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Lanzamientos/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Antes de llegar a la mitad del sexenio, hay ya varios precandidatos a la Presidencia de la República. El lanzamiento más reciente ocurrió el martes pasado, cuando surgieron los “amigos de Alemán”, que anunciaron la postulación del gobernador de Veracruz. No consideran prematuro el lance, sino al contrario, pues recordaron que el ahora presidente de la República, Vicente Fox, gobernador de Guanajuato entonces, apenas concluyó la jornada electoral de 1997 se lanzó en pos del objetivo que alcanzaría el 2 de julio del 2000.

Aunque pocas horas después del lanzamiento de Miguel Alemán Velasco su oficina de prensa procuró desvincularse del anuncio, la maniobra ha surtido ya su efecto. Al contrario de otros gobernadores priistas, que han admitido su deseo de figurar eventualmente en la contienda, el de Veracruz se ha hecho apoyar como algo ajeno a su propia voluntad, como un deseo popular al que en su oportunidad no le quedará más remedio que rendirse. Preguntado expresamente sobre la posición de Alemán, su postulador Francisco Cinta Guzmán afirmó que actuaba con el conocimiento del gobernador.

Cinta Guzmán fue diputado federal, dos veces, por el distrito de Acayucan, de donde procede su familia, cuyo padre fue amigo cercano, por tal oriundez, de Miguel Alemán Valdés. El propio lanzador fue brevemente secretario particular del ex presidente, en el período en que encabezó el Consejo Nacional de Turismo. Hay que recordar que en 1961 el presidente López Mateos encargó oficinas varias a sus antecesores y a Alemán correspondió promover el turismo, algo que ya hacía como particular participante en la industria hotelera.

Aunque Cinta Guzmán buscó en vano reciclarse en la política veracruzana en 1998, con motivo de la candidatura de Alemán Velasco a gobernador, no parece actuar en contra del Ejecutivo veracruzano. Hubiera sido desautorizado y aun denunciado políticamente como un provocador. Pero Alemán se ha limitado a decir que respeta las iniciativas de la gente y se atendrá a los tiempos de su partido. Con eso ha quedado postulado, de modo más explícito que cualquiera de sus colegas.

El Partido del Trabajo, por su parte, ha anticipado su propósito de hacer candidato presidencial al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Lo han dicho dos de sus dirigentes, los todavía diputados Alberto Anaya y José Narro Céspedes. Salvo la anticipación, el anuncio no tendría nada de particular, puesto que el PT sostuvo hace tres años esa misma candidatura y aun se adelantó a que la formalizara el Partido de la Revolución Democrática. Pero el PT no plantea una alianza como la del 2000 y, al contrario, tiró un anzuelo a Cárdenas, para la eventualidad de que el PRD no lo postule. Pero sólo el candor podría impulsar a nadie a creer en la transparencia de ese propósito petista hoy. Por eso Cárdenas fue claro, anteayer, en manifestar que no será candidato antagónico al de su partido. Al mismo tiempo, insistió con énfasis en su postura frente al 2006: no descarta ser aspirante, pero con toda contundencia reiteró que apoyará a otro precandidato si aparece con mayores posibilidades de victoria.

El único que por ahora se halla en esa situación es el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. Pecan de ilusos quienes suponen que con la popularidad de que hoy disfruta puede convertirse en Presidente de la República. Los comicios de hace un mes enrostraron a Fox la evidencia de que es diferente tener el asentimiento generalizado de los ciudadanos a disponer de la influencia necesaria para convertir tal popularidad en votos. Y la Presidencia, como el resto de los cargos de elección popular, se gana en las urnas, no en las encuestas.

De cualquier modo, más como ingenuos actos de oportunismo que con miras a la eficacia, aquí y allá han surgido comités promotores de la precandidatura presidencial de López Obrador. Y él mismo se muestra dispuesto a considerarla y ha actuado en consecuencia. No ha pedido ser resucitado, en sentido contrario a su solicitud de ser tenido por muerto. Pero indudablemente está andando como el Lázaro evangélico, no como resultado de una acción taumatúrgica sino haciéndose cargo de su posición.

Inmediatamente después de las elecciones, en entrevistas radiofónicas, aseguró que el apoyo recibido por los candidatos de su partido, triunfadores en 13 de 16 delegaciones, en 37 de 40 distritos locales y en 27 de 30 diputaciones federales, era ciertamente un apoyo a su gestión, pero que precisamente por eso redoblaría su esfuerzo al gobernar la ciudad. Y cuando Joaquín López Dóriga la preguntó si no ansiaría ampliar sus políticas de la capital al país, López Obrador respondió que trabajaría “primero” por el Distrito Federal. No tuvo necesidad de explicar que al “primero” sigue un “después”. Y ante José Gutiérrez Vivó sugirió que espera de su trabajo el apoyo para ese después: “Mire, cuando se trabaja hay la posibilidad de decir; ya cumplí; si se trabaja se está bien con la gente y con uno mismo”.

Y aunque no puede decirse que se ha recatado de exponerse ante los medios, pues todas las mañanas ofrece una conferencia informativa, lo cierto es que ha incrementado su aparición en escenarios públicos. El miércoles acudió a la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores, a cuyas citas ha solido enviar representantes. Y ayer mismo, en velocísima reacción a un explícito pedido presidencial, presentó un programa de empleo precedido de una crítica a la política económica federal.

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