03 julio 2003
Londres, (EFE).- Olvidado París, donde fueron desplazadas de la final, las hermanas Serena y Venus Williams volverán a disputar un título del Grand Slam en Wimbledon, donde han restablecido el orden gracias a su terrorífico poder.
En una doble confrontación entre Estados Unidos y Bélgica, Serena impuso un perfecto tenis, repleto de fuerza y consistencia para vencer a Justine Henin-Hardenne, y vengarse de su derrota en las semifinales de Roland Garros por 6-3 y 6-2 en 70 minutos.
Venus necesitó justo el doble del tiempo. Con una lesión abdominal tuvo que jugar vendada en esa zona, pero aún así doblegó Kim Clijsters, aunque con sufrimiento por 4-6, 6-3 y 6-1. Será la duodécima vez que se enfrenten, con un balance favorable para Serena de 6-5.
París significó solamente un paréntesis en el dominio de las Williams que hasta llegar a la capital francesa habían disputado las últimas cuatro finales del Grand Slam, desde Roland Garros el año pasado, con victoria siempre de la menor de la saga.
A este dominio hay que añadir también la final del Abierto de Estados Unidos del 2001. El circuito femenino parecía morirse de aburrimiento ante esta tiranía. Pero en la tierra parisina, la rusa Vera Zvonareva y Justine Henin se encargaron de romper esta monotonía ganadora de las Williams.
Han pasado solo tres semanas y la hierba inglesa ha puesto a cada una en su sitio. Aquí ya no valen los golpes altos, liftados. Es la fuerza bruta la que se impone, la rapidez en los movimientos, el poder mental. Y en todo ello las hijas de Richard y Oracene, ahora separados, son maestras.
Serena demolió prácticamente el tenis de lujo de Henin. Había cierto sabor de venganza por lo que sucedió en París, la triste despedida de Serena, sus lágrimas en la conferencia de prensa y la amargura que sintió al ser despedida de la pista Suzanne Lenglen con abucheos del público le dolieron demasiado.
Aunque ella se empeña en decir que no hay nada personal, todos aquellos recuerdos volvieron hoy a su mente, y Serena los transformó en fuerza bruta en cada uno de sus golpes. "Mi relación con ella es normal, como con cualquier otra jugadora del circuito, no me llevo mal con nadie", apuntó Serena. "La diferencia con París es que hoy jugué mucho mejor, sabía como hacerlo".
Serena comentó que toda la rivalidad es algo ficticio que se ha creado por los medios de comunicación. "Vosotros habéis hecho una montaña de un grano de arena, pero para mi no es nada", dijo.
Gran parte de la recuperación anímica de Serena tras su derrota en París la tuvo su madre quien la recomendó que se olvidase del fracaso rápidamente y pensase sólo en positivo. "Regresé a casa y trabajé todavía más duro de lo normal. Me di cuenta que hay jugadoras ahí que me pisan los talones y que no puedo sentarme en el sofá a ver "Las chicas de Oro" todo el día, sino ver otra película", bromeó.
Otro factor clave de su victoria fue el trabajo que realizó en el partido anterior contra Jennifer Capriati. "Ella me proporcionó un esfuerzo que me ha servido de gran preparación porque Jennifer me obligó a grandes intercambios", añadió.
Serena saltará a la final tranquila y sin presión por perder el número uno del mundo, ya que su hermana Venus dejó fuera de combate a Clijsters que acechaba cerca.
La novia de Lleyton Hewitt jugó un gran encuentro pero también se vio favorecida por una lesión abdominal que arrastra la americana y que le obligó a visitar los vestuarios en el primer set para allí ser vendada.
Pese a todo, Clijsters ganó la primera manga, pero Venus, en un esfuerzo supremo jugó con rabia en las dos siguientes, pero sobre todo en la tercera donde se anotó los seis últimos juegos.
"Ha sido un partido durísimo, y pensé en un momento que no podría acabarlo", dijo. "He sufrido durante casi una hora y media pero ha merecido la pena", añadió la campeona de 2000 y 2001, que jugará su cuarta final consecutiva.