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La sombra/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”. José Saramago

Germán Dehesa, uno de los columnistas más leídos del país, anda por el mundo en estos días con un ojo mocho y el otro tocho. La luz y los colores se han convertido para él en una maraña de sombras. Es comprensible que se sienta agobiado. Después de todo, su actividad como articulista, comentarista y actor lo obliga a utilizar los ojos constantemente. También lo requiere su pasión por la lectura, por los deportes en la televisión y por las expresiones artísticas que lo han llevado a colocar sobre el escenario de su pequeño centro de espectáculos, paradójicamente llamado La Planta de Luz, un cartel con las palabras del poeta Luis Rius: “No se puede vivir como si la belleza no existiera”. Estoy convencido, sin embargo, de que esta ceguera temporal puede convertirse en una gran oportunidad. Él se resiste a verlo, aunque quizá sea comprensible porque actualmente con dificultades puede distinguir entre Ana Gabriela Guevara y Arnold Schwarzenegger.

La verdad es que los seres humanos nunca nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Esto nos ocurre con las personas a las que queremos, con las cosas materiales que nos dan satisfacción, con el trabajo que a veces creemos odiar y con esa salud que durante buena parte de la vida consideramos como algo natural.

Quienes pierden un sentido y particularmente el de la vista, se ven de inmediato sometidos a una lógica y notoria depresión. La pérdida total o parcial de la vista hace que una persona que se movía con independencia deba depender de quienes lo rodean. Esto detona conflictos, fricciones e inseguridades. Y desespera tanto a quien sufre la pérdida como a quienes viven con él.

Yo en lo personal nunca he tenido un problema de esta naturaleza, ni de manera temporal ni definitiva. No puedo por lo tanto ponerme en el lugar de mi amigo. Como muchos, sin embargo, tengo el apoyo de toda una tradición literaria que ha encontrado en la ceguera el camino hacia la comprensión de las verdades ocultas para quienes sí pueden ver: desde Edipo Rey hasta el Ensayo sobre la ceguera de José Saramago.

Jorge Luis Borges, quien perdió gradualmente la vista en la década de 1950, buscó aceptar la nueva vida a la que lo encauzaba su enfermedad. “El bien del cielo puede estar en la sombra”, afirmó en una conferencia en 1977. En algunos de sus versos, como “El poema de los dones”, Borges confronta directamente las limitaciones a las que lo somete su ceguera: “Soy el lento / Prisionero de un tiempo soñoliento / Que no marca su aurora ni su ocaso”. El sentido de la ceguera está presente también en su “Elogio de la sombra”. Roberto Alifano, el biógrafo de Borges, plantea que su maestro afirmaba que “la poesía tiene una entrañable amistad con la ceguera”. Pero a pesar de esta superficial aceptación, Borges estuvo dispuesto a someterse a ocho intervenciones quirúrgicas en un vano intento por detener su gradual ceguera.

Germán Dehesa ha tenido en estos días, quizá, una oportunidad única. Durante algunos días ha perdido la ocasión de ver con claridad la belleza del mundo, el triunfo de Ana Gabriela Guevara, el planeta Marte en su mayor cercanía a la Tierra en 60 mil años, los juegos de su hijo Andrés y la sonrisa pícara de su Adriana. Pero lo bueno en este caso es que la pérdida es solamente temporal. Germán podrá ver cada vez mejor o por lo menos tan bien como lo hacía antes de la actual infección en el único ojo que le funcionaba.

Y en el proceso sus lectores podremos ver también mejor. Apreciaremos más el sentido del humor con el que trata incluso los temas más serios, la sensibilidad ante las tragedias humanas que lo ha llevado a realizar esfuerzos de apoyo a damnificados y marginados mayores que los de muchas instituciones, su indignación ante la falta de justicia por el homicidio de cientos de mujeres en Ciudad Juárez por las que nadie quiere preocuparse, la alegría con la que nos describe esos acontecimiento familiares cotidianos que al cabo de un tiempo tienen lecciones para la vida de todos.

Hay una gran oportunidad en el perder temporalmente algún bien muy valioso para recuperarlo después, Germán. (Y qué bueno para nosotros tus lectores que seas tú el que nos guíes por esta experiencia sin que nosotros quedemos hundidos en las sombras.)

La Maestra

La verdad es que no he encontrado nada en las transcripciones de las conversaciones de Elba Esther Gordillo que pudiera considerarse ilegal. Que la maestra es vulgar en su lenguaje y lleva a cabo constantes maniobras políticas es algo que todos sabíamos. La única ilegalidad que muestra el libelo contra ella es la propia grabación de sus conversaciones.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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