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La lengua de Cervantes

Gilberto Serna

La pregunta que me formulo, cuando hay un tema como el que esta vez abordaré, es: ¿Cuál lengua hablaban los primeros habitantes de este planeta? De seguro empezaron balbuceantes a elaborar voces onomatopéyicas, sugeridas por la naturaleza, que sirvieron para hacerse entender entre ellos en la noche de los tiempos. He de elucubrar que se trató de escarceos en los que fueron parte principal las gesticulaciones que demostraban alegría, tristeza, enojo, felicidad, miedo, tranquilidad, zozobra, perplejidad, satisfacción y toda la gama de estados de ánimo de que es capaz la especie humana. ¿Cuándo nuestros antepasados pudieron articular palabras completas con algún significado? ¿En qué momento las cuerdas vocales que en un principio emitían sonidos guturales fueron madurando hasta llegar a nuestros días? Si creemos que en la naturaleza sobrevive el más fuerte, hemos de creer que hubo intentos de construir un lenguaje que fracasó dando lugar a lo que ahora conocemos como lenguas muertas. ¿Usted sería capaz de aseverar cuantas palabras usaron las antiguas generaciones que desaparecieron en el devenir de los años por que surgieron otras que las substituyeron?

Nuestro propio idioma se deriva del latín vulgar. Que al salir de la boca de gente común rodó por las calles fue rebotando en las paredes de la historia hasta llegar a nuestros días. Quizá debiera decir que hay siete lenguas romances derivadas del latín, a saber: el italiano, el provenzal, el catalán, el francés, el portugués, el rumano y el español. Los primeros españoles que llegaron a la Nueva España traían consigo un bagaje de palabras que si se usaran hoy en día no las entenderíamos, ¡apenas transcurridos quinientos años! El lenguaje, pues, no es estático, se va transformando con el paso de las generaciones que usan palabras que a fuerza de repetirse se van introduciendo en nuestro idioma. Sería por demás interesante sumergirme en la etimología de las palabras, más sería una labor titánica no necesaria para lo que me he propuesto decir aquí. Este preámbulo tiene, no podía ser de otra manera, un propósito. Pero antes anotaré que hay palabras que forman parte de nuestra lengua a pesar de ser extranjeras, a cuyos vocablos llamamos anglicismos, galicismos, etcétera, que se han incorporado lenta pero inexorablemente a nosotros, pero sólo por que vienen a llenar un vacío en el lenguaje. Lo menos que podemos hacer es usarlas correctamente. Un botón bastará. La palabra restaurante suele escribirse restaurant, sin la “e” al final.

En efecto, hay en la ciudad un lugar, al que acude la gente a engullir alimentos, en que se usa esa “e”. Es una sucursal que se encuentra en un centro comercial, al oriente de la ciudad. En cambio, no usa la vocal en un local céntrico, donde igualmente sirve comidas. Así, en un lado, el mismo establecimiento correctamente escribe restaurante y en el otro lo indica como restaurant. Compruébelo usted mismo. La falta de cultura ha dado origen a errores garrafales. Y que decir de los nombres de negocios en un idioma ajeno al nuestro. Se ha llegado a excesos. Cuando paseamos por las calles de la ciudad, mirando los letreros, carteles o rótulos, parece que estamos en otro país. El idioma de los gringos nos ha avasallado de tal manera que amenaza con borrarnos del mapa. ¿Tenemos un complejo en que lo nuestro se considera inferior? ¿Aquellos, los güeros, son superiores? ¿No sería benéfico, para nuestra identidad, se expidiera una ley dirigida a la defensa de nuestro idioma? ¿Tan poca cosa somos que no nos ocupamos de preservar nuestro idioma materno ni, por cierto, nuestras costumbres ancestrales?

Seria de lo más conveniente que nuestros gobernantes además de ver con preocupación el asunto, si es que lo hacen, expidieran un decreto por el que se obligue a toda empresa, cualquiera que sea su ramo, a expresar en español el nombre de su tienda, comercio, almacén o industria, lo digo, aunque no faltará quien me acuse de chauvinista recalcitrante. Pero como no encresparse. Advierta, en las instituciones educativas de paga, se enseña el anglo a los niños, como ¡primer idioma! No tengo nada que decir si tomamos en cuenta que el inglés se ha convertido en el esperanto (idioma universal inventado por el polaco Luis Lázaro Zamenhof, 1859-1917) por lo que su conocimiento es recomendable. Malo será el día que en esos planteles se rindan honores a la bandera de las barras y las estrellas, se toque el himno estadounidense y se enseñe, en vez de la nuestra, la historia de nuestros vecinos. Bien, si queremos seguir siendo una nación libre, orgullosos de nuestras raíces, debemos preferir el idioma de Cervantes por encima del de Shakespeare.

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