vida pública mexicana. “Está comenzando a mover sus piezas, y una de éstas es Carlos Slim.” Según esta versión, Slim fue el “empresario del sexenio” durante el mandato de Salinas (1988-1994), de la misma forma en que los hermanos Vázquez Raña lo fueron del período de Echeverría (1970-1976). Salinas consintió que Slim se hiciera de Telmex en condiciones tan ventajosas que le permitió amasar una fortuna que a la postre ha sido la base del mayor imperio económico de América Latina. Este favoritismo tendría supuestamente una contrapartida o un “arreglo” que implicaría que el hombre fuerte detrás de ese poder económico, aún ahora, sería Salinas.
De inmediato expresé mi desacuerdo. Coincido en que el poder económico y las inmensas ramificaciones del imperio de Slim serían sumamente peligrosas en manos del proyecto político de un hombre tan astuto y a la vez tan resentido como Carlos Salinas. En lo que no estoy de acuerdo es creer que Slim pueda estar subordinado a nadie, toda vez que tiene tantos años en la cabina de mando y absoluto control de sus intereses económicos. Aún si la versión del “arreglo” en la entrega de Telmex fuera cierta, lo cual no está documentado, es infantil suponer que alguien con sus habilidades y su visión estratégica no se hubiera desembarazado ya de cualquier compromiso moral o político de un emisario del pasado tan satanizado como Salinas. El “Ingeniero”, como lo conocen en sus empresas, ha desarrollado una importante red de relaciones con políticos de distinta índole y tiene intereses económicos con algunos de los grupos empresariales más importantes del mundo. En suma, Salinas le queda pequeño.
El ángulo de análisis, en todo caso, sería otro. ¿En este creciente entusiasmo que Slim parece haber adquirido por participar en asuntos públicos, podría considerarse a Salinas una de las piezas del Ingeniero?
Desde luego es una hipótesis. Pero en todo caso me parece más factible que Slim esté en condiciones de utilizar a Salinas, que viceversa. Mi impresión personal es que ni siquiera lo necesita. “No ocupa”, como dicen en Guadalajara.
Lo que sí está documentado es el interés reciente de Carlos Slim en la política. Por lo menos en la política económica. Regularmente a lo largo de los últimos meses ha venido haciendo críticas al modelo económico vigente, al liberalismo a ultranza y a las normas restrictivas del Banco de México. Habría que darle crédito a Slim señalando que sus recomendaciones se alejan de las posiciones conservadoras identificadas con el sector empresarial, y se acercan a las de una plataforma socialdemócrata, mas interesada en la promoción del empleo, en la obra pública y en el combate a la desigualdad.
Bien por sus ideas. Lo que despierta inquietud es la manera en que podría promoverlas. Es tal la disposición de recursos políticos que Slim tiene a su alcance, es tan enorme el poder disuasivo de la fuerza económica de sus empresas que incluso con las mejores intenciones, podría convertirse en un factor desestabilizador de la incipiente democracia por la que México transita.
Desde luego Slim no es Berlusconi (el mega empresario italiano propietario de los medios de comunicación que ha secuestrado la democracia en su país, convirtiéndose en Primer Ministro). Pero en una versión más sutil podría no estar tan lejos. Los conocedores saben, por ejemplo, que Slim es el hombre fuerte detrás de Televisa tanto por el valor de sus acciones como por los créditos otorgados; por otra parte el grupo Carso y filiales constituyen el principal anunciante en prensa, radio y televisión en todo el país. Por lo mismo, los medios no suelen ser muy proclives a la crítica de “Slimlandia.”
Su influencia política no es menor. No es un secreto la alianza estratégica que ha establecido con Andrés Manuel López Obrador, que va mucho más allá del programa de remodelación del centro histórico de la capital. En este momento López Obrador es el precandidato presidencial con mayor popularidad. Paradójicamente Slim podría estar relacionado, queriéndolo o no, con dos tabasqueños archi rivales en la disputada por la silla presidencial. López Obrador por un lado, y Roberto Madrazo, por el otro. De ser cierta alguna influencia de Slim sobre Salinas, ello significaría que tendría un canal para participar (invertir, apoyar, decidir) en la campaña del priista. Carlos Salinas apoyó a Roberto Madrazo tanto en la disputa por la precandidatura presidencial en contra de Francisco Labastida (es decir, Zedillo), como luego por el control del PRI.
Con lo anterior no quiero decir que Salinas, y por extensión Madrazo sean títeres de Slim. Ni siquiera sabemos a ciencia cierta la naturaleza e intensidad de la relación entre los dos Carlos. Simplemente quiero ilustrar la enorme facilidad con la que el inmenso poder de Slim puede colocarlo detrás de una campaña presidencial. O incluso de dos.
En resumen, Slim tiene el derecho de luchar a favor de sus ideas como cualquier otro mexicano. Y por fortuna muchas de ellas, en mi opinión, son buenas para México. Por desgracia no es cualquier mexicano. Es tal la desproporción de su influencia que en la búsqueda de una mejoría del país puede provocar justamente lo contrario. El poder implica responsabilidades; el poder ilimitado implica inmensas responsabilidades. (jzepeda52@aol.com)