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La nueva estrella/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“No soy resultado de una campaña. Soy resultado de un movimiento de 22 años de duración”. Lula

Davos, Suiza.- Hace apenas dos años, cuando acudió por primera vez al Foro Económico Mundial de Davos en enero del 2001, dos meses después de haber asumido la presidencia de México, Vicente Fox era sin duda el gobernante latinoamericano que más atención generaba. En su presentación plenaria llenó casi el salón principal del Centro de Congresos de Davos. Se le veía como el personaje histórico que había logrado la gran hazaña de destronar al PRI después de 71 años en el poder.

Este año, sin embargo, quedó claro que, cuando menos en Davos, Fox ha sido destronado por el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. El viernes 24 de enero el Presidente mexicano habló ante un auditorio casi vacío, respetuoso pero desangelado, donde la mayor presencia era de empresarios mexicanos y miembros de su propia comitiva. El domingo 26, en cambio, Lula se dirigió a un auditorio casi completamente lleno, que aplaudía y coreaba con aclamaciones muchas de sus frases.

El sábado 25 los dos mandatarios participaron -junto al colombiano Álvaro Uribe, el argentino Eduardo Duhalde, el peruano Alejandro Toledo y el ex presidente del gobierno español Felipe González- en la tradicional cena iberoamericana de Davos. Cada uno pronunció un discurso ante una concurrencia casi completamente iberoamericana.

Ahí también la atención se centró fundamentalmente sobre Lula, quien pronunció un discurso emotivo que enfatizaba la necesidad de establecer un “nuevo contrato social” y de “realizar en cuatro años las reformas que la derecha dijo durante décadas que iba a hacer y nunca hizo”. En contraste el discurso de Fox ofreció una enumeración de los logros de su administración, como si los asistentes de una veintena de países estuvieran interesados en un informe parcial de gobierno.

La fascinación de Davos con Lula es explicable. La imagen del Foro Económico Mundial como un club cerrado de ricos es simplemente falsa. Si bien muchos empresarios asisten a las reuniones, hay también presente un verdadero ejército de miembros de organizaciones no gubernamentales. Y para ellos el discurso de Lula era motivo de celebración.

Bien haría Lula, sin embargo, en tomar con cierto grado de cautela el entusiasmo de Davos. Su discurso emotivo, que trataba de recordarle a los ricos la existencia de la pobreza en el mundo, estaba diseñado para el aplauso fácil. Lula evitó roces al abstenerse de asumir posiciones radicales. Rechazó, de hecho, el populismo y enfatizó la necesidad de mantener finanzas públicas sanas. Afirmó que, para promover el desarrollo de Brasil, será necesario contar con inversión pública pero también privada, y añadió que ésta tiene que venir tanto de dentro como de fuera del país.

Pero el problema es que ni en los discursos de Davos, ni en el que previamente ofreció en Porto Alegre, Lula indicó con claridad cuáles serían los mecanismos que aplicará para lograr esa mejor distribución de la riqueza sin ahuyentar la inversión necesaria para que crezca el ingreso. El único propósito concreto de política interior que mencionó fue el de llevar a cabo una “reforma agraria”, pero la experiencia nos dice que este tipo de acciones genera una caída de la producción agropecuaria y termina afectando a los más pobres. A nivel externo su única propuesta fue crear un Fondo Internacional para Combatir la Miseria y el Hambre financiado por los países ricos, lo cual podría terminar siendo o un sueño utópico o un verdadero desastre burocrático.

¿Podrá Lula romper con el círculo vicioso y establecer políticas que generen crecimiento y una mejor distribución de la riqueza? Algunos países del mundo lo han logrado. Ahí está España que, como lo señaló Felipe González en la reunión iberoamericana, era casi tan pobre como Brasil pero en dos décadas multiplicó por cuatro su producto interno bruto y consiguió además un mejor reparto de la riqueza con una adecuada política de gasto público.

¿Seguirá Lula el camino que marcó González en España u optará por la senda del cubano Fidel Castro o la del venezolano Hugo Chávez? ¿Repartirá mejor la riqueza o simplemente la destruirá? Falta todavía mucho para ver el resultado final de este esfuerzo. Y sólo entonces podremos determinar si los aplausos que Lula cosechó este invierno en Davos no fueron simple producto de una popularidad temporal.

Izquierda y derecha

“El gran problema de la izquierda -dijo Felipe González en la cena iberoamericana de Davos-, ha sido su pasión por la distribución y su olvido de cómo se genera la riqueza, mientras que el gran problema de la derecha ha sido su obsesión con la generación de la riqueza sin preocuparse por su distribución.”

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