El país sigue viento en popa. No hay nada de qué preocuparnos. Una buena parte de los mexicanos se alebrestan un poco, lo que provoca que nuestros gobernantes se agiten -también un poco- removiéndose en sus poltronas, cual si de repente les hubiera dado la comezón del chincual. Los partidos de oposición solicitan que el Ejecutivo federal retire sus promocionales de los medios electrónicos que dicen está beneficiando a un partido en especial. En esencia, le piden que abandone su activismo político que, por esa manera de ser de los mexicanos, se convierte en una abrumadora propaganda oficial en beneficio del Partido (de) Acción Nacional. Por eso además le solicitan que se abstenga de realizar giras de “trabajo” en el Distrito Federal o en el interior de la República. A esos reclamos ha respondido el IFE al enviar cartas al presidente Vicente Fox y a los treinta y dos gobernadores del país, en las cuales pide se suspendan la promoción de sus obras de gobierno a partir del 16 de junio, con lo que busca fomentar una contienda equitativa que permita a los electores decidir por quién votar.
En el pasado los priistas se despachaban con la cuchara grande, sin necesidad de ensuciarse de polvo los zapatos, dado que era la secretaría de Gobernación quien se encargaba de los procesos electorales, a cuyo frente estaba un amanuense del Presidente en turno. Eran tiempos en que el gobierno lo hacía todo. En esos entonces el peso político del poder presidencial era de tal manera decisivo que bastaba con que el aspirante se convirtiera en candidato para que se le considerara como ganador, sin lugar a duda alguna, del puesto público correspondiente. No había, obviamente, un órgano electoral independiente. Aunque viéndolo bien tampoco había giras políticas para apuntalar a los candidatos del invencible porque no se requerían. Había lo que se podría llamar una conspiración del silencio en que era una verdad sabida por todos, amigos y enemigos, de que el candidato del PRI obtendría el triunfo.
Hasta la recomendación del IFE no había ley que prohibiera a los presidentes, a los gobernadores y a cualquier funcionario municipal estatal o federal participar en procesos electorales. La única prohibición radicaba en que no se utilizaran bienes que estuvieran dentro del patrimonio gubernamental. Aunque hay, en los pasillos donde se mueven los políticos, la sensación de que el Presidente puede inclinar el platillo de la balanza de la simpatía popular si se hace presente. Es posible, pero no es un teorema infalible. La gente, después de dos años y medio de foxismo ya empieza a repelar. El mandatario federal, al paso del tiempo, ya no tiene el mismo porcentaje de credibilidad que cuando era candidato.
Aparte de eso pero en el mismo tema, las que resultan dignas de un cuadro del pintor español, Salvador Dalí, creador de un arte abstracto de extravagancia sugestiva, impresionista, cubista y dadaísta, son las declaraciones de Francisco Ortiz, respondiendo a las críticas que se hacen a su patrón por su proselitismo partidario, en el sentido de que el hecho de que sean demócratas, los que forman el equipo de Vicente Fox, no quiere decir que sean tan tontos como para suspender la propaganda oficial que realizan en favor de los candidatos de su partido. Ni modo, lo tendrán que hacer ahora.