EL SIGLO DE TORREÓN
VILLA DE BILBAO, MUNICIPIO DE VIESCA, COAH.- Sin apoyos, casi en el olvido, a la espera de los escasos paseantes que van a visitar las dunas que son un atractivo natural de la zona, viven los habitantes de esta comunidad que se han acostumbrado ya a la ardua tarea de recolectar leña para hacer carbón, sembrar unas cuantas hectáreas de melón y sandía y los magros ingresos que obtienen durante los días de semana santa de unas cuantas familias que llegan hasta este sitio que se encuentra considera como uno de los atractivos turísticos de la Comarca Lagunera.
Benito Juárez, es un campesino que vive en Villa de Bilbao, en las casas que se encuentran a escasos cincuenta metros de donde inician las Dunas de Bilbao, el sitio en donde se han filmado decenas de películas y en donde cada fin de semana acuden jóvenes laguneros a divertirse en la arena.
Relata que llegan hasta el lugar “camionetas con motos de cuatro ruedas y de dos, otros se la pasan brincando y echando maromas”.
Su vestimenta es humilde y trae en sus ojos claros un brillo de alegría mientras saca un cigarrillo para continuar la plática; se ve que le gusta platicar con quienes llegan hasta el pequeño desierto de La Laguna.
Junto a las Dunas de Bilbao se encuentra una pequeña alberca, la cual se encuentra totalmente llena, pero no de agua sino de arena que el viento ha arrastrado desde las dunas y Don Benito dice que el proyecto de la alberca como atractivo turístico de Bilbao se paró por cuestiones económicas, “no hay dinero y así nada se puede hacer”, afirma.
Los gobiernos estatal y municipal, además de algunos particulares, entre los que se mencionó a Jesús Orona y al padre David Hernández, en algunas ocasiones han apoyado a la Villa de Bilbao para que se convierta en un centro turístico, pero es poco lo que se ha logrado.
Se encuentran en el lugar tres espacios construidos en cantera, con bancos y mesas de concreto, además de sitios en donde colocar asadores de carne; a treinta metros está la alberca que según dice el campesino entrevistado, sí se usa, pero solamente en tiempo de calor, especialmente durante la Semana Santa, cuando acuden más visitantes.
En esa época, los campesinos de Bilbao le sacan la arena y la limpian, para después llenarla con agua que traen desde una noria que tienen a siete kilómetros de distancia, “es agua termal, agua azufrosa que tiene cualidades curativas, viene mucha gente para meterse ahí”, dice don Benito.
Indica el entrevistado que en esas fechas se pone muy bonito el lugar porque acude mucha gente y eso representa un ingreso importante para la comunidad ya que varias señoras van y venden ahí tacos y gorditas, además de que se ponen espacios en donde se venden refrescos y hasta cerveza, “las cervecerías ponen unas carpas y todo el mundo contento”.
Según el informante, las cosas se llevan a cabo con tranquilidad porque la Presidencia Municipal manda policías para que vigilen que no haya problemas.
Fue a iniciativa de Jesús Orona que los campesinos se organizaron y construyeron la alberca y a cien metros de esta se encuentran unos cuartos recién construidos, pintados de verde y con un depósito de agua en el techo, son los baños que los campesinos de Bilbao construyeron para los visitantes, para ello contaron con el apoyo del padre David Hernández, quien llevó hasta ese lugar el material que se hizo necesario para la obra, los campesinos pusieron solamente el trabajo.
Durante la época de más visitantes, los campesinos cobran diez pesos por vehículo y esta es una forma de allegarse recursos y sacar algo de los gastos que representa el llevar el agua para llenar la alberca, además de que así se ayudan las familias campesinas.
Está de acuerdo el entrevistado en que hace falta más apoyo para convertir el lugar en un real atractivo turístico. “Está bonito y si viene gente, pero necesitamos más ayuda”, dice.
En la Villa de Bilbao viven 84 ejidatarios y sus familias, algunos viven de la agricultura y otros trabajando en las maquilas de Viesca, Matamoros y Torreón.
Los que se dedican a la agricultura siembran huertas de sandía, melón y espiga, aunque la superficie es poca, ya que tienen poco agua; los campesinos de Villa de Bilbao cuentan con apenas dos norias, pero una de ellas se encuentra descompuesta y requieren de unos 30 mil pesos para su reparación.
En las construcciones de piedra que se tienen para recibir a los visitantes, hay huellas de que se empezó a romper el techo y el campesino entrevistado explica que se iniciaron trabajos para prolongar la loza del techo y unir dos de los módulos, con lo que ampliarían la capacidad del lugar, sin embargo los trabajos se quedaron a la mitad porque se acabó el dinero y ya no hubo quien invirtiera.
Algunos de los problemas que se han enfrentado y por los que se han suspendido los apoyos, es porque han surgido divisiones entre los campesinos de la misma comunidad; “es que los campesinos hay buenos y no, fíjese, si nosotros en la misma parcela, en los cultivos, no nos podemos avenir”.
El mantenimiento de las palapas se encuentra a cargo de la Presidencia Municipal que tiene a una persona para que limpie a diario el lugar.
Lo más recomendable, dice don Benito, es que los mismos campesinos se organizaran bien, que pidieran el apoyo de las autoridades y que se cobrara el ingreso a las dunas y la alberca, pero que se guardara el dinero “en un botecito, ahí para darle buen uso, pero no, lo gastan mal gastado...que yo necesito gasolina, que yo compre esto y p’os así no dura”.
La venta de palmas
Independientemente de los escasos cultivos que tienen en Bilbao, desde hace algunos años han incursionado en una nueva actividad, misma que descubrieron casi por accidente; la venta de palmas datileras.
En Villa de Bilbao, se tiene una importante superficie con palmas datileras, mismas que son explota-das por los campesinos vendiendo el fruto que de ellas obtienen; la venta se hace casi al menudeo, son raras las ocasiones en las que venden media o una tonelada.
Los precios que alcanza el dátil, desgraciadamente son fijados por los compradores y no representa en realidad un ingreso muy significativo. Hay campesinos que obtienen su producción y acuden hasta el centro comercial de Torreón tratando de obtener mejores precios en algunos establecimientos, hay otras ocasiones en que vienen compradores desde México y se llevan una o dos toneladas, “ahí sí les va bien a los compañeros”, dice don Benito Juárez.
Para bajar el dátil, es necesario que los campesinos suban hasta donde se encuentra la “piña” de las palmas y los campesinos decidieron quitar las más altas para evitar que vaya a caer alguno de los pizcadores de dátil al subir, “si se cae nos saldría más caro y p’os mejor no”.
Las palmas grandes se han sacado de raíz para venderlas y en el sitio donde estaban se vuelven a plantar otras.
Las palmas llegan a costar hasta mil cuatrocientos pesos el metro, midiendo desde la base del suelo hasta el inicio de la “piña”; entre los principales compradores, está el municipio de Torreón, ya que todas las palmas que se encuentran en la carretera Torreón-Matamoros, desde la estatua de El Caballito hacia el oriente, todas eran de Villa de Bilbao, también los fraccionadores de Montebello y de Los Azulejos han comprado palmas en este lugar y han acudido otros compradores particulares a llevarse palmas.
Hay empresas especializadas que cuentan con la maquinaria adecuada para sacar los ejemplares sin dañar la raíz y volver a trasplantarlas.
El negocio de venta de palmas datileras ha sido tan bueno, que varios campesinos ya establecieron plantíos de palma para venta; acuden hasta donde se tienen las palmas en producción y extraen los ejemplares chicos y los llevan hasta sus terrenos y hasta los patios traseros de sus casas, en donde las mantienen durante determinados espacios de tiempo y posteriormente las venden.
El entrevistado dijo tener en su parcela, junto a los cultivos de melón y de sandía, al menos 37 palmas que ya miden más de un metro, “otros compañeros tienen cinco, seis, diez, según, pero todos tienen”.