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La renuncia del canciller

Gilberto Serna

La decisión está tomada, debiendo entenderse que ningún secretario de Estado puede dejar su cargo por voluntad propia, de lo que debemos inferir que el supuesto retiro que solicita no es otra cosa que una destitución mal disfrazada. Hay tras las frases del Presidente, en el sentido de que no ha decidido aceptar aún la renuncia de Jorge G. Castañeda Gutman a la cancillería mexicana, un juego ilusorio que busca rescatar en algo la imagen de buen funcionario del que se va, pero que en realidad encierra un teorema que priva dentro de los círculos políticos que podría enunciarse así: “el presidente jamás se equivoca”. Esto es, se pretende dar la impresión de que los secretarios que conforman su equipo de trabajo son los mejores; que si decide prescindir de sus servicios no es porque hayan fallado, ni mucho menos porque les hubiera pedido que sacaran sus bártulos de sus oficinas dejando el lugar a otro.

Es lo mismo de siempre, preservar a cualquier costo la figura presidencial aunque para ello se tenga que usar la estratagema de “yo no quiero que se vaya, lo voy a pensar, pero después de todo tiene derecho a irse”. Cuando en realidad tiene que deshacerse del colaborador porque políticamente es conveniente. Un presidente no puede mostrar debilidad, dicen los cánones que rigen el ejercicio del poder, pues no hay que olvidar que es el factor de control institucional. De ahí que pretendan esconder su desatino, al designar al hombre equivocado, en una retórica alejada de la verdad. Lo malo para Vicente Fox es que ni él mismo se traga el cuento. Los demás mortales tampoco. El que más o el que menos encuentran que es un mal velado despido ¿con la promesa a futuro de hacerlo legislador?

Lo importante de este asunto viene a continuación. ¿Será substituido con Luis Ernesto Derbez? que hasta ahora se ha venido desempeñando como secretario de Economía. Es posible. Lo que no cuadra es que volveremos el tiempo hacia atrás, cuando todos los secretarios priistas eran buenos para todo, tanto para un barrido como para un fregado, ganándose el mote de los enciclopedistas. Uno podría preguntarse ¿qué no hay diplomáticos de carrera? El hombre de la calle comenta que en política exterior por eso andamos como andamos. A pesar de que no es época para improvisar se improvisa, (este comentario se adelanta a los acontecimientos pues los mexicanos no olvidamos que nos hemos quemado con leche tricolor por lo que ahora le soplamos hasta al jocoque).

El Secretario de Relaciones Exteriores, un hombre inteligente, no supo o no pudo afianzarse en el cargo debido a su pasado comunista, a sus peleas con el Congreso de la Unión, a sus tórridas diferencias con varios de sus compañeros de gabinete, así como a su distanciamiento con los jerarcas del Partido (de) Acción Nacional, aunque bien visto, debe decirse, nunca estuvo cerca, y a su destape como probable candidato a la presidencia para el 2006 que enmarcó en una arrastrada política dirigida a quedar bien con los Estados Unidos de América. Se va con más pena que gloria dejando una atmósfera cargada de malos presagios acerca de si su salida significará el desgrane de la mazorca.

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