La disputa por el poder en el Congreso tiene paralizada a la clase política del país. Es enorme lo que está en juego y no sólo por las reformas que están en suspenso. El país en vilo espera un desenlace en los próximos días, con la esperanza de que las inversiones, la cotización del peso y los mercados reanuden una trayectoria normal.
Pero hay otra disputa, dentro de la disputa, que habrá de definirse en el marco de la misma confrontación por el poder de la Cámara: la candidatura del PRI a la presidencia del país.
No es casual que la gran mayoría de los gobernadores priistas no estén a favor de Roberto Madrazo en este pleito entre el tabasqueño y la maestra Elba Esther Gordillo. Tres razones explican el escaso cariño que inspira Madrazo entre los mandatarios. Por un lado, algunos de ellos recibieron apoyos importantes por parte del magisterio durante sus respectivas campañas a las gubernatura. En muchas entidades ?la Maestra? ha sido un aliado estratégico para asegurar la movilización del voto priista en procesos electorales regionales. Consecuentemente, varios de ellos tendrían más razones para estar del lado de Elba Esther que de Madrazo.
Sin embargo, tampoco podemos desproporcionar este motivo: la gratitud no es una virtud que los políticos suelan practicar de forma gratuita. La segunda razón es mucho más poderosa; la mitad de los gobernadores tiene aspiraciones presidenciales y Madrazo sería el principal obstáculo en su camino. Yarrington en Tamaulipas, Núñez en Hidalgo, Martínez en Coahuila, Alemán en Veracruz, Montiel en el Estado de México, Millán en Sinaloa, entre otros, saben que sin Madrazo alguno de ellos tendría una buena posibilidad de lograr la candidatura. El liderazgo de Elba Esther en la Cámara de Diputados constituía un factor de equilibrio que restaba poder al dirigente nacional priista.
Si la coordinación de los diputados recae en Emilio Chuayffet o cualquier otro vinculado al grupo de control de Madrazo, el tabasqueño será absolutamente imparable en su afán de obtener la nominación del PRI a la Presidencia.
Fue por ese motivo que los gobernadores apelaron hasta el último momento (con carta de por medio) a la posibilidad de un pacto que dejara a la Maestra en control de la poderosa fracción priista de la Cámara. Fracasado este propósito, ahora los gobernadores presionan a la dirigencia nacional para que se descarte a Chuayffet y se opte, en nombre de ?la conciliación?, por un coordinador neutral a los dos grupos en disputa. Es decir, para los gobernadores es vital que el líder de la Cámara no sea un incondicional de Madrazo. En pocas horas conoceremos el desenlace de esta confrontación. La manera en que se resuelva prácticamente definirá en gran medida la lucha por la nominación presidencial.
Lo cual conduce al tercer motivo. Madrazo es un candidato dominante dentro del PRI, pero muy débil frente al electorado general. Mucho políticos priistas, independientemente de sus aspiraciones personales, saben que tendrán muy pocas posibilidades de recuperar el poder en el 2006 con Madrazo a la cabeza. Si bien es la figura del PRI que marca mayor intención de votos en los sondeos (22 a 28 por ciento según la encuesta de que se trate), es también la figura que genera mayores rechazos (¿por quién no votaría?). Para muchos ciudadanos Madrazo representa un regreso al pasado; una invocación del PRI de madruguetes, nacionalismos trasnochados, demagogia y corrupción. Hay quienes consideran que la única posibilidad que tiene el PRI para reconquistar la Presidencia reside en la presentación de un político fresco, capaz de convencer a la ciudadanía de la existencia de un PRI nuevo, con mayores habilidades que el PAN para gobernar con eficacia, pero sin los vicios del pasado. Desde luego, algunos gobernadores jóvenes tendrían más posibilidades de ?vender? esta nueva imagen que el político tabasqueño. Madrazo estaría demasiado identificado con las luchas del pasado y con el salinismo; pesan en él las dificultades para mantener el triunfo de los candidatos del PRI en las últimas elecciones en Tabasco, en donde los pupilos de López Obrador lo doblegaron.
La derrota de Elba Esther deja a Madrazo el campo libre para ejercer un liderazgo menos disputado, pero deja también un partido más pequeño. El riesgo de desbandas está latente. Los sectores lastimados difícilmente serán aliados entusiastas en la conquista de Los Pinos. Se trata de una victoria pírrica. Madrazo se encuentra en el vértice de dos posibles derroteros: atrincherarse con su grupo en la cabina de mando del partido a costa de eliminar aliados y enfrentar escisiones, o abrirse a la conformación de un gran partido de alianzas. En los próximos días habrá una enorme tentación en el grupo madracista de cerrar filas y de expurgar a la disidencia. Los dinosaurios ofrecerán todo tipo de asistencia en manejo y control de militantes a cambio de una mayor influencia en la cúpula. Las tácticas de Elba Esther no eran más democráticas; han sido tan verticales y corporativas como las de sus rivales. Pero el horizonte de visibilidad, la estrategia de largo plazo era mucho más abierta hacia el exterior. Si Madrazo opta por la cerrazón habrá ganado la batalla, pero sin duda habrá perdido la guerra.
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