Segunda Parte
Pita Amor, gloria de la poesía mexicana, solía declarar sin el menor pudor que era la reina de la noche. Rescato tan acertada frase y la hago mía pues esta hora de la jornada es la que verdaderamente disfruto: ahí elucubro pensamientos inconfesables, existo al filo de la navaja, cobro una vitalidad inusitada, termino inventando realidades paralelas que están repletas de personajes de uña y carne pero que justo en esos momentos toman un cariz mágico, vamos, casi surrealista.
La Habana nocturna invita al pecado. Esa conjugación entre clima, mar profundo que despide aromas y los cubanos haciendo de la sensualidad casi una continuación del alma le dan a la capital un carácter indescriptible. Salimos del hotel en dirección al “Gato Tuerto”, bar que anda en boca de todos pues cruzar sus puertas es como entrar derechito al infierno dado el número de posibilidades que ofrece. Su tarifa, quizá normal para el turista promedio, es impagable para los cubanos. Digo, es que ganando un promedio de diez dólares mensuales nadie en sus cinco sentidos se avienta a pagar cuatro por un mojito.
Para nuestra sorpresa hay varios nacionales. El turismo sexual representa una de las pocas formas que tienen para subsistir y eso provoca que “acompañantes” de alto nivel frecuentemente se encuentren apostados en los establecimientos en busca de turistas –españoles y americanos en su mayoría- dispuestos a divertirse. A pesar de venir acompañado por mi madre, hombres y mujeres jóvenes me hacen abiertas insinuaciones durante la velada. El hambre y la necesidad terminan por matar a la dignidad.
El cubano no concibe la vida sin música. Así como en México el futbol, la religión y las telenovelas han servido como elementos de descarga que atenúan exabruptos de toda índole, en la isla las notas melodiosas hacen más llevadera una realidad lacerante. Música es identidad, alegra los días y dice mucho sobre las características de una nación, sitúa al hombre dentro de un tiempo y espacio determinado. Oír a cualquier artista durante nuestra estancia termina por convencerme de que el cielo bien puede estar en la tierra.
Un piano de cola. Un escenario y una mujer morena vestida de blanco. Si bien un atuendo en esos tonos evoca la pureza y aquello virginal, en el fondo la mirada de la dama que cantará sugiere todo lo afrodisíaco, sensual y sugerente que puede llegar a ser el arte. Bajan las luces, se sienta tras el instrumento, bebe un buen sorbo de ron y entonces canta. Honda su voz cual Amara Portundo o Cesaria Évora en apariencia, a los pocos minutos caigo en la cuenta de que su tesitura, registro y una capacidad para imprimirle a la letra toda la melancolía que probablemente lleva a cuestas la sitúan como un talento único, de ésos que muy pocas veces aparecen en escena.
Estamos en el éxtasis pleno. Boleros evocando todos y cada uno de los sentimientos padecidos por el ser humano a lo largo de su vida nos regala Alina durante tres horas fugaces que busco nunca terminen. Tantos recuerdos, también oportunidad para olvidar…
“Sufro la inmensa pena de tu extravío, siento el dolor profundo de tu partida”
Se extingue la oscuridad para dar paso a una mañana ideal para seguir adentrándonos y conocer un poco más. De regreso, instalado en la habitación con una cruda monumental en el cuerpo es que hace su aparición Luis, algo así como la persona que en el hotel puede resolver todo. Trae consigo un bloody mary que mucho agradezco, también las ganas de una buena charla y la disposición para abrirse conmigo.
Admira los logros de la Revolución. Para él éstos se pueden constatar en los sistemas de salud accesibles a la población entera, además, afirma, médicos como en Cuba hay pocos. Concediéndole entera razón busco entrar en el terreno del suministro de medicamentos: bueno chico, es que casi no tenemos ninguno y eso es un gran problema. La idea anterior refuerza mi creencia sobre lo absurdo del embargo, de la inmoralidad intrínseca en el impedirle a un pueblo el acceso a aquello básico para la subsistencia. Podemos o no estar de acuerdo en los postulados comunistas, sin embargo nada justifica matar en vida.
Luis está sediento de ver el mundo. Sabe perfectamente que he viajado mucho y eso lo motiva a preguntarme sobre los lugares visitados y los recuerdos añejos de la memoria. Aunque lo ha buscado afanosamente no le han permitido salir jamás del país. Puedo entender los aciertos revolucionarios, criticar las fallas, a pesar de ello jamás lograré comprender con qué maldito derecho y bajo qué términos se tiene la sangre fría para negarle al hombre su más íntimo y valioso derecho, el de la libertad.
Durante el desayuno se acerca una mesera que bien podría emular a la mayoría de los cubanos en cuanto a personalidad se refiere: abierta, alegre, extrovertida. Una hora de plática sobre el clima, los sones y la triste muerte del icono nacional Compay Segundo, luego llena de pena me pide si de casualidad no tendré una revista o periódico extranjero. Lo anterior viene siendo sintomático de un régimen donde todo lo que tenga que ver con capitalismo es visto como putrefacto, agente corrosivo ligado a lo Yanqui.
“Granma”, único diario en la isla, es soporífico y surreal. Durante mi estancia lo revisé todos los días de cabo a rabo (tarea sencilla dado que no suele alcanzar más de ocho páginas) para encontrarme que las noticias de primera plana solían ser largas crónicas sobre la apertura de una fábrica, los avances científicos para el tratamiento de las várices, letanías enteras condenando todo aquello proveniente de gringolandia, recordatorios sobre logros socialistas y actividades de funcionarios gubernamentales de nivel medio. Olvídense de opiniones editorializadas.
De visita en un museo salta a la vista senda frase grabada en una placa, puesta ahí por el actual gobierno y haciendo alusión a los tiempos anteriores: “Para que nunca más reine la tiranía, la injusticia y la opresión”.
Sin comentarios…
Continaurá....
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