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Las ironías de Madrazo

Gilberto Serna

En estos días fuimos testigos de un intercambio de duras recriminaciones en la que participaron Vicente Fox y Roberto Madrazo, que se suscitaron a raíz de la iniciativa de Reforma Fiscal que envió el Presidente a la Cámara de Diputados. Dos veces van que el Presidente hace el intento, la primera vez que ordenó a sus tropas que avanzaran, fue rotundamente rechazada y en una segunda ocasión, puso al frente de sus batallones a una jactanciosa generala, proveniente de las filas contrarias, que le resultó un fiasco. Visto lo cual, a continuación se trenzó en una épica batalla, “no me vencerán”, al igual que el caballero de la triste figura, arremetiendo contra molinos de viento. Sus peores enemigos resultaron ser: su falta de oficio político, los antagonistas emboscados en su partido político de origen, la decepción de sus aliados al verlo indeciso en los momentos más álgidos, la ausencia de operadores adiestrados y el mal fario que persigue a su propuesta. Para acabarla de amolar, al perder la paciencia se involucró en un intercambio de reproches en que sacó la peor parte pues quedó al descubierto que, en lo más fragoroso de la escaramuza, se le está volviendo costumbre echarse para atrás.

En efecto, hace unos cuantos días hubo desagradables críticas de Roberto Madrazo quien se mostró sardónico al aseverar que no es con actitudes rijosas o pugilísticas, como Fox puede solucionar los problemas económicos que aquejan al país, agregando, con tono cáustico, que vivimos en un país de maravilla, a lo que agregó zumbón que como en el cuento del borrachito que se metió por una calle en que todos los vehículos venían en contra, la sociedad se pregunta ¿no será que alguien va en el sentido contrario de lo que el país necesita? Dijo con evidente sarcasmo que el gobierno de Fox es un gobierno extraviado. También lo invitó mordaz a evitar contender ásperamente con quienes no comparten sus puntos de vista, buscando, en vez de ello, la negociación y el acuerdo. Me parece que el líder priista, en los hechos puede disentir, está en su derecho, pero no debe llegar al extremo de tomar a chunga lo que hace o dice el Presidente.

Se requiere respeto. Enaltecer la figura presidencial, es lo que estamos necesitando en este país. No podemos romper un esquema en que la cortesía quede substituida por la majadería. El Presidente de la República ha abierto caminos que antes se encontraban cerrados, como es el de que los mexicanos dejen de considerar un sacrilegio el sólo hablar de la figura presidencial. Vicente Fox le quitó esa envoltura que impedía ver al hombre tras la banda presidencial. Antaño el Jefe de la Nación no se enfermaba jamás. Ni tan siquiera un pequeño resfrío. Era inmune a las dolencias que aquejaban a cualquiera de los mortales. Sin lugar a dudas, constituía parte de un mito que, al llegar Fox a la silla presidencial, desapareció. Al menos dos veces se ha caído lo que, en vez de ocultarse, ha trascendido a la opinión pública. En la primera, cuando montaba a caballo dando lugar a que le intervinieran quirúrgicamente la columna vertebral. En la segunda, hace unos días, con motivo de las fiestas decembrinas, tuvo un resbalón al intentar romper una piñata. Si, el Jefe del Ejecutivo se vino abajo ¿y qué? hasta donde estoy enterado, su prestancia no disminuyó en los más mínimo. Al contrario, provocaron pena sus percances.

Una cosa es que el Presidente sea un hombre como cualquiera y otra que, aprovechando su bonhomía, se le adjudiquen calificativos burlescos que, por tratarse de la persona que ostenta el mando concedido por la ciudadanía, resultan ultrajantes tanto para él como para los mexicanos. Además, en estos tiempos de crisis económica, que campea a lo largo y ancho del país, nunca como ahora, debemos evitar fricciones. En estos casos se suele usar una trillada frase: no está el horno para bollos. Está demasiado caliente el ambiente como para perder la cabeza. Se le recomendaría a todos los que se mueven en ese cenagoso mundo de la política, que guarden la compostura que corresponde a hombres bien nacidos. Dejémonos de invectivas, vituperios y diatribas. Que el Presidente asuma con gran señorío su mandato, dejando de calificar de intereses facciosos los que sustentan los opositores a la Reforma Fiscal. En tanto sus detractores deben de abstenerse de ironizar, con intención malévola, su peculiar manera de hacer las cosas. Que los comentarios, no importa que sean acerbos, ásperos o corrosivos, deben hacerse con comedimiento y moderación. Es lo que merece la investidura de un Presidente, es también lo apropiado para los partidos opositores.

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