Está en el conocimiento de la mayoría de mexicanos lo que tuvo lugar en el gobierno que presidió Carlos Salinas de Gortari. Lo que no acertamos a saber, si los hechos que se le atribuyen son reales, porqué no hay una sola denuncia formal y en dado caso, una sentencia condenatoria en su contra. Si se atiende a lo que dicen sus detractores en comparación el monje Gregorio Ifimovich Rasputín, (1871-1916) de la época zarista en Rusia, resultaría una blanca paloma. Se ha hecho cera y pabilo de lo que apuntan fueron seis años sombríos durante los cuales hubo muertes violentas cuya autoría se le achaca, aun aquí en antiguas colaboraciones hemos dado a entender que nos sumamos a la creencia generalizada de que, cuando menos, estuvo detrás del escandaloso crimen de Lomas Taurinas, dejándonos llevar por un deseo poco sano de linchar, sin la más remota prueba, a quien todos señalan como la persona que durante cierto tiempo tuvo en sus manos las riendas del país. Se le imputa, sin aportar el más mínimo elemento de convicción que lo demuestre, haber saqueado el país.
Aunque, cabría pensar, que con la fama pública que le acompaña, bastaría y le sobraría un buen cacho. Lo común es que nos dejemos llevar por lo que otros dicen, sin tomarnos la molestia de hurgar en la veracidad del asunto.
En lo que únicamente puede interpretarse como escarnio público, se utiliza una máscara con su rostro, cuyas grandes orejas, bigotillo y calva prominente no dejan lugar a dudas de que se trata del conocido político. Es posible que fuera capaz de hacer lo que dicen hizo y a pesar de ello no hay una sentencia judicial que así lo determine. Entra y sale del país como cualquier ciudadano en uso de sus legítimos derechos. Aparece en convites y saraos muy quitado de la pena, flanqueado por prominentes políticos con los que comparte el pan y la sal. Sin embargo, no hay, que haya trascendido al grueso de la población, investigación o proceso en su contra producto de alguna denuncia.
De pronto, como si fuera una diversión de feria de pueblo, se le acusa de estar en contubernio con afamados barones de la droga. Se dice y se repite un millón de veces de tal manera que, quiérase o no, va formando un criterio en la opinión pública. En fin, hay en la actualidad autoridades que juran y perjuran que nadie está por encima de la ley, de ser verdad eso y de que Salinas es presunto autor de varias fechorías ¿porqué no se ha procedido legalmente en su contra? ¿Es una burla aquello de que ningún delito quedará impune?
Traigo a cuento lo anterior dado que en estos días dos figuras de la escena política se han moqueteado verbalmente lindo y bonito. Bastó que uno dijera que el otro está construyendo bastante bien su candidatura presidencial, para que de inmediato el oriundo de Tabasco montando en cólera, se pusiera los guantes de box enderezando sus puños, como enseñaba el legendario Cuyo Hernández, duro y a la cabeza, llamándole perverso y corrupto, diciendo que dirigió un régimen siniestro, señalándolo como un Presidente nefasto y farsante que empobreció al país.
El de Agua Leguas ni siquiera se inmutó. Está acostumbrado a que le digan hasta de lo que se va a morir. No obstante, digo yo que no se vale, que aprovechando la credulidad popular, se enjareten acusaciones sin sustento jurídico alguno, no sólo tratándose de este avieso personaje, sino además en contra de cualquier ciudadano.
El que hace las incriminaciones no debe concretarse a hacer cargos en los periódicos, pues para eso está la Procuraduría. Si es corrupto señale en qué consistió, cumpla con un deber cívico de poner en manos de las autoridades los hechos que le consten.
Así las cosas, mientras no se demuestre lo contrario, Carlos Salinas de Gortari es un hombre que merece respeto y Andrés Manuel López Obrador resulta un embustero. Lo invito a que suba a la sala del crimen y acompañe las pruebas en que funda sus aseveraciones, no es de hombres cabales parapetarse en la libertad de expresión para decir vaciedades.
Hablar por hablar es una constante que debe cambiar en este país. El más torvo de los criminales es inocente hasta que lo ejecutan en el patíbulo. La característica principal de un hombre metido en las trapisondas del poder es su tendencia a la insidia. No cabe la menor duda que este Carlos es un político tenebroso pero, me pregunto, ¿cuál de los que actualmente han dicho que aspiran a llegar a la candidatura presidencial no lo es? No hay que olvidar lo que dijo Jesús sobre quién debería tirar la primera piedra.