“Para volver a creer, la gente quiere coherencia entre nuestros dichos y nuestros actos.” Rosario Robles.
Yo no sé si Rosario Robles tenía o no razones reales para renunciar. Lo que me queda claro es que el PRD, el tercer partido del país, ha perdido a una presidenta electa por votación popular el 17 de marzo del 2002 y en cambio adquiere un presidente; Leonel Godoy, surgido de un acuerdo copular. No parece ser una buena señal para un partido que afirma representar a la izquierda de nuestro país.
Inquieta especialmente el que Rosario haya renunciado quejándose de haber sido sometida a “fuego amigo”, esto es, a críticas y ataques provenientes de integrantes de su propio partido. Hay fuego amigo en todos los partidos políticos, por supuesto. Pero el hecho de que el fuego que se registra en el interior del PRD sea tan fuerte que haya provocado la renuncia de la presidenta nacional es muy significativo. Esto no lo hemos visto ni en el PRI ni en el PAN, que también tienen su fuego amigo.
Significativamente Rosario no ha querido identificar a quienes responsabiliza de este fuego amigo. Prefiere lanzar la acusación y dejar que la gente adivine nombres. En distintas entrevistas, sin embargo, ha señalado que ha habido filtraciones a periódicos sobre los gastos de campaña y sobre la deuda del partido que son parte fundamental de este fuego amigo. Según Rosario la información que se ha filtrado es falsa, pero paradójicamente la obliga a renunciar.
No hay duda de que Rosario Robles es una mujer de carácter fuerte y de decisiones muy firmes. Esto lo demostró tanto cuando fue secretaria de gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en el gobierno del Distrito Federal como cuando ejerció la jefatura de ese mismo gobierno. Sorprende, por lo tanto, su decisión de renunciar en un momento como el actual, simplemente porque ha sido objeto de cuestionamientos.
En varias entrevistas Rosario ha buscado explicar su decisión, pero sus respuestas parecen generar siempre otras preguntas que se quedan sin respuesta. En una entrevista con un periódico de circulación nacional, por ejemplo, Rosario afirma: “Yo iba a encabezar una reforma que iba a poner en jaque intereses burocráticos, a emprender tareas reorganizativas y de replanteamiento para que esos poderes pasen a la gente, pero me quisieron maniatar”. La acusación es muy seria, pero pierde seriedad cuando no se señala a quién representan esos intereses burocráticos que pretendieron maniatarla.
En otra entrevista por televisión, Rosario se quejó de que las informaciones que se filtraron a la prensa sobre presuntas irregularidades en el manejo de los fondos de campaña del PRD son falsas, pero añade, de cualquier manera, que esas filtraciones sólo pudieron haber provenido del interior del PRD. Pero si la información es falsa, ¿por qué tenía que provenir de gente con conocimiento interno de lo que ocurre en el PRD?. Y, sobre todo, ¿por qué Rosario se sintió obligada a renunciar por una falsedad?. La decisión de los dirigentes del PRD de recurrir, como nuevo dirigente del partido, a un político aceptado por todos los grupos es sensata. Leonel Godoy es un hombre conciliador, cercano a la familia Cárdenas pero que también trabajó directamente con Rosario cuando ella fue jefa de gobierno de la capital. Su principal tarea en el año que la cúpula le ha dado para hacerse cargo del partido será restañar las heridas generadas por las divisiones de las últimas semanas y por la renuncia de Rosario.
Pero si bien me queda claro que Godoy es un hombre perfectamente capacitado para llevar a cabo este trabajo de construir puentes internos, no deja de ser paradójico que el partido haya gastado millones de pesos en una elección abierta apenas en el año 2002 sólo para que al final sea un político designado por un grupo de jerarcas el que se encargue de concluir la gestión de una presidenta electa -ella sí— democráticamente.
El PRD tiene obligación de revisar sus procedimiento internos. Una parte de su gran derrota del 2000 fue producto de la división interna generada por la lucha por la presidencia nacional del partido en 1999. El peor error que pueden cometer los perredistas ahora, en un momento en que la popularidad de Andrés Manuel López Obrador les pone la Presidencia de la República al alcance de la mano, es seguir proyectando la imagen de que se trata de un partido de tribus dispuestas a destruirse mutuamente.
Autonomía
El secretario de Gobernación, Santiago Creel, parece haberle dado ayer una aprobación tácita a las juntas de buen gobierno del EZLN. Habrá que ver qué grado de autonomía práctica se les otorgan y por qué el EZLN debe ser aceptado como el representante de los pueblos de la zona.