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La presión aumenta

Jorge Zepeda Patterson

El viernes por la noche Joaquín López Dóriga hizo una pregunta al auditorio de su noticiero de televisión. ¿Piensa Usted que México debe votar en contra, a favor de Estados Unidos o abstenerse en el tema de la guerra de Iraq? La respuesta fue contundente: por más de dos a uno el público pidió votar en contra de la guerra, es decir, en contra de Estados Unidos. Pero otro resultado fue mucho más significativo: más del 60 por ciento de las personas opinaron que México debía optar por la abstención.

¿Hasta qué punto esa podría ser una salida para honrosa ante el difícil dilema en que se encuentra nuestro país?

El voto en el Consejo de Seguridad se ha vuelto clave no sólo por el rechazo de la opinión pública internacional a una acción unilateral de Estados Unidos en contra de Iraq. También porque las encuestas de opinión en las principales ciudades norteamericanas revelan que cada vez más estadounidenses consideran que su país no puede ir a la guerra sin el aval de la ONU.

Y ese aval dependerá del saldo final de la votación de 15 miembros, entre ellos México (cinco permanentes y diez rotativos). Estados Unidos cuenta con cuatro votos a favor (Inglaterra, Bulgaria y España, además del propio) y cinco en contra (Rusia, Alemania, Francia, China y Siria). Los seis restantes se consideran todavía indefinidos y, por lo mismo, sobre ellos se ejerce toda la presión internacional: México, Chile, Angola, Camerún, Guinea y Pakistán.

En la primera semana de marzo el jefe de inspectores, Hans Blix, presentará el que podría ser el último reporte sobre Iraq y ello precipitará una votación en el Consejo de Seguridad en un sentido u otro. Para asegurarse de que el balance de Blix sea suficientemente severo en los próximos días Estados Unidos planteará una lista exhaustiva de preguntas que los inspectores deberán indagar en territorio iraquí.

Mientras tanto, la presión sobre los países que podrían votar en un sentido u otro es enorme. Particularmente por lo que toca a México. De los seis países susceptibles de cambiar su voto, México es el más cercano a Estados Unidos y también el más vulnerable. A mediados de la semana Henry Kissinger aseguró que un voto antagónico por parte de México seguramente desencadenaría consecuencias (léase represalias). El viernes pasado Tony Garza, embajador de Estados Unidos, afirmó que la opinión de Kissinger debía ser tomada en cuenta por la experiencia que tiene el ex secretario de Estado (una manera diplomática de reafirmar la amenaza). Y desde luego, no son amenazas gratuitas. En los años setenta México votó a favor de una resolución internacional que equiparaba a Israel con el sionismo. Pero el impacto del boicot turístico y financiero del poderoso cabildeo judío en contra de México, obligó al gobierno de Echeverría a recular al poco tiempo.

Algunos analistas han opinado que fue un error la búsqueda por parte del gobierno mexicano de un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. “Es por la vanidad de Jorge Castañeda, que hoy estamos contra la espada y la pared”, afirman. Pero eso es una cobardía. Primero, porque no había manera de anticipar la crisis por la que pasaría este Consejo (la peor en su historia). Segundo, porque los países no pueden abstenerse de participar en la formación del nuevo orden internacional que está en proceso de construirse hoy en día. Es responsabilidad del gobierno, como de los individuos, colaborar en la vida internacional, justamente para no ser pasto de los juegos entre las potencias.

México tiene una larga tradición pacifista, un liderazgo y una responsabilidad para con una multitud de pueblos con los cuales comparte problemas comunes (distintos de los que unen y separan a las potencias). Por lo mismo, no puede renunciar a participar en los foros y espacios internacionales en donde se decide la historia mundial.

Pero también es cierto que México tiene responsabilidades consigo mismo y con los intereses de sus ciudadanos, y muchos de estos intereses pasan por la vecindad con los Estados Unidos. Lo cierto es que a lo largo de toda esta crisis los gobiernos han actuado de acuerdo a sus propios intereses. Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos o Rusia no son la excepción.

Hasta ahora la posición de México ha sido sumamente digna. Esperemos que además de eso pueda ser inteligente. A ese respecto no podemos ser muy optimistas. Justo en este momento estrenamos secretario de Economía en la cancillería. La peor crisis internacional nos encuentra con un responsable de la diplomacia sin experiencia ni atributos para este oficio. Para salir bien librado México necesitará mucha habilidad y oficio, por un lado y una buena dosis de suerte, por el otro. De lo primero no habrá mucho, esperemos que al menos la fortuna esté de nuestro lado. En determinada coyuntura un voto de abstención podría ser visto como una cobardía que deje insatisfechos a unos y a otros. Pero en otro contexto, en el que las potencias queden divididas apenas por matices, un voto de abstención puede ser considerado como la simple constatación de la imposibilidad de alcanzar un acuerdo consenso. Pronto lo sabremos. (jzepeda52@aol.com)

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