En el Día de la Mujer, habría muchos temas de peso que tratar: El aberrante capricho fundamentalista del discípulo del telepredicador Bill Graham, George W. Bush de imponer “El Nuevo Orden Mundial”, SU Imperio sobre el planeta, destruyendo a Iraq e ignorando la fantástica reacción mundial contra su locura. El rechazo de los miembros del Consejo de Seguridad, salvo el de la enviada de Mr. Rebuznar, ojo, la única en citar el discurso hueco, ingenuo y cobarde de nuestro canciller Derbez. Los 110 millones de dólares de Roberto Madrazo en Suiza. La Asociación de Los Amigos de Fox, fundada en 1998 por puro cocalero, el propio Fox, Lino Korrodi y luego dos “mujeres de Fox”, Luz María Aguilar Arzate y Rosa María Cabrero Valerio. Pero la mayor aberración hoy es la misoginia mundial, el odio a la mujer, igual de varones que de las propias mujeres.
EN PLENO TERCER MILENIO, a 100 años de la revolución de las sufragistas, es increíble la injusticia contra la mitad de la humanidad. No hay lugar en el planeta en que el género femenino no haya retrocedido. Sabemos a qué grados la mujer sigue esclavizada en determinados países y culturas. Nos horrorizamos en Occidente por lo que hace a las mujeres el fundamentalismo islámico en África: La mutilación de las niñas en Sudán, las lapidadas en Nigeria, etc.
Pero en el propio Pakistán, la posesión de la mujer como objeto y los consecuentes celos, lleva a extremos monstruosos. Hay lugares en que los hombres legalmente matan a la esposa por sospecha de infidelidad o pueden sacarle los ojos, cortarle la nariz y las orejas, como es el caso de una paquistaní que por su valor, el cariño de un hermano maravilloso y la ayuda de una abogada, logró encarcelar al agresor y llevar su caso a niveles internacionales. El Washington Post relató la terrible historia, lo que resultó en una amplia cobertura de la TV y en una cierta reconstrucción en USA de su rostro, para que sus hijos no se horrorizaran.
Pero no sólo el fundamentalismo islámico desprecia a la mujer al grado de tener derecho a matarla. En el catoliquísimo México de Fox y Marta, de sus legionarios-millonarios-maricones y finalmente funcionarios, en ciudad Juárez siguen muriendo a diario mujeres víctimas de atroces violaciones y mutilaciones (una de las últimas fue una niña de cinco o seis años) y las autoridades no hacen nada. Si fueran varones los asesinados y violados, otra cosa sería. Pero ¿qué vale la vida de niñas y jóvenes mexicanas pobres? Las consumen y las tiran a la basura las mafias del norte.
LA VESTIMENTA es una de las señales del sometimiento femenino. El peor abuso consiste en lograr que las mujeres se convenzan de su calidad de “posesión “ y se autodestruyan mentalmente, masoquistamente y se vistan como les mandan los varones. Muchas musulmanas que habían dejado el shador en décadas anteriores al fundamentalismo shiita, detonador del presente, dicen hoy que ellas mismas deseen velarse, ocultarse, usar máscara, etc. No es el Corán el que lo manda. Entre las mujeres afghanas que vimos en TV en tiempo de los talibanes en sus aparatosos trapos azules, apaleadas por cualquiera que pasara, a las que se les prohibía todo, había universitarias y profesionistas y no se entiende cómo no se sublevaban, aunque se supo de muchos suicidios. ¿Qué pasa hoy con ellas? ¿cambió la condición femenina en Afganistán? _ “liberado” a base de destrucción y muerte por el cristianísimo George W. Bush, en busca de Bin Laden, pero no por la plausible meta de liberar a las mujeres, tratadas peor que bestias, apaleadas frente a las cámaras, que hoy siguen vestidas de tiendas de campaña lo que amén de infamante, les resta toda oportunidad de desarrollo y de una vida normal para otras?
En Alejandría, Egipto uno de los países musulmanes más liberales, presencié un espectáculo insoportable. Era enero, pero una nadadora inveterada se había metido con todas sus negras vestimentas al Mediterráneo sin duda frío, porque fuera el Sol calentaba un poco. Dentro de las olas flotaba su shador. Estaba totalmente cubierta de negro hasta con máscara y guantes. De vez en cuando emergía a la arena a tomar un poco de Sol y ni siquiera podía sacudirse el agua, antes de retornar al mar. La vestimenta de las musulmanas fundamentalistas es una afrenta a la dignidad de cualquier mujer libre que las ve no sólo en sus países sino deambulando por el mundo sin que se les vea un centímetro de humanidad, con máscaras, guantes y anteojos oscuros. Algunas se tapan el cabello “porque su marido es el único con derecho a ver semejante atractivo”.
Por cierto, las judías hasidic que viven en mitad de las grandes urbes occidentales, hacen lo mismo: Llegan a la aberración de esconder bajo pelucas el cabello propio.
En Occidente la moda es un amo tiránico que reduce a la mujer a la calidad de objeto humillado. En las clases altas amén de violencia intrafamiliar y de prostitución social “por negocios”, sufren hoy en día de la vergüenza de no tener un cuerpo flaco, exigido por la moda. Por ende se crean enfermedades artificiales como la bulimia y la anorexia. No comen porque quieren ser Barbie, pero si esa muñeca fuera una mujer real, sus proporciones la obligarían a caminar a gatas. Para la mujer madura normal de tallas entre 12 y 14, ver una revista de modas, es deprimirse. Deben saber o recordar que Marilyn Monroe, un símbolo sexual aún no igualado, usaba ropa de esas tallas. Hace 20 años las modelos pesaban ocho por ciento menos que la mujer común, hoy pesan 23 por ciento menos.
LA MISOGINIA se ve de mil maneras. En el reciente y estupendo torneo Abierto Mexicano de Tenis, en Acapulco los premios revelaron el viejo machismo del tenis en éste y otros países. El campeón, el argentino Carelli, ganó 128 mil dólares. El sub, también gaucho Zabaleta, 67,500. La campeona, sudafricana Amanda Coezter, 14 mil y la sub, argentina, Mariana Díaz-Oliva, siete mil, en una desairada final. Todo esto es misoginia, mister Bravo Mena. No decir que Marta Fox no debe gobernar, porque a ella no la elegimos los mexicanos.