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Las enfermedades políticas

Conaculta

MÉXICO, D. F.- La política, como bien señaló Bismarck, es el arte de lo posible. Este axioma se cumple no sólo a través de su práctica formal, es decir, de diagnósticos, diálogos, comicios, acuerdos, negociaciones, iniciativas y reformas, sino en los comportamientos, tanto ejemplares como ilícitos de sus propios actores.

Asumida también como una actividad creativa, la política también ha sido entendida en su funcionamiento como un cuerpo, tan perfecto y complejo como el del ser humano, incluyendo sus enfermedades.

El texto Enfermedades políticas de la colección Ronda de Clásicos Mexicanos, editada por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta y Editorial Planeta/Joaquín Mortiz, bajo la dirección de Antonio Saborit, Hipólito Villarroel describe, denuncia y reflexiona sobre los principales males políticos que embargaban a la Nueva España, una de las más importantes capitales del mundo en el siglo XVIII.

Con un lenguaje propio de la época, el libro revela las acciones y deficiencias del Derecho Público novohispano. En ese sentido, el autor pone especial atención en la regulación de distintos temas como son “la observancia de las fiestas religiosas; la abundancia de los abastos, la equidad en los pesos y medidas y la buena calidad de las especies vendidas, la limpieza de las calles, el alumbrado para evitar los desórdenes e infamias a que inclinan la oscuridad y la lobreguez; el pronto socorro en los incendios, la seguridad de los ciudadanos y sobre todo, el recogimiento de vagabundos, animales perjudiciales y otras muchas atenciones de esta especie que fuera molesto referir”.

Llaman la atención los capítulos dedicados a la reglamentación de pulquerías, vinaterías, juegos de albures y gallos, la actividad comercial conocida entonces como baratillo y “el modo de limpiar de zánganos a esta capital”.

En este último asunto, el autor, entre otras cosas, propuso que todas las personas de ambos sexos que no tenían destino ni ocupación fija para mantenerse, sin excepción de clases, ni territorios, regresaran a sus pueblos. Para evitar que volvieran estas personas, planteó amurallar la ciudad “así para el resguardo de las rentas reales, como para impedir los contrabandos”, y la “formación de un exacto y circunstanciado padrón de todos los habitantes para dar el destino conveniente a vagos y sospechosos”.

Hipólito Villarroel es un enigma pegado a la misteriosa sobrevivencia de Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España, uno de sus más importantes manuscritos. Abogado de profesión, y con toda seguridad una figura en la República de las Letras Novohispanas, Villarroel escribió gran parte de este texto en la cárcel. Varios de sus capítulos fueron publicados en 1831 por Carlos María Bustamante bajo el título México por dentro y por fuera bajo el gobierno de los virreyes, pero no fue sino hasta el año de 1937 que se publicó íntegramente bajo el cuidado de Felipe Teixidor.

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