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La zorra en el gallinero

Gilberto Serna

El Tribunal Federal Electoral volvió por sus fueros al anular el triunfo, esta vez en Colima, antes lo había hecho en Tabasco, de un gobernador electo a unas cuantas horas de que tomara posesión de su cargo. Ni al ateniense Licurgo se le hubiera ocurrido la gracejada de permitir que el candidato acariciara la idea de festejar en grande su victoria. En plena euforia, a sus íntimos les había pedido que en adelante nada de tuteos, que le hablaran de usted con la reverencia y pleitesía que se creía merecer al dejar el mundo de los mortales para tomar su lugar en el Olimpo, donde moran los dioses. Las invitaciones para concurrir al cambio de poderes habían circulado. El gobernador electo luciría un elegante traje, gris Oxford, camisa de seda hecha a la medida con sus iniciales bordadas, corbata roja, estrenando zapatos hechos con piel de oreja de elefante. El banquete sería un verdadero atracón de delicados guisos, acompañados de abundante y espumosa champaña. El PRI es un partido nacido de un movimiento popular, pensó, pero no le hace que al cabo, hace un buen rato, nos bajamos del caballo de la Revolución para, ni tardos ni perezosos, subirnos a una aristocrática limousine.

La resolución del TEPJF establece el nombramiento de un gobernador provisional que debe convocar a elecciones para elegir de nuevo al titular del ejecutivo, en un plazo no mayor de 60 días. En esa molicie, con la que suelen trabajar los que imparten justicia en el terreno electoral, no les importó dejar el gallinero al cuidado de la zorra. En efecto, de inmediato, muy a modo, el Congreso local nombró en el interinato a un racionero del gobernador saliente y el PRI local reiteró su confianza en el candidato destronado para que volviera a jugar en la nueva elección. Un gasto multimillonario a costillas del pueblo ¿para qué se reiteren las argucias y se pongan en juego las mismas trampas? Es factible que los ministros carezcan de facultades legales, pero ¿no podrían haber descalificado al candidato aplicándole un correctivo consistente en inhabilitar su participación en la nueva elección o de plano designar en su lugar como ganador al que hubiera obtenido una mayor votación de los otros partidos políticos? Los que aplican la justicia no debieran contentarse con dictaminar que hubo triquiñuelas en tales o cuales comicios, deben satisfacer, además, el interés social. No es cerrando los ojos, ni valiéndonos de retruécanos como vamos a fortalecer la democracia en este país. Y al ahora ex mandatario ¿se le impuso algún castigo por su probada intromisión? ¿Usted qué cree?

Al electo, la preparación del discurso en su toma de posesión, incluía un párrafo que le arrebataba los sentidos conduciéndolo a un éxtasis embriagador, pues contemplaba lo que vendría para los gobernadores en el 2006. Una hechicera, a la que consultó, durante su campaña en busca del voto, se lo vaticinó. Le dijo, serás ensalzado, tu pecho estará cruzado por una banda (lo malo es que a todos los gobernadores, si se lo han llegado a preguntar, les hubiera dicho lo mismo). Mientras, la nigromante, movía los labios haciendo conjuros, imprecando para que le sobrevinieran males a los enemigos políticos del señor. Desde entonces el aspirante empezó a caminar distinto, con las posaderas apretadas, cual si estuviera en una pasarela para elegir al más bello. Ya su hablar era pausado, su voz engolada, creyendo el muy taimado que sus palabras calaban hondo en la conciencia de la comunidad. Al avisarle que no tomaría posesión del cargo perdió la compostura, montó en santa cólera, el pueblo había votado, no podían hacer eso. A continuación el gobernador pareció mofarse del fallo judicial indicando enfáticamente que terminado su mandato dedicará su tiempo a apoyar la nueva campaña. Una desvergüenza que no dejó de llamar la atención.

De seguir así, invalidando resultados, sin decidirse los tribunales a meter en cintura a los mandatarios para que se abstengan de influir en los procesos electorales de sus Estados, no habrá presupuesto que alcance a cubrir la constante repetición de comicios, pues ningún gobernador se inhibirá de meter las manos en la elección de su sucesor, ante el peligro de que quien venga, si no es de su equipo, escudriñe en el desaliño de las finanzas públicas de su entidad. No caerán, es del todo obvio, en la tontería de acudir a los mítines de cierre de campaña, como hizo el de Colima, pero de que a la chita callando participarán, no lo dude usted ni un tantito. En fin, la cruda realidad nos indica que no a todas las entidades federativas han llegado los vientos democráticos que permitan elecciones impecables.

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