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La riqueza cultural del Caribe

Las fortalezas representan el legado de la Conquista en América

SUN-AEE

MÉXICO, DF.- Pocos años después de la llegada de los españoles a tierras americanas, un grupo de piratas asaltó en aguas del Caribe a una embarcación española que trasladaba grandes tesoros a Europa.

Eran filibusteros, corsarios y bucaneros que al servicio de Francia, Inglaterra y Holanda, buscaban participar en el saqueo al llamado Nuevo Mundo.

Estos bandidos, vagabundos audaces para las batallas y seres sin patria, fueron indirectamente los responsables de la edificación de las fortificaciones: impresionantes obras arquitectónicas en todo el Caribe, a las que actualmente se les busca proteger a través de diversas acciones como una declaratoria de Patrimonio de la Humanidad.

El mar del Caribe era la ruta obligada de los barcos españoles cuando decidían regresar a España. Estos viajes los hacían escoltados por galeones fuertemente armados. A raíz de esto, los piratas difícilmente podían abordar barcos con grandes tesoros, por lo que su principal objetivo se enfocó a saquear ciudades costeras, las cuales oponían poca resistencia, ya que no estaban defendidas, pero con el paso del tiempo las ciudades importantes de comercio para los españoles comenzaron a fortificarse.

Según el arquitecto venezolano Ramón Paolini, especialista en las fortificaciones del Caribe, tras su descubrimiento, esta región se convirtió en el lugar de encuentro entre varias naciones europeas que tomaron posesión de pequeños territorios que España no podía cubrir por lo enorme del territorio americano. Desde ese momento se comenzaron a establecer una especie de fronteras imperiales y la única manera de sostenerlas era defenderse y atacar.

“Las fortalezas del Caribe construidas durante los siglos XVI, XVII y XVIII fueron hechas para defenderse o para atacar potencias europeas. No era conflicto de americanos contra europeos, sino de españoles contra ingleses, holandeses, franceses, y viceversa. Era un lío netamente europeo que se dirime en aguas del Caribe”.

Paolini explica que con el transcurso del tiempo, la construcción de fortificaciones se convirtió en “vida cotidiana” en el Caribe, pues se edificaban al igual que las iglesias y las viviendas.

En un principio era España contra filibusteros, corsarios y todos estos piratas que atacaban los puertos españoles en nombre de los reyes europeos. Después, la guerra fue entre grandes potencias, lo que dio como resultado una inmensa cantidad de metros cúbicos de piedras para resolver el problema de la defensa, y como el que tenía más que defender era España, fue el que construyó más fortificaciones en varias ciudades estratégicas. Las fortificaciones de otras naciones como Inglaterra, Francia y Holanda en el Caribe comenzaron a construirse en el siglo XVII, después que las españolas.

Sólo para ejemplificar del valor histórico y arquitectónico de estos monumentos, el arquitecto Paolini señala la magnitud de las fortalezas inglesas y francesas: En la isla de la Martinica, el fuerte de Saint-Louis tiene 400 metros de cortina, que es tres veces el fuerte de San Juan de Ulúa. En la isla de Antigua hay una guarnición de arquitectura exquisita de finales del siglo XVII, donde descansaban las tropas del rey británico.

“Nuestra tarea es dar a conocer lo que sucedió ahí de una manera más generosa, compartida y en una dimensión ecuménica, en el sentido de que esas guerras no son nuestras, estamos inmersos en el mundo del Caribe y por lo tanto tenemos que entenderlas en una condición de ecumenismo. Visto así, las fortalezas del Caribe son un punto de unión de todos los pueblos que en el siglo XXI conforman la nueva cultura llamada caribeña. De ahí la importancia de que las fortalezas en su conjunto sean patrimonio de la humanidad, sobre todo cuando fueron hechas para guerras que no son nuestras”.

Ramón Paolini, quien también es miembro de la Organización del Gran Caribe para los Monumentos y Sitios (Carimos, por sus siglas en inglés), estima que en las 23 naciones del Caribe existen alrededor de 800 fortalezas, y que el poderío era tal que algunas tenían hasta 360 cañones.

Sin embargo, como un dato curioso, cuenta que una gran parte de las fortificaciones no dispararon nunca porque las armas y la manera de hacer la guerra evolucionaba rápidamente, por lo que se fueron quedando obsoletas. “A finales del siglo XVIII las guerras se comenzaban a dirimir en el mar y no en tierra. Así culminó la etapa de las fortificaciones, y en el siglo XIX los españoles comenzaron a derrumbar las de su propiedad porque ya no servían para nada”.

Durante el Segundo Coloquio Científico de Carimos, que se lleva a cabo en el marco de la décima edición del Festival Internacional Afrocaribeño, sus integrantes discuten acerca de cómo hacer para conservar estos monumentos muertos que conservan viva la memoria de tiempos pasados.

Paolini, quien desde 1972 realiza una recopilación fotográfica del Patrimonio Cultural de América Latina y el Caribe, considera que el principal problema para conservarlos es su magnitud, en el sentido de que enfrentar una obra de restauración es muy costosa en tiempo y dinero. “Pero ellos tienen una virtud: se están cayendo pero no se van a caer. Primero nos entierran a nosotros que desaparecer. Son nobles porque son de piedra. Si se hunden, lo que puede suceder es que se desplome una parte, pero no quiere decir que desaparezca, inclusive eso forma parte de su condición de monumento. Tampoco hay que tenerles miedo porque pueden ser escuelas de arte, danza u otra cosa. En una fortaleza también se pueden realizar actividades contemporáneas”.

Quieren que sea museo...

Aunque gran parte de los arquitectos e investigadores de la Organización del Gran Caribe para los Monumentos y Sitios (Carimos, por sus siglas en inglés), se manifiestan a favor de la creación de un Museo Internacional de las Culturas del Caribe, el proyecto todavía tardará alrededor de cinco años en concretarse.

La propuesta incipiente es que la sede sea el Fuerte de San Juan de Ulúa que se encuentra en Veracruz.

Ante la iniciativa de Carimos para impulsar durante su Segundo Coloquio Científico la creación de un museo que contenga la historia que une y que diferencia a los 40 países que conforman la región, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) manifestó su interés en apoyar el proyecto a través de la experiencia de los especialistas del Museo Nacional de las Culturas.

Mariano Flores Castro, quien asistió al Festival Internacional Afrocaribeño para leer la ponencia del director del Museo Nacional de las Culturas, Leonel Durán, explicó que es momento de aprovechar el impulso para pasar a las acciones que aseguren la viabilidad y concreción del proyecto.

En su lectura señaló: “El Museo Nacional de las Culturas tiene la vocación de explorar y exponer la diversidad cultural del mundo, con intereses históricos en los cinco Continentes y con un acervo de cerca de 12 mil objetos. El Museo del Caribe tendría una visión similar, pero concentrado en la vastísima área cubierta por Carimos.

Entre otras cosas, la propuesta incluye tener un museo de más de cuatro mil metros cuadrados con salas de historia del Caribe, de referencias geográficas, de arqueología, etnografía, fortificaciones, ruta de los esclavos, de arte contemporáneo, fotografía y carteles relacionados con el turismo cultural en el Caribe. Sala de arte infantil, una sala dedicada a la presentación de proyectos para la protección del patrimonio arquitectónico y ecosistemas del Gran Caribe y un Centro de Información.

“Proponemos que se invite a los países miembros de Carimos a dar una señal de apoyo a esta iniciativa, pero no sólo como buenas intenciones, sino como compromisos puntuales que fijen plazos, responsabilidades y tareas por cumplir de aquí en adelante”.

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