La bonanza es cosa del pasado. Atrás quedaron los años 50´s cuando este municipio tenía cerca de 19 mil 510 habitantes, cifra que representaba el .90 por ciento de la población en el estado y el .021 por ciento del país. Pilar de ese desarrollo fue la empresa Sulfato de Viesca, S.A. de C.V. donde se producía grandes cantidades de sal.
Hoy las instalaciones están abandonadas. Son testigo mudo del paso del tiempo, del deterioro. Una malla ciclónica protege lo que ayer fue un emporio. Sus paredes guardan historias pero no hay ninguna persona que pueda contarlas, aunque una televisión permanece encendida, ¿quién sabe cuánto tiempo lleve así?. Un colchón tirado y un refrigerador sin comida delatan la presencia de “alguien” que nunca se hizo visible.
El viento combinado con el silencio compone una canción de horror que mantiene a la expectativa al visitante. Nadie responde a los llamados de:
-Hay alguien aquí.
En lo que eran las oficinas aun es posible ver facturas, recibos. Todo está tirado en el suelo. Lo mismo “compiten” por espacio papeles fechados en 1950 que otros en 1990.
“Albino González Pérez, sus vacaciones correspondientes al ciclo 1989-90, las tomará a partir del tres de abril, le corresponde descansar 23 días, deberá reportarse a su trabajo el jueves 26 de abril”, puede leerse en un viejo memorandum.
Reportes de capacitación e informes de contabilidad, todo en ningún lugar. Son archivos que ya a nadie importan.
El suelo es blanco, por todos lados hay sal. Un viejo árbol da un aspecto tétrico al panorama. Las luces de los cuartos permanecen encendidas. En la parte de la empacadora aun hay cajas, con plumón están escritos sus destinos: Veracruz, Mérida. La mercancía nunca llegó.
“Sal Hada” puede leerse en un pequeño envase, hay cientos de ellos por todos lados. El pasado se hace presente, es fácil imaginar a los trabajadores, a la memoria se vienen los conflictos sindicales, cuando los obreros tenían el poder de designar a los próximos diputados, hoy todo es historia y nadie parece interesado en contarla.