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La 'policía de la sal' vela por la salud de chinos

Pekín, (EFE).- La sal es algo más que un condimento en China, país que tiene su propia policía de lucha contra el contrabando de ese mineral y donde se calcula que 700 millones de personas sufren deficiencias físicas y mentales a consecuencia de su consumo inadecuado.

La sal, que hoy en día nos parece algo casi insignificante, sigue siendo un asunto de estado para China, que desde 1994 emprende una campaña para que todos sus ciudadanos consuman sal yodada y persigue con 24.000 "policías de la sal" su producción y venta ilegal.

Estos policías, de uniforme azul y con una insignia con forma de cristal salino, patrullan las zonas más pobres de China en busca de alijos de un "polvo blanco" no tan preciado en el mercado negro como la cocaína, pero sí más dañino para la salud de 1.300 millones de chinos.

Habituales en las regiones más desérticas de China, donde la sal ilegal es fácil de obtener, estos efectivos, mitad policías mitad médicos, protagonizan espectaculares operaciones y en sólo un año pueden llegar a requisar 200.000 toneladas de sal, como se reportó en 1998.

La policía de la sal tiene trabajo extra en las regiones desérticas del norte del país (Mongolia Interior, Ningxia, Shaanxi) cercanas a grandes lagos salados, donde muchos campesinos que tienen la sal a tres pasos de su casa no entienden por qué han de comprar la yodada, traída por el gobierno y que cuesta nueve veces más.

El motivo es que en los años 80 los científicos chinos descubrieron que la falta de yodo en la sal produce un coeficiente intelectual más bajo, enfermedades como el cretinismo o el bocio y mayor riesgo de malformaciones fetales y abortos.

Las anomalías causadas por falta de yodo en el cuerpo humano afectan a alrededor de 1.600 millones de personas en el mundo, la mitad de ellas en China, aunque las fuertes medidas tomadas por Pekín desde 1994, aplaudidas por las propias Naciones Unidas y la UNICEF, parecen indicar que las cifras bajarán en el futuro.

Los principales problemas de insuficiencia de yodo en China se dan en regiones occidentales como el Tíbet o Xinjiang, con altos niveles de pobreza y muy alejados del mar (el pescado es otro producto con elevados índices de yodo).

En el mencionado año de 1994 China puso en marcha una campaña nacional para extender el consumo de sal yodada por todo el país, y desde entonces se ha conseguido que el número de personas con acceso a este mineral se haya elevado del 10 por ciento de los años 80 a un espectacular 94 por ciento en nuestros días.

La campaña, en la que colaboró el Banco Mundial, incluyó la creación de la peculiar policía salina y recuperar uno de los monopolios más antiguos del mundo, el que los emperadores chinos tenían sobre la producción y venta de sal ya desde el siglo VII antes de nuestra era.

Los emperadores de esa época iniciaron el monopolio para cobrar impuestos a sus súbditos y acometer así grandes obras públicas, mientras que el interés que ahora tiene el Gobierno de Pekín es más sanitario que económico.

La sal es algo muy especial para los chinos, que la echan abundantemente en su comida -una de las mejores del mundo- y consideran que esos cristales blancos, único mineral que el ser humano consume directamente, fueron traídos a los hombres por un ave fénix.

La leyenda dice que cuando el fénix aparece (muy raramente) siempre se posa sobre un tesoro, por lo que cuando ese pájaro divino se paró sobre una roca salada sin aparente valor, un campesino que fue testigo recogió la piedra y la llevó ante el emperador, que desde entonces la uso como condimento en sus reales banquetes.

En la época de Deng Xiaoping, en la que China se esforzó por liberalizar su economía, el monopolio estatal de la sal era visto como un resto obsoleto de esas leyendas imperiales, pero desde 1994 el control del estado vuelve a ser casi total y una materia de suma importancia para la salud pública.

La sal, que tan desapercibida pasa, ha sido algo muy importante en la historia no sólo de China, sino también de Occidente, y según los entendidos ha causado más guerras y revoluciones que "parientes" más ilustres como el oro, la plata o las piedras preciosas.

El impuesto sobre la sal que el Reino Unido imponía a la población de la India fue, por ejemplo, la excusa para que Mahatma Gandhi y sus partidarios comenzaran las protestas contra la metrópoli en los años 30 del siglo XX, que acabarían logrando la independencia de la joya del Imperio Británico.

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