Gómez Palacio.- “Se llevaron a mi nieto Iván cuando venía con su bicicleta de trabajar por que lo confundieron con otra persona, le dieron unas patadas y luego lo soltaron”. Este es el testimonio de una anciana que vive en la Ampliación Ricardo Flores Magón de esta ciudad, quien, ante el temor de represalias, prefiere que no se diga su nombre.
La violencia en esta colonia es cosa de todos los días. A los conflictos ocasionados por diversas pandillas se suma la represión policíaca del llamado Grupo Organizado de Reacción Inmediata (GORI), creado durante la administración de Carlos Herrera para combatir la delincuencia en las áreas más conflictivas de Gómez Palacio.
“Sí hay pandillas y pleitos, como en todos lados” comenta con naturalidad Elvira Ramírez, otra de las vecinas de esta colonia. “La otra vez a ‘mijo’ lo echaron en corrida unos policías, pero no estaba haciendo nada”, exclama.
La Ampliación Flores Magón está ubicada a espaldas del Teatro ‘Alberto M. Alvarado’ muy cerca del lecho seco del río Nazas.
De acuerdo con testimonios de los habitantes del lugar, algunos jóvenes se juntan en torno a una imagen de la virgen de Guadalupe que se encuentra en la entrada de la calle principal. Por las noches, las patrullas del GORI circulan por la colonia para dispersar al grupo, “correteándolos o subiéndolos a la patrulla”.
Una joven de 19 años, quien prefiere mantener en secreto su nombre, comenta que a uno de los goris, como vulgarmente les llama la gente, le apodan el ‘Fish’ y que este “anda con una mujer de la colonia de aquí a lado (El Consuelo)... ella va arriba de la patrulla y luego anda diciendo a quien agarren y a quien no”.
Más adelante, señala que una mujer de nombre Patricia López Puente, quien pertenece al GORI, tiene un hermano que es pandillero “y nomás la hace de pleito porque alguien lo ve feo, pero a él nunca le hacen nada”. Según lo que informa, varias veces se le ha escuchado decir a los López que “nosotros mandamos aquí, podemos hacer lo que queramos”.
“Incluso hasta mientan madres por las bocinas que traen”, comenta.
Entre otras de las acusaciones hacia el GORI que hacen los colonos de la Ampliación Flores Magón destacan el hostigamiento a los hombres cuando regresan de trabajar, la falta de respeto e incluso el “estrujamiento” a mujeres, las ofensas verbales y el hecho de que “con el pretexto de buscar a drogadictos, se meten a las casas sin ningún permiso”.
Entre pandilleros y policías, los habitantes de la Ampliación Ricardo Flores Magón continúan viviendo en medio de la zozobra que ocasiona la violencia cotidiana.
Malos servicos
No sólo la violencia es problema en la Ampliación Ricardo Flores Magón. La irregularidad en el servicio de recolección de basura, denunciada por los propios vecinos y la presencia de algunos guayineros que se dedican a recoger escombros en diferentes partes de la ciudad para luego depositarlos a la orilla de lecho seco del Nazas, provoca molestias y contribuye a empeorar el aspecto de la colonia.
Un joven para el cual este oficio representa su fuente de ingreso económico, comenta que hace cinco meses fue reubicada la mayoría de las personas que había invadido “por necesidad” la orilla del vado. “A nosotros también nos dijeron, exclama, pero nos querían mandar allá por atrás del Cereso y no quisimos porque se nos hace muy lejos y luego ¿cómo le hacemos? ¿Allá de qué vamos a vivir?”.
Todavía se encuentran viviendo en el lugar unas 15 personas, quienes, según el interrogado, todas tienen como forma de vida el “acarreo de escombro”, lo cual les permite ganar “como cien pesos al día”.
Las consecuencias del desempeño de esta actividad y del ineficiente servicio de limpieza del Municipio, sobre todo en las colonias marginadas, es palpable al recorrer las calles de la Ampliación Flores Magón, en donde pueden observarse los montones de bolsas con basura en las esquinas y desperdicios esparcidos por el asfalto y las banquetas, así como el escombro arrojado en los lotes adjuntos al límite natural entre